HORA DE IRSE

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Jeffrey caminaba de tras de Madeleine sosteniéndola de los hombros.

Acababan de comer y ahora se dirigían al segundo piso. Estando en la habitación Jeffrey le exigió a Madeleine que se despojara de su ropa a lo cual ella se rehusó y le dijo que no quería hacer tal cosa, pero Jeffrey seguía insistiéndole, pero la reacción de Madeleine seguía siendo la misma se negaba a desvestirse, se dijo que no caería más en las amenazas de Jeffrey, se atrevió a llevarle la contraria y desafiarlo.

―haz lo que te ordeno ―dijo Jeffrey ásperamente

Madeleine se negó nuevamente y comenzó a retroceder algunos pasos porque vio que Jeffrey se le acercaba.

Jeffrey tenía la intención de pegarle, no controlaba dicha emoción porque se había sobresaltado, comenzó a recordar en pensamientos fugaces el dolor que le causaba a sus víctimas, veía el miedo como se apoderaba de Madeleine y al verla arrinconada en la pared, con el rostro temeroso y lleno de pánico abandonó la idea de arremeter contra ella.

Madeleine gritaba desesperada, pedía auxilio y que la ayudase, Jeffrey, rápidamente tuvo que amarrarle a la fuerza el pañuelo en la boca para que no hiciera más bulla Madeleine se enfrentaba a él le daba puños en la espalda e intentaba zafarse de sus brazos, se defendía a toda costa.

Jeffrey la alzó y la llevó a la cama, le quitaba la ropa en medio de golpes y agresiones de Madeleine. La dejó completamente desnuda y la amarró de brazos y piernas a la cama. «Qué hermosa se ve desnuda» pensó Jeffrey que no había encontrado más remedio que forzarla para poder apreciar su desnudez.

Al principio Madeleine intentaba moverse de un lado hacía otro, pero después se calmó, miraba atenta a Jeffrey, estaba extrañada y se sentía confusa al ver que Jeffrey se quedaba de pie observándola de pies a cabeza, no se había atrevido a tocarla, pasaron varios minutos y Jeffrey salió del cuarto. Se percató que todo anduviera bien y vigiló los alrededores de la casa por medio de las ventanas, luego volvió a subir a la habitación y observó la entrada de la casa por el balcón, tras comprobar que todo andaba en orden se sentó al pie de Madeleine.

Jeffrey de nuevo sentía aquella confusión que se apoderaba en su mente haciendo que estuviera absorto en sus pensamientos, sentía el fuerte deseo de abusar de Madeleine, pero al mismo tiempo, veía su precioso rostro afligido e infausto y se sentía miserable al pensar en esa idea.

Al ver que Madeleine ya estaba calmada quitó el pañuelo de su boca

― ¿no confías en mi verdad?

Madeleine no mencionó nada

―no hace falta que me lo digas ―decía Jeffrey―, yo nunca he confiado en nadie. En el mundo en el que crecí no hay lugar para eso, las personas pueden traicionarte a menudo si te descuidas te dan un puñal por la espalda.

― ¿por qué estabas en la cárcel? ―se atrevió a preguntar Madeleine

―eso no puedes saberlo, lo que sí puedo decirte es que deben estar buscándome por cielo y tierra, es por eso por lo que debo ir a otro sitio donde pueda estar a salvo, este lugar me inspira confianza, por ahora, pero pronto empezaran a hacer preguntas sobre ti y comenzaran a buscarte para cuando eso pase yo espero no estar aquí.

Durante toda la noche Madeleine había permanecido atada a la cama, no había podido dormir pensando que en cualquier momento podía suceder lo que ella más temía, que la violase.

Jeffrey pensaba que Madeleine podía tener una caja fuerte y la hubo encontrado tras buscarla mucho tiempo. Después le ordenó que la abriese y le entregara todo el dinero que por fortuna de Jeffrey era más que suficiente.

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