El atardecer advertía con terminar en una gran lluvia que iba a transformar poco a poco los colores del arcoíris, hasta dejar el cielo nublado y sin una muestra de luz para aquellos prisioneros que se encontraban pagando condenas de más de 90 años . Había cientos de inocentes, en el lugar de muchos criminales, violadores y asesinos . Tampoco era de extrañarse que en la prisión la ley era más cruel con las personas que no tenían dinero y castigaba menos a los que tenían los medios para sobornar y los que tenían dominio en las cárceles.
En el patio tres quedaban algunos por entrar a las celdas. Jeffrey estaba sentado en unas bancas junto con otros prisioneros.
— ¡Eres pendejo miguel! —decía un miembro del grupo que lo apodaban rayas por varias cicatrices que tenía desde el cuello hasta el final de la espalda.—¿No me escuchaste miguelito?
—¡Cállate maldito Rayas! no sabes nada
—lo sé todo de ti miguel, sé que le chupas las pelotas a tu vecino por un poco de polvo.
Pregúntaselo a Jeffrey, él también lo sabe ¿Estoy en lo cierto Jeffrey?
—cállate imbécil —soltó Jeffrey— tu deseas estar en su lugar —reía Méndez con su estilo burlesco mientras fumaba de su cigarrillo.
Las primeras gotas empezaban a caer. El cielo mostraba que se avecinaba una gran tormenta y en pocos segundos los prisioneros se fueron apresurando a entrar a las celdas.
Jeffrey Méndez yacía en la cama de su celda, estaba mirando hacia el techo, con las manos en la cabeza y muy pensativo. La celda era demasiado estrecha además la compartía con otra persona. Su compañero de celda estaba allí porque había matado a una persona con un bate de beisbol. Las paredes de la celda estaban llenas de humedad por lo cual no se podía respirar con tranquilidad.
Los prisioneros vivían como perros enjaulados y eran pocos los que podían pagar para acceder a celdas mas cómodas . Cada día entraba una cantidad significativa de nuevos prisioneros, ya las celdas más grandes eran compartidas por mucha gente, no se podía clasificar a los criminales. En ocasiones la situación se salía de control y el número de guardias era vulnerable a la cantidad de prisioneros. El sistema penitenciario colapsaba poco a poco.
Jeffrey intentaba poner su mente en blanco y olvidarse del sus delirios que a veces lo atribulaba por completo. A continuación entra Ulises su compañero de celda.
—Aquí te traigo a tu noviecito! —mencionó el guardia
Es cierto que el trato no era para nada amable ni elegante. Trataban a los prisioneros como los guardias pensaban que debían ser tratados; animales conviviendo en una pocilga con poca esperanza de ver la luz. Los guardia eran crueles, poco razonables y por cualquier motivo les daban fuertes palizas a los presos. Hacían lo que se les venía en gana con ellos.
Jeffrey quedó mirando al guardia con una mirada desafiante y muy seria. Ulises entraba con la cabeza gacha como decepcionado. Jeffrey sabía que venía de recibir visita, algo que le causaba cierta frustración porque sabía que no tenía a nadie en el mundo, no tenía a nadie que lo escuchara o al menos que le preguntara cómo estaba.
A lo largo de su vida Jeffrey había cometido muchos crímenes, violaciones y asesinatos. Quedó huérfano desde muy pequeño y tuvo complicaciones para adaptarse con sus padres adoptivos así que decidió irse cuando tenía la suficiente edad. Se ganaba la vida robando y después fue cometiendo todo tipo de delitos.
«pronto saldré de este infierno» —pensaba Méndez. Su mirada seguía clavada en el manchado y oscuro techo. Pensaba en un sinfín de cosas; pensaba en lo que iba a hacer cuando quedara libre, pensaba en cómo iba a ejecutar su próximo plan, pensaba en el "refugio" y en cómo cambiar su aspecto físico para que no lo reconociesen; pensaba incluso abandonar el país o al menos la ciudad. Tenía un montón de ideas que parecía un conjunto de pasos para llevar a cabo un plan, pese a que, en su mente, solo había confusión y pensamientos volando en diferentes direcciones. Pero lo que más le retumbaba en la cabeza era el día de la fuga. No tenía la certeza para estar seguro y confiado de que ese día todo saldría bien.
Transcurrieron aproximadamente cuarenta minutos para que Méndez saliera del soliloquio en el que se hallaba, después de haberse despertado en la madrugada, causa de un pesadillas; era algo común y corriente escuchar a Jeffrey quejarse de algo que extrañaba o que se despertara dando gritos o maldiciendo el destino. A veces entraba en una especie de shock mental como si su cuerpo estuviese en la tierra pero sus sentidos se encontrasen desconectados del presente. Méndez sabía perfectamente como persuadir a las personas. Era muy calculador e inteligente cuando le convenía, parecía un santo, frente a todos los crímenes, violaciones y delitos que había cometido. Simulaba ser una persona honesta y buena. Sabía esconder su orgullo y su falsedad a la perfección. Podía mostrar dos caras al mismo tiempo, aparentar amabilidad, así lo que sintiera realmente fuera desprecio y maldad.
Después de esperar algunos días Jeffrey se encontraba en el túnel. Quedó totalmente a oscuras, buscó en su bolsillo, sacó la linterna y se iluminó el lugar. Estaba a gachas por el poco espacio del lugar. Se movía con precaución tenía en su otra mano el arma e iba apuntando, temeroso de llevarse alguna sorpresa, pero ¿Quién, o qué, le daba la certeza de que afuera no lo estaría esperando alguien? El túnel estaba echo de madera tenía algunas curvaturas y era un poco estrecho, Sentía como la sangre le brotaba de su hombro, se había cortado tras pasar por un pequeño acceso.
Después de cierto tiempo por fin había llegado al final del túnel. Abrió la puerta trampilla y se encontró con un gran terreno baldío y entonces comenzó a huir a toda prisa.
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OBSESIÓN
Mystery / ThrillerUn fugitivo criminal y psicopata pasa por una serie de paradigmas y controversias tras conocer a una mujer. Descubre sentimientos que jamas había experimentado y esto lo lleva a realizar un juicio sobre su conciencia.