Suspiro y miro a Adam desde donde me encuentro. Su cabello rubio, mejillas rosadas y ojos de cachorro. Dios, de verdad quisiera saber lo que le ocurre.
Le muestro el papel a Nicole y después lo arrugo, ella hace una expresión de sorpresa y ríe discretamente. Sé que reírse de mis desgracias es lo más fácil del mundo.
Poco a poco mis compañeros comienzan a subir al escenario, interpretándonos a todos nosotros, y el auditorio se hunde en risas y más risas. Daniel se encuentra sentado justo en medio de las butacas de la primera fila, desde donde observa cada actuación, y parece muy complacido. Esos lindos hoyuelos suyos no han abandonado su rostro desde que comenzamos.
Concéntrate, Camila.
Finalmente, le toca a alguien interpretarme a mí. Se trata de un chico llamado John que es un par de años menor que yo, aunque nos llevamos bastante bien.
—Oh, hola a todos, soy Cam —dice con voz chillona al mismo tiempo que se amarra una sudadera negra en la cabeza, como si fuera mi cabello. Todos reímos—. Mi mejor amigo está enamorado de mí desde que nos conocimos, pero ya lo he rechazado un millón de veces.
Un par de carcajadas se escuchan en el auditorio, y noto que Adam niega con la cabeza, visiblemente enfadado. Jamás le había molestado que bromearan acerca de nuestrta relación, pero supongo que hoy es un mal día para eso.
—Soy cubana, amo que mi cabello sea tan lacio y negro, me encanta cepillarlo. ¿Ya dije que soy cubana? —agita la sudadera que tiene en la cabeza con exageración, haciéndonos reír aún más.
En ese momento noto que el Profesor Smith se acerca a Daniel y le dice algo al oído. Él asiente, y ambos voltean a verme.
Oh.
No te sonrojes, no te sonrojes, no te sonrojes.
Desvío la mirada de inmediato y me aclaro la garganta. Es mi turno de pasar al escenario.
—Bien, ¿podría Camila subir al escenario, por favor? —pide Daniel en cuanto John termina de hablar. Yo me levanto de mi asiento y obedezco—. Perfecto. ¿Algún error en cuanto a lo que nos contó tu compañero?
—Bueno, creo que no —hablo con la mayor seguridad posible, luchando para que mis piernas dejen de temblar—. Dijo lo que tenía qué decir, soy cubana.
Todos mis compañeros ríen, e incluso Daniel me dirige una amplia sonrisa.
—Puedes comenzar, Camila.
Suelto un gran suspiro y sonrío antes de empezar.
—Hola, un gusto. Me llamo Adam, tengo dieciocho años y... todas las chicas quieren besarme —digo esto último acomodándome el cabello, con la voz más grave que puedo—. Bueno, de hecho, no todas las chicas...
Me detengo en cuanto pronuncio estas últimas palabras. Dirijo mi mirada hacia Adam, pero su lugar está vacío. No puedo verlo por ningún lado.
—Yo... —continúo, un poco más nerviosa—. Nací para ser actor. Cuando estoy en el escenario, dejo de ser Adam, y puedo convertirme en maestro, o bufón, o cantante. Conozco el verdadero valor del teatro, de todo lo que hay detrás de una buena obra. Es como si estuviera en mi sangre, ¿saben? Estaba destinado a ser.
No sé en qué momento dejo de pensar lo que digo. Realmente no lo sé. Pero en cierto punto de la actividad, mi cerebro se desconecta, y decido que no haré lo que todos los demás han hecho el día de hoy, no voy a burlarme de mi amigo. En cambio, me concentro en todo lo que hace a Adam... Adam. Hablo de sus virtudes, de lo talentoso que es, del gran futuro que le espera.
Para cuando termino, el auditorio entero está en silencio. Y Daniel no deja de mirarme.
—Eso... —parece no encontrar las palabras. Entrecierra los ojos y sonríe una vez más—. Muy bien hecho, Camila. ¿Puede venir Adam, por favor?
Nadie habla.
Y Adam no está aquí.
—¿Adam? —vuelve a preguntar—. Bien, supongo que tendremos que continuar. Puedes sentarte —dice mirándome fijamente. Yo asiento y regreso a mi lugar, junto a Nicole.
—¿Dónde está? —le pregunto en un susurro en cuanto llego.
—No lo sé, Cam, pero creo que deberías buscarlo.
No lo pienso dos veces, y salgo del auditorio.
—¡Adam! ¿Dónde estás? —recorro el pasillo principal de la academia, pero no lo encuentro por ningún lado. Entonces decido subir al segundo piso—. Adam, por favor...
Al principio no veo nada, y todo se encuentra sumergido en un total silencio. Pero después, oigo sollozos en nuestro salón de baile.
Me acerco lentamente y abro la puerta de madera.
—Adam...
Él voltea con un movimiento demasiado brusco, y se limpia las lágrimas del rostro de inmediato.
—Por Dios, ¿qué pasó?
—Por favor déjame solo —hace el intento de alejarse, pero yo cierro la puerta y me planto frente a ella.
—No voy a irme. ¿Te pasa algo, Adam?
—Yo... yo... —no puede contenerse más. Se lleva ambas manos a la cara y se recarga en una de las barras de ballet que se encuentran en el salón. Yo decido no decir nada, pero después de unos segundos suspira y parece tranquilizarse un poco—. Voy a mudarme, Cami.
No, esto no puede ser.
—¿De qué hablas? —me acerco—. ¿Por qué?
—Conseguí una beca completa en una universidad de Canadá —suspira—. Me iré en julio.
—Eso es increíble, Adam —coloco una mano en su hombro y lo miro directamente a los ojos—. Me siento muy orgullosa.
Trato de sonreír, pero esta noticia me martilla el corazón. Adam es mi mejor amigo, jamás había congeniado de esta forma con alguien.
—Yo también lo estoy —confiesa—. No es que no me emocione, es que... no quiero dejarte.
—Oh, vamos, Adam, yo siempre he querido visitar Canadá —seco sus lágrimas con mi mano y acaricio sus mejillas enrojecidas—. Ahora tengo la mejor excusa para hacerlo. Esto no significa que nuestra amistad deba terminar.
—Lo sé... pero es difícil. En tres años has logrado conocerme mejor que nadie, y no sé qué haré sin ti.
—Tú también a mí, eso seguro. Mira, aún no es tiempo de pensar en esto, ¿sí? Te queda prácticamente medio año aquí, saquémosle provecho.
—Tienes razón —vuelve a suspirar y me abraza—. Lamento no haber hablado contigo. Tenía mucho miedo de decirte esto.
—Hey, todo está bien. Ahora bajemos, ¿sí? Lo último que falta es que nos castiguen por estar encerrados en un salón.
Sonríe por primera vez en el día, y me da un beso en la mejilla.
—No imaginas cuánto te quiero, Cami.
—Creo que puedo darme una idea.
Lo tomo de la mano, y juntos regresamos al auditorio.
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No me llames Julieta
Любовные романыSus ojos eran castaños. No del color de la madera desgastada ni del café que tomas todas las mañanas, no. Era un castaño diferente, más otoñal. Ese castaño que se vuelve avellana al recibir la luz del sol. Un castaño acogedor, tanto que te invitaba...