001 | Cámara, acción

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La luz en este lugar es bastante tenue

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La luz en este lugar es bastante tenue. 

Walter y yo nos encontramos en el mismo sitio que hemos visitado un millón de veces antes, Zona Azul, ese bar donde nos conocimos, donde se ofreció a invitarme un trago, donde mi pesadilla comenzó. La única diferencia es que, el día de hoy, está totalmente vacío.

—Deja de mirarme —su voz resuena en la pequeña estancia, haciéndola parecer más grave de lo que realmente es, y, sorprendentemente, aún más aterradora.

—No quiero hacerlo —respondo endureciendo mi semblante, con los ojos entrecerrados. No puedo bajar la guardia, no otra vez. No después de todo lo que ha ocurrido por culpa mía.

Walter ni siquiera se inmuta ante mi comentario. En lugar de eso, se relame los labios en un movimiento rápido y que a mí me parece de lo más asqueroso.

—Créeme, quieres hacerlo —dice él como última advertencia, acercándose a mí con pasos lentos y sigilosos. En sus ojos no queda ni la mínima sombra del hombre sofisticado y caballeroso que conocí hace un par de meses. No. Ni siquiera logro reconocerlo después de todo lo que ha pasado desde entonces.

—Sí, bueno... creo que tú y yo ya sabemos bastante bien que tus amenazas no me resultan tan intimidantes.

Eso sí que parece molestarlo. Walter cierra el puño con una expresión de odio en el rostro y golpea una mesa cercana. Yo doy un pequeño salto y retrocedo dos pasos. 

—Está bien, está bien, lo siento —susurro, rindiéndome una vez más ante él—, por favor tranquilízate.

—¿Tranquilizarme? ¿De verdad me pides que me tranquilice después de lo que hiciste? —me grita, totalmente desquiciado, mientras mueve los ojos de un lado a otro y su labio inferior tiembla frenéticamente.

—Yo... yo... —continúo retrocediendo lo más que puedo, hasta que mis piernas se topan con un banco y tropiezo sin querer. Me arrastro un poco más en el suelo, lejos de él.

Entonces el hombre frente a mí se lleva las manos a la espalda y saca... es... ¿una daga?

—Por favor no hagas esto, Walt. Por favor... —suplico inevitablemente, sintiéndome aterrada y miserable en cantidades que jamás había experimentado.

—¿Tus últimas palabras? —me cuestiona con una sonrisa horrible, sarcástica, cínica.

—Lamentarás esto hasta tu último día —escupo con furia tras unos segundos, negando con la cabeza. Sí este es mi último momento de vida, no puedo permitir que note lo asustada que me siento. No. No pienso irme así.

Walter modifica su semblante, fingiendo analizar lo que acabo de decirle durante un par de segundos que a mí me parecen eternos.

No me llames JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora