SECUESTRO

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Jeffrey sabía ahora con exactitud las horas en que Madeleine permanecía en la casa pretendía irrumpir en su vivienda en las horas de la noche porque le parecía que era más conveniente. Inhalaba profundamente el humo del cigarrillo a la vez que se imaginaba el instante en que tuviera cerquita a Madeleine, estaba ansioso porque ese momento si hiciera realidad, quería que supiera toda la afección y gusto que sentía por ella. Se sentó en el tronco que estaba al pie de él, veía la neblina que estaba cubriendo todo y botaba humo por su boca lentamente. Madeleine estaba en el balcón hablando con Thomas, veía como la niebla estaba extendiéndose poco a poco.

―el homenaje duró alrededor de dos horas mi vida, todo salió muy bien como se esperaba

―me alegra mucho cariño que todo haya estado bien

―sí ¿cómo te ha ido estos días?

―todo muy bien cariño, he ido al almacén a cerciorarme de algunas cosas y estoy haciendo alguno que otro cambio

―eso está muy bien cielo, tengo que colgarte, después hablamos

―cuídate amor ¡te amo!

El anochecer se aproximaba, el día oscurecía de manera paulatina Jeffrey estaba dispuesto a entrar esa misma noche y Madeleine en la tranquilidad de su cuarto no se imaginaba lo que estaba a punto de vivir.

Jeffrey fumaba el ultimo cigarrillo que le quedaba, estaba un poco ansioso y sentía inseguridad, esta vez era distinto y extraño para él, no era como las veces pasadas que no sentía temor al raptar a sus víctimas o al cometer algún crimen.

Madeleine estaba en el estudio, tocaba el piano de forma muy sutil le gustaba sentir cada vibración que emitían las notas, eso la mantenía relajada y experimentaba una sensación de paz.

Eran alrededor de las 8 de la noche, Jeffrey se hallaba detrás de la casa buscando la manera de entrar, conocía todos los partes donde podía meterse por las ventas y la última opción en que pensaba era el balcón. Se dijo que procedería de la forma más astuta posible para no causar ningún tipo de pánico o alteración en Madeleine, tenía que entrar sin que se diera cuenta. La veía tras la ventana por un estrecho de las cortinas, estaba muy concentrada tocando el piano, entonces aprovechó aquella oportunidad y enseguida se dirigió al balcón. 

Jeffrey contó con la suerte de que Madeleine solía dejar la puerta del balcón ajustada, en ocasiones le gustaba contemplar la noche o meditar y le daba seguro antes de irse a dormir. Se hallaba finalmente en el cuarto, se quitó los zapatos para no generar ruido y los escondió debajo de la cama, de nuevo sentía aquella sensación extraña en su estómago, una especie de nervios y desconfianza salió de cuarto con mucho sigilo y bajó las escaleras, escuchaba la melodía del piano que provenía del estudio porque supo que todo iba bien. De momento dejó de escucharla y presenció los pasos de Madeleine.

que venía del pasillo y se aproximó a esconderse detrás del muro de la concina. Estaba atento y muy pendiente al movimiento de Madeleine, parecía que había entrado a la cocina, después de unos segundos se asomó con sutileza y la vio de espaldas que iba de nuevo al estudio, entonces se fue tras ella lentamente y le tapó la boca.

―tranquila ―le decía Jeffrey al oído― sé muy bien que no hay nadie más aparte de nosotros, no te aré daño, solo necesito algo de comida y ropa, no voy a lastimarte, pero necesito que te quedes en silencio por favor Madeleine intentaba zafarse, pero le era imposible, intentaba pegarle con las piernas, pero no le daba oportunidad, sentía que su mundo se le desmoronaba en un par de segundos, se sentía frágil y vulnerable comenzó a llorar de una manera frustrante, teniendo que reprimir su llanto.

― ¡cálmate! ―dijo Jeffrey mientras se volteaba para quedar frente a ella― una mujer tan preciosa no merece llorar Madeleine intentaba hablar cuándo se había tranquilizado un poco. Pensó que de nada le serviría gritar o hacer un escándalo porque eso quizás empeoraría las cosas y Jeffrey apartó lentamente las manos de su boca.

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