Margarita.

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Cuando era bastante más chica (6 ó 7 años) solía  jugar en el patio de mi abuela. Este se encontraba lleno de plantas de muchos colores y tamaños. Rosas, margaritas, chochos, arvejillas, y muchas otras bellas flores inundaban ese jardín de exquisito aroma.
Todas las tardes me tomaba el trabajo de tomar una sola flor de cada tipo de planta, no habían dos iguales. Al ponerlas boca abajo imaginaba que eran preciosas princesas, cada una con su vaporoso vestido. La rosa con ese enorme traje lleno de capas voluptuosas; la arvejilla con su larga y brillante capa; el clavel con sus preciosos ropajes rosados; y la margarita... La margarita con sus sencillos pétalos, apenas suficientes como para cubrir ese centro de color para nada agradable, no era la más llamativa, no era la más hermosa, pero era la más humilde. Y por eso era mi favorita, la protagonista de todos mis juegos.
Hoy tiene otro significado para mi.
El color blanco me sabe a libertad, a expresión ilimitada, claridad, pureza, imaginación sin barreras. Sí al color blanco le ponemos una capa violeta, se verá violeta. Si le ponemos una capa celeste, se verá celeste.
Todo lo que hagamos sobre el blanco será visto tal cual lo hicimos. Tomaremos la decisión de hacerlo de una manera, y será de esa manera.
Por otro lado, me desagrada el color amarillo, sin embargo, mi flor preferida tiene un gran círculo de aquel color. Y eso la hace tan especial como por llevar sus petalos blancos.
El amarillo representa cada defecto que podamos tener, porque nadie es perfecto, pero todos somos hermosas personas; todos tenemos virtudes y defectos. Todos tenemos el derecho de sacar a la luz lo que queremos ser o hacer sin dejar de ser bellas criaturas. Sin dejar de ser margaritas. (Perdón por lo de las flores, abuela)

Secretos de la tierra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora