Espejos.

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Laura peinaba deprisa su pelo, arrancando así parte de él, pero no se inmutaba, tenía prisa y llegaba tarde a esa cita que tenía con Daniel. Mientras esperaba que su plancha del pelo se calentara lo suficiente, decidió pintar sus labios de color carmesí.

Dios mío, son ya las 17:00, pensaba Laura echándole un ojo a su móvil que se encendía por la llegada de mensajes; mientras, ella seguía planchándose su cabellera ondulada. Una vez acaba, la desenchufa y tira en el suelo, no tenía tiempo para guardarla. Se mira detenidamente en el espejo para mirar si tiene el maquillaje en condiciones y coge el teléfono para mirar la hora. Son las 17:25 y ella había quedado a las 17:45 con Daniel en el Pocky's.

Laura. - escucha una voz. Se le hiela la sangre.


Empieza a mirar hacia todas partes, sin saber de dónde procede esa voz. Siente como si hubiera salido de su cabeza, de dentro de ella. Pero no. No era de ahí.

Laura, no te asustes. - su pulso empieza a acelerarse del miedo y la adrenalina.

¿Qui... Quién eres? - musita Laura.

Mira el móvil, Laura. Lleva sonando desde hace mucho. - su voz... es idéntica..., pensó Laura.

No... - su voz era un susurro, perdido entre esas cuatro paredes.

No pasa nada cariño, mírame. - a Laura le faltaba el aire.


No entendía nada solo veía mensajes de la madre de Daniel anunciándole su muerte. Un coche le había atropellado.

¿Qué está pasando? ¿Por... Por qué te escucho? - se le escapa un llanto entre los dedos de las manos, se está tapando la boca.

Mírame. - la voz de Daniel parecía resonar en su cabeza.


Hasta que la vista de Laura va hacia el espejo que cuelga encima de su lavamanos.

Daniel la está mirando, lleva una camiseta a cuadros roja y negra, y se puede ver la parte de la cintura de sus pantalones vaqueros. Su pelo rubio le cae por la frente que está manchada de sangre, haciendo que se le pegue.

Laura palidece y siente que le tiemblan las piernas.

Hoy iba a pedirte que nos fuéramos a vivir juntos, Laura. Iba a comprar aquella casa con vistas a la plaza de toros de Valencia, esa que te gustaba tanto pero odiabas a la vez porque eres antitaurina. - la voz de Daniel se ahoga en una risa amarga. - No sabía que al cruzar aquella calle, un viejo puesto hasta el culo iba a embestirse contra mí con su Audi a trozos. No sabía que nos robarían esto y toda mi vida, Laura.

Mi amor... - Laura no podía parar de llorar, de pensar que no pudo estar ahí y agarrarle de la camisa hacia atrás.


Con su mano temblorosa, Laura toco el espejo para acariciar por última vez a Daniel.

Te amo como no he amado a nadie en toda mi vida, Laura. No me olvides jamás.


La imagen de Daniel cada vez se iba haciendo más borrosa hasta no verse nada.

Laura se dejó caer de espaldas contra la pared hasta llegar al suelo deslizándose.

Cerró los ojos, imaginándose abrazando a Daniel, notando su calidez y su embriagador olor.

Laura se levantó y se miró en el espejo.

Se dijo que ella también quería vivir en ese mundo de espejos, que no quería estar aquí sola. Besó el espejo y dejó su pintalabios color carmesí en él. Espérame, le dijo Laura a Daniel mientras que sus pies danzaban a la ventana de su habitación. Espérame, ¿no irás a dejarme sola aquí? No serás capaz, amor. Oh, no lo serás, pensó cuando sus pies dejaron de estar en el alféizar y caía de la cornisa. Su vestido rojo se subía a medida que el viento azotaba su cuerpo, no podía abrir los ojos y su mente solo iba hacia un solo lado. No al hecho de estar cayendo en picado hacia el suelo a una velocidad capaz de matarla.

No, iba hacia aquel mundo de espejos, donde se reencontraría con Daniel.

Cuando su cuerpo impactó, no notó nada. Sentía que levitaba y, cuando abrió los ojos, vió su aseo. Pero de una perspectiva que jamás vió.

¿Mi amor? - escucho la voz de Daniel, pero no como antes, no como si estuviera en su mente. - ¡Laura! ¿¡Qué has hecho?!


Daniel no estaba en el mundo de espejos. Jamás lo había estado.

Laura, cielo... - los llantos de Daniel inundaban el pequeño baño y acercó la mano hacia el espejo, donde estaba Laura. - ¿Por qué saltaste? - arrastraba las palabras. - Sabía que no podía dejarte sola; sabía que tenía que llevarte a la psiquiatra. Pero no quería que pensaras que yo creía que estabas loca, mi amor. Pero tenías un problema, uno muy grave. Escuchabas cosas que no pasaban, veías cosas que yo no podía ver... ¡Joder! ¿¡Por qué no actué antes!? Lo siento con toda mi alma, cielo...

Daniel...


Dijo antes de desaparecer en aquel mundo de espejos.

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