El sueño que habían tenido todos había sido bastante extraño y la viva imágen de una chica caminando hacia la habitación de Lesslie también. Pero Lindsey sabía muy bien de qué se trataba toda esa conexión onírica. Y entonces empezó a sentir miedo de la posible venganza de Megan.
—¿Entonces crees que quiere venganza? —pregunta Lesslie, algo confundida y asustada.
Llevaba una bata de dormir de tela fina. Estaba sentada en la silla del comedor tomando un café de vainilla acompañada de Alexander, quien también tenía un café, pero estaba muy drogado aún.
—Sí.
—Es imposible, no nos asustes, Lindsey. Sé que tus péndulos y tus... Cosas mágicas pueden decirte muchas cosas. Nunca te he juzgado por creer en eso pero ahora estás diciendo muchas cosas locas que de verdad están haciendo que quiera cambiarme de casa —respondió Madison.
La castaña nunca había tenido problema con las creencias espirituales de su amiga. De las tres, Lindsey y Lesslie creían mucho en esas cosas. Madison prefería la ciencia, pero nunca tuvieron problemas de opinión. Solo ahora. La castaña sentía que su amiga estaba muy paranoica, y probablemente la droga podría haber ocasionado ese malestar.
—Mi intención no es asustar a nadie. Y no son cosas locas, yo sé de lo que hablo...
—Al diablo, me voy a dormir. Ya tuve suficiente —continuó Madison, interrumpiendo a la pelirroja. Se sentía muy mal por todo. Antes de irse, volvió su mirada a Lindsey—. ¿Sabes qué? Deberías dejar la cocaína. Eso es lo que te está haciendo decir estupideces.
El ambiente quedó en silencio.
Lesslie se paró, algo preocupada, y siguió a la chica que estaba enfurecida. A la que menos le gustaban las discusiones entre las tres era a Lesslie, quien en su infancia sufrió muchas discusiones de sus padres por su situación. Cuando se acercó a Madison, ya estaban en la escalera, cerca del segundo piso.
—Vete, Lesslie. Déjame sola.
—No quiero —respondió la rubia—. Y me vas a escuchar, Madison Montgomery.
Por otro lado, Lindsey tenía la mirada fija en su tasa de té acaramelado. Sentía sus manos y pies fríos. Tenía los pensamientos enredados en su cabeza, y no encontraba una solución en nada. Madeline se encontraba incómoda. Muy lentamente se acercó a Lindsey.
—Sé que Madison no quiso decir todo lo que dijo —le dijo con un tono suave.
La pelirroja suspiró.
—Encontrarán una solución, estoy segura. Al fin y al cabo son Diamond girls —Madeline le sonrió de forma gentil, mientras se preparaba para ir a despedirse de Madison.
—Somos... Diamond girls —le corrigió Lindsey, acariciando los cabellos de la anaranjada.
Todos habían decidido ir a dormir. Madison solo asentía a todo lo que su amiga le decía, pero finalmente se retiró, dejando a Lesslie hablando sola y gritándole. Madison le pidió a Madeline si se podía quedar con ella esa noche, a lo cual la anaranjada no se pudo negar. Alexander calmó a Lesslie y ambos se fueron a acostar juntos.
—¿En serio crees en los fantasmas, Belle?
—Sí, Antony.
—Estás más desquiciada que yo.
Cada vez que alguien se burlaba de sus creencias, a Lindsey le daba igual. Pero esto le había dado rabia. Todo lo que decía el odioso de su primo le daba eso. Lo miró de la peor forma que pudo y contraatacó:
—No se puede estar más desquiciado que un tipo que lo exiliaron de su casa porque su papi le encontró las drogas y además están en quiebra —dijo muy herida y, dolida. Pero luego se arrepintió.
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Peligro, zorras acercándose
Teen Fiction"Las mujeres fuertes, no le temen a los malos caminos. Aprenden de ellos"