-ONE!

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CAPÍTULO UNO;
(PRIMERA CENA)

         LOS NERVIOS PARECÍAN LA EMOCIÓN que más dominaba en el cuerpo de Marianne, ya que volvían a aparecerse en el cuerpo de ella cada vez que tenía que hacer algo de nuevo

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LOS NERVIOS PARECÍAN LA EMOCIÓN que más dominaba en el cuerpo de Marianne, ya que volvían a aparecerse en el cuerpo de ella cada vez que tenía que hacer algo de nuevo. Ya sea salir junto con su madre a comprar la comida, o en este caso: ir a cenar con los Blythe.

Iba con uno de sus múltiples vestidos color lila, y había adornado su, casi, inpeinable cabello, con una flor del mismo color que había encontrado en el jardín de la casa. Estaba sin duda, dudosa de su apariencia.

Gilbert había sido uno de sus mejores amigos antes de despedirse, y el no había reaccionado muy bien que digamos. Y eso ella lo sabía, ya que no había recibido ni una sola carta del castaño.

Tom, su medio hermano, no paraba de recordarle que si al tonto ese no le gustaba su aspecto no era digno de tenerla. La relación que estos dos habían adquirido variaba constantemente, dependiendo más que todo en cómo Marianne se encontrara.

Los nervios aumentaron, podía decirse que se podían llegar a oler desde lejos. El timbre de la casa Blythe sonó, y eso hizo que la castaña aguantara el aire hasta que John Blythe abriera la gran puerta.

— ¡Llegan temprano! —exclamo el mayor, antes de empezar a saludar a toda la familia.— aún no hemos empezado a cocinar.

— John, querido. —dijo la madre de los Riddle, abrazándolo cortésmente.— Sabes que amamos ayudar en la cocina, —dijo apenas se separó de su abrazo, y no mentía. Los postres de las Riddle eran famosos por su dulzura.— Déjame presentarte, Thomas Riddle. —señaló al menor, que se encontraba junto a las dos hijas de ella.— era el hijo de Bartolome. —sonó nostálgica.

— Lo siento mucho. —le dijo a ambos, quienes lo miraron con una sonrisa nostálgica.— Si quieren acompañarme a la cocina. —ellos dejaron su saco donde iba y lo acompañaron.— Thomas, ¿se te da bien cocinar?

— Tom, dígame Tom. —dijo rápidamente.— Los platos fuertes son mi especialidad. —el mayor asintió, pensando en cómo distribuir a los menores. Pero antes de que el pudiera dar las instrucciones llegó su hijo.

Apenas el castaño puso un pie en la sala, toda ella se llenó de un silencio y una tensión que empezaban los adolescentes.

El masculino la miró fijamente a los ojos, y cómo Marianne lo suponía el estaba enojado y también se le veía triste, nostálgico. Ella lo vio fría, sabía que el tenía la completa razón para enojarse, sin embargo no era su culpa que su madre no la haya dejado despedirse de sus amigos.

— ¡Gilbert! —gritó la menor de todos, quien corrió a abrazarlo, interrumpiendo la tensión y el concurso de miradas.— No me felicitaste por mi cumpleaños número ocho. —dijo con la voz triste.

— Lo siento mucho, Marge. —dijo acariciando el cabello rubio de la menor.— pensé que nadie de su familia quería nada conmigo.

— No digas tonterías, Gib. —el rio, hace ratos nadie le llamaba así.

— Gilbert, el es Tom Riddle. —dijo ella señalando a su hermanastro.— Es inglés. —el inglés movió la cabeza en forma de saludo, y el castaño lo imitó con la mano.

— Pónganse al día buscando manzanas para la tarta. —dijo la señora Riddle,— Gilbert, Cosette y Juliette. —los mayores de los nombrados bufaron, y miraron incrédulos a la castaña mayor. Mientras que los otros dos menores de edad sonreían, uno burlón y la otra emocionada.— Tom, ayúdanos con el plato principal.

La rubia tomó la mano de ambos castaños y con sus pocas fuerzas empezó a jalarlos hacia el exterior de la casa. Aunque cuando llegaron la castaña se soltó rápidamente.

— Una despedida hubiera estado bien. —dijo el castaño apenas la rubia empezó a correr en busca de manzanas.

— No fue mi culpa y lo sabes, Blythe. —dijo agarrando con fuerza la canasta. Era obvio que si por ella fuera se hubiera despedido, además de que si lo había hecho a su manera.— Te envié una carta.

— Lo se. —dijo tomando la primera manzana que vio.— No te creí, Fleur se despidió de mi padre, en persona.

— A nosotras no nos dijo nada. —ahora ella tomó una manzana.

— Sigo sin creerte. —dijo antes de que la menor volviera con su canasta llena, eso definitivamente era suficiente para una tarta de manzanas.

PRETTY GIRL||.                                  g. blythe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora