Me recuesto en mi cama. Dios, hoy fue un día de lo más extraño.
Primero, Nicole me insinúa que no puedo vivir sin protagónicos (o, lo que es peor, que pondría uno antes que nuestra amistad), después, encuentro a mi mejor amigo llorando en nuestro salón de baile y descubro que se mudará a Canadá en medio año, y, para finalizar, conozco a Daniel.
Daniel.
Su nombre aparece en mi mente sin ninguna intención de desvanecerse. Él fue, definitivamente, la parte más extraña de mi día, porque aún no puedo descifrar qué fue lo que me impidió apartar la mirada de él durante toda la clase.
¿Sus ojos castaños? ¿La seguridad con la que se presentó en nuestro salón? ¿Su voz? ¿Los hoyuelos en sus mejillas?
Sea lo que sea, se apoderó de mi mente desde el primer instante. Y aquí me encuentro, una vez más, después de una hora tratando de afinar mi garganta con Linda Altman, pensando en él.
Suspiro. Será mejor que me distraiga con algo.
Entonces recuerdo el guión que debemos imprimir, y saco mi teléfono de inmediato. No presto atención a los mensajes que Susan me mandó hace veinte minutos y entro directo a mi correo electrónico.
Regresa a Verona, de Daniel Walton.
Durante los siguientes treinta minutos, no despego mi vista de la pantalla. El guión que Daniel escribió es... ni siquiera logro describirlo. Es increíble, y lo digo objetivamente. Creo que a todos mis compañeros les encantará.
La obra trata acerca de una chica, Julieta Murphy, quien vive en Nueva York y tiene una vida —bastante— privilegiada. Por lo mismo, siempre se encuentra rodeada de personas que fingen interés, cuando simplemente consideran conveniente ser vistos "con alguien como ella". Julieta lo sabe, pero le encanta ser el centro de atención, así que jamás se queja de su situación ni se permite sentir demasiado afecto por alguien.
Un buen día, ella comienza a recibir cartas de un remitente anónimo, quien presume ser "su Romeo", y le ofrece una vida totalmente distinta... en otro continente.
El joven le escribe poemas y súplicas, conquistando el corazón de Julieta a fuego lento, siempre finalizando sus textos con la misma frase: por favor... regresa a Verona.
Sí, esta obra está llena de referencias a Romeo y Julieta, de William Shakespeare.
El tema es, que nuestra Julieta jamás había estado en Verona, ni en ninguna otra ciudad italiana.
O... no que ella recordara.
La obra finaliza cuando, después de un par de meses resistiéndose a los encantos del joven, Julieta decide empacar sus maletas y comprar un boleto de avión a Europa, determinada a dejar su lujosa vida atrás. Al llegar, de alguna forma, sabe dónde encontrar a Romeo, y se dirige a la Casa de Julieta, ese palacio medieval convertido en museo que miles de personas visitan en honor a la que, se creía, era una leyenda.
Pero no más para Julieta Murphy.
Poco a poco comienzan a inundarla los recuerdos que, en alguna otra vida, tuvieron lugar en ese palacio, cuando la rivalidad entre Montesco y Capuleto aún existía, una vida en la que... su historia de amor, trágicamente, se vio truncada.
En las puertas del palacio la espera aquel joven que la buscó incluso mucho antes de que ella pudiera recordarlo, con una sonrisa y una frase quemando sus labios: enséñame a olvidarme de pensar, dice el diálogo final, citando, una vez más, a la famosa tragedia.
Sonrío. Esta obra es increíble. Me recuesto nuevamente, mirando al techo, mientras intento imaginar cómo se verá todo en escena... y entonces lo recuerdo.
Presta especial atención a Julieta.
¿Daniel me pidió que audicionara para su protagonista? ¿Esto de verdad está pasando? Ahora las mariposas han vuelto.
Y, en un segundo, son reemplazadas por un vacío en mi estómago. Nicole.
Nicole va a matarme.
Suelto un gran, gran suspiro, y decido que pensaré en esto más tarde. Tomo mi celular, y, finalmente, leo los mensajes que Susan me ha dejado hace casi una hora, invitándome a patinar en hielo con ella y las gemelas el viernes. Yo acepto sin dudarlo. The Galleria es nuestro centro comercial favorito en Houston, y Susan y yo solemos ir ahí a menudo, así que no tengo ninguna excusa para decir que no.
—¡Cam! —escucho entonces la voz de mi padre—. ¡Ya llegamos!
—¿Tan temprano? —susurro para mis adentros, antes de esbozar una sonrisa. Son apenas las ocho de la noche, hace meses que mis padres no salían temprano del trabajo.
Ambos son doctores, y su trabajo no es lo que yo llamaría... muy flexible. Claro que no puedo quejarme. Gracias a estar tan bien preparados, he tenido todo tipo de oportunidades a lo largo de mi vida. Aunque no puedo mentir. Algunas veces siento que prácticamente terminé de criarme sola.
Dejo mi teléfono en la cama y bajo corriendo las escaleras para abrazarlos.
—¿Qué tal tu clase de hoy, cielo? —me pregunta mi madre en cuanto me ve.
—Me encantó —confieso—, tendremos a un nuevo director para la siguiente obra.
—¿De verdad? —cuestiona mi padre—. Me alegra muchísimo. Te prometo que esta vez sí iremos a verla, cariño, de verdad.
—Claro... —susurro, sin darle mucha importancia. Porque sé que no irán—. ¿Ordenamos pizza?
—Me parece perfecto —me dicen.
Yo sonrío y busco el número de Domino's Pizza en mi celular. ¿De verdad estoy a punto de cenar con mis padres?
Sí. Definitivamente, este día no podría haber sido más extraño.
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No me llames Julieta
RomantizmSus ojos eran castaños. No del color de la madera desgastada ni del café que tomas todas las mañanas, no. Era un castaño diferente, más otoñal. Ese castaño que se vuelve avellana al recibir la luz del sol. Un castaño acogedor, tanto que te invitaba...