Y así como Diana custodia la guarida de la noche, mientras Helios descansa en los confines del Hades, era el apresuro de sus pasos que con la llegada de las sombras, entre su vaporoso vestido se enredaban, importase poco si entre el mar de flores y hojas verdes, hasta los tobillos se alzaba las enaguas. Largos eran sus cabellos y acelerados los latidos que su rostro atribulaban con cada vez que a verlo se volteaba. Y siguió con las raíces tropezando, pues delgadas eran sus piernas y torpe a veces llegaba a ser su raudo cuando, como otros días, se perdía por laberintos y rincones del castillo.
Ocurrió a mitad de primavera, donde el vaivén de colores todavía coloreaba el camino en sus andanzas y de su dulce fragancia la embriagaban, los jardines nuevamente florecían de vida, lujo y asechanzas. Cosas de la vida, cruel destino o designio de los dioses, si así queréis llamarlo:
Suaves eran sus pasos y largas las elaboradas trenzas con flores su tocado adornaban, bella como sólo puede ser la juventud y ágil como gacela, velocidad de la que pocas veces gozó en sus piernas.
Y había pasado dos estaciones, seis largos y crudos meses en que ese aire lúgubre caía y el mal presagió presentía, y a veces, ni aun escapando, encerrada en la torre más alta o huyendo a la más lejana y remota isla, segura estuvo que la perseguiría. Sin embargo, hubo algo diferente, que la envolvía y presa a merced de los sentidos la tenía, el misterio que la inquietaba, tal vez la verdadera razón por la que realmente temía.
No obstante, si cerraba los ojos aún era visible la imponente imagen del demonio blanco, y si se concentraba hasta el retumbo de su risa en ese inentendible idioma, conjunto de lenguajes profanos.
Y cuando creía de él por fin haber escapado, fueron los tirones del pelo, seguido de la sensación de una mano blanca sujetar por su antebrazo:
—Oh, veo que aquí estáis...-Al percatarse, ella dio un grito ahogado, seguido de un sobresalto que no hizo más que tirarla al pasto en esos eternos segundos donde hasta las cuerdas vocales la traicionaron. Cerró los ojos en un último atisbo de esperanza que pudiese salir de tan terrible situación. Fue entonces que sus ojos de abrieron bruscamente al oírle —Os encontré. – y su sonrisa, entre pícara y burlona adornaba los rasgos afilados de su rostro, brillante era el amatista de sus ojos y larga la melena que le llegaba a la cintura.
—Por favor, dejadme... -Suplicó. No obstante , al verla, Asmos, o Kaellen, como comúnmente se le llamaba simplemente, levantando una ceja la miró. — Os lo suplico, no me hagáis daño – imploraba, a la par que el segundo simplemente, haciendo uso de su gran fuerza la cargaba. La joven con ambas manos inútilmente lo alejaba. Este, por el contrario riendo entre dientes se mofaba y sin esfuerzo a su pecho la aferraba.
—¡Por favor!.. Sería muy descortés lastimar a una dama noble como vos. -Respondió, tampoco era que pesase demasiado para alguien como él. —Mi Lady, sería incapaz de ponerle una mano encima con crueldad o busquedad... - Y fue entonces que, con sus fuerzas la estrujó, sin importarle demasiado si eso la lastimaba, o por lo menos la incomodaba lo suficiente, su efecto surtió pues más que aterrada la dejó. — A menos que quisieráis que os hiciera daño. hizo una pausa —Ahora, prosiguiendo con la historia; Peersefone fue raptada para después ser violada por su tío, el dios Hades y nombrada así emperatriz del inframundo ... Dicen que deambulaba por los jardines cosechando hermosas flores... Tal y cómo estas - y el mentón con delicadeza se desvió y he aquí, qué, pese a la hora, la fragancia de las rosas purpurinas, entremezclado con los aromas de la brisa nocturna, lavanda, musgo y tierra mojada la oscuridad impregnaban.— Y con tan sólo verla Hades la deseó y la idea de poseerla codició en su corazón... - En cuando a Fiona, no dijo nada, estaba demasiado aterrada siquiera para hacerlo, tan sólo se aferró con fuerza, hundiendo cual oveja lastimada la cabeza en el pecho, completamente apenada y con las mejillas sonrosadas. Y las lágrimas por el rostro ya resbalaban, por más que quisiese negar lo que pasaba— No os culpo, eran tiempos duros donde la supervivencia era lo importante, y el matrimonio por raptos todavía era una opción viable. Llameáis ahora costumbres de salvajes, antiguamente era, junto al matrimonio entre hermanos costumbres habituales.
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La noche del lamento de las olas.
PoesíaEsta obra literaria aún está en proceso, una antología de poemas y estractos de estos que narran una de las historias más crudas, trágicas y a la vez extrañamente bellas de una de las parejas más queridas por los seguidores en la saga literaria que...