Durante los días siguientes, Sombra Diurna se había dedicado a investigar junto a Garra Soleada y el resto de los guerreros el territorio entero, pero aún no había rastro alguno de Pluma de Negra o Zarpa Inquieta, pareciera que ambos miembros del Clan del Trueno se hubieran esfumado.
La mañana era fría, a diferencia de días pasados una densa niebla cubría el claro, el sol aún no salía pero podía ver su tenue luz en el horizonte cuando salió de la guarida de los guerreros.
El ambiente le enfriaba el pelaje y se sentía húmedo, hacía dos noches había llovido y por primera vez en su vida sentía el frío sin la calidez de una guarida Dos Patas.
—Vaya mañana, ¿eh? —maulló una amistosa voz a sus espaldas.
—Parece que la estación de la caída de la hoja ya empezó —contestó Sombra Diurna, girándose hacia su amigo Humoso—. Pero no parece que a ti te vaya a afectar mucho, bola de pelo —ronroneó tocando su omóplato con la cola.
—Envidias mi pelaje, lo sé —bromeó Humoso pavoneándose a su lado antes de calmarse y mirar fijamente al siamés con sus profundos ojos—. ¿Aún no hay noticias de Zarpa Inquieta?
Aquella pregunta atenazó el corazón de Sombra Diurna, había evitado hablar del tema con su viejo amigo pero era imposible seguir escapando de ello.
—No hay nada... un rastro, un indicio, algo... pareciera que el mismo viento se los hubiera llevado. —respondió el siamés con pesadez.
Humoso le dedicó una mirada comprensiva y Sombra Diurna sintió que no podría haber deseado por un mejor amigo que fuese mejor que el peludo gato gris.
—¿Quieres salir a cazar? —preguntó.
—¡Me encantaría! Pero quiero llevar a Garra Soleada, se ha sentido terrible estos últimos días. —siseó desviando la mirada hacia la guarida de los guerreros.
Humoso asintió con calma y se dirigió a la salida del campamento, Sombra Diurna volvió al arbusto donde estaban ovillados los guerreros que aún dormitaban y pinchó suavemente con la zarpa a Garra Soleada, quién se despertó exaltado de un salto con el pelaje erizado.
—¡Zarpa Inquieta, no! —chilló, Sombra Diurna tan sólo lo miró hasta que se relajara—. Lo lamento, yo...
—No tienes que disculparte, Garra Soleada —le interrumpió el siamés—. Voy a salir de caza con Humoso, ¿quieres venir?
Después de un corto tiempo de silencio, el guerrero rojizo aceptó y ambos gatos salieron de vuelta al claro, en dirección al túnel de zarzas.
—¡Espera, cerebro de ratón! —maulló otra voz desde atrás, Sombra Diurna miró por encima del hombro y reconoció el pelaje rojizo claro de Ardilla, quién se acercaba a paso veloz—. No creerás que van a salir a cazar sin mí, ¿o sí? —ronroneó la gata, saludando cálidamente a Garra Soleada y con un leve gesto amistoso a Sombra Diurna.
—¿Están listos? —maulló Humoso desde la entrada—. Se me va a esponjar el pelo si me quedo esperándolos toda la mañana.
Sombra Diurna ronroneó divertido y los cuatro gatos subieron la pequeña cuesta antes de atravesar el túnel de zarzas, alejándose del campamento en busca de presas.Una ave negra de pico corto revoloteaba sobre una rama, peleando con otra urraca por un gusano que estiraban entre sus picos.
De un repentino salto, Sombra Diurna se abalanzó sobre una de las urracas pero antes de que pudiera clavar sus zarpas ambas emprendieron vuelo, dejando al siamés perdiendo el polvo.
—¡Cagarrutas de zorro, no de nuevo! —refunfuñó Sombra Diurna tirado en el piso, escuchando los pasos de su amigo.
—Es sorprendente lo mucho que haces ruido al cazar —comentó el gato gris con calma, levantando la mirada al ver las dos aves alejarse en el cielo gris.
Sombra Diurna soltó un resoplido irritado pero no respondió, se levantó del suelo con rapidez y se sacudió las hojas de helecho seco que se le pegaron al pelo.
—Todo está tan tranquilo del otro lado de la frontera. —maulló Ardilla pegada al arroyo que dividía el pinar del bosque.
—¿Tal vez Estrella de Buitre sabe manejar el clan mejor que Estrella Escarlata? —opinó Humoso acercándose a la orilla—. Hace mucho que no veo a un guerrero del Clan de la Sombra.
Ardilla fulminó con la mirada al guerrero gris sin decir nada, tan sólo se giró y volvió al lado de Garra Soleada.
—Corriente arriba debe de haber más presas —dijo Garra Soleada con un maullido más animado, alejándose del lago.
Sombra Diurna miró los ojos de Humoso y el gato gris tan sólo se encogió de hombros, ambos amigos siguiendo al guerrero rojizo después.
La patrulla de caza avanzó siguiendo el arroyo hasta el claro, frente a ellos una extensión de hierba frondosa rodeada por árboles bullía de vida y Sombra Diurna reconoció el correteo de un ratón entre la hojarasca.
De un poderoso salto, Garra Soleada saltó sobre el pequeño cuerpo marrón. Sombra Diurna casi envidiaba la habilidad de acecho del gato rojizo, ni siquiera se había percatado de que estaba acechándolo.
Siguieron de largo más allá del claro después de buscar más presas, Humoso cazó un estornino y Ardilla casi lograba atrapar una musaraña pero tropezó antes de que le clavara las garras.
—Aún hay bastantes presas, si esto sigue así durante toda la estación de la caída de la hoja tal vez la estación sin hojas apenas se sienta. —ronroneó Garra Soleada al lado de Sombra Diurna.
El siamés no recordaba haber pasado mucho tiempo afuera durante la estación sin hojas pasadas, pero una parte de él se emocionaba al pensar en que por primera vez en su vida viviría cómo estaba destinado a vivir.
—¿Qué tan duras son las estaciones sin hojas? —preguntó Humoso con curiosidad.
—A veces apenas cae nieve —contestó Ardilla con calma, mirando a sus alrededores con cierta cautela—. Otras veces son atroces, nunca se sabe. La estación sin hojas pasadas acabó con la mitad del Clan del Trueno luego de que estallara un brote de tos verde. —la gata parecía entristecerse un poco, Sombra Diurna recordó que la última estación sin hojas solo había sido tres estaciones atrás.
—Muchos gatos fallecieron en esa ocasión —añadió Garra Soleada—. En su mayoría cachorros y veteranos que ya no pudieron resistir la enfermedad, incluso Estrella Escarchada perdió una vida y nuestro antiguo curandero murió ayudando hasta el último miembro de nuestro clan.
—¿Cómo se llamaba? —preguntó Sombra Diurna.
Antes de que alguien respondiese, un rayo blanco pasó frente a los cuatro gatos, atravesando el sotobosque con rápidos saltos que hipnotizaron al guerrero siamés.
—¡Es mío! —informó y salió disparado tras el conejo dando largas zancadas intentando atraparlo. Escuchó un aviso por parte de sus compañeros de patrulla pero no le prestó atención sus sentidos estaban enfocados en atrapar al conejo que no iba a más de un zorro de distancia frente a él.
Sin percatarse, ya estaba a medio puente Dos Patas cuando perdió de vista al blanco conejo, respirando agitadamente por la veloz carrera que no pudo ganar.
"Casi era mío..." se lamentó bajando la cabeza un corto momento para recuperar el aliento, de golpe, sintió un olor extraño que no reconoció, entremezclado con el característico hedor del Clan de la Sombra.
Levantó las orejas con precaución y miró a su alrededor, notó un movimiento en un arbusto de acebo que había del otro lado del arroyo, de donde salió un gato claro lleno de insólitas manchas circulares, con el inerte cuerpo de la presa que perseguía Sombra Diurna colgando de sus fauces.
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Los Gatos Guerreros: La Estrella del Alba - 2
FanfictionUna amenaza se extiende a lo largo y ancho de las aguas del lago, Sombra Diurna se ha convertido en un guerrero digno del Clan del Trueno, pero su dura aventura apenas llega al principio. Luego de que la paz entre los cuatro clanes se deshiciera dur...