Fuego.

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Mi punto débil fue creerme fuego, pero no el fuego que quema y deja heridas, sino el que derrite el hielo de los cuerpos más fríos.
Y por eso también me creí responsable de devolver el verano en pleno julio,  el verde en la nevada, el sol en medio de la noche.
Ardí con más fuerza sólo para no dejar morir en la fría agonía a algún alma descuidada.
Ardí, estallé, dejé todo al rojo vivo, y de pronto... Sólo me apagué.
Fui ahogada por el agua de todos los hielos que derretí.
Ya no hay hielo, ya no hay fuego.
Sólo el olvido  punzante de quien algún día intentó ser abrigo.

Secretos de la tierra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora