Control.

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La noche se abría paso, oscureciendo cada parte del pueblo. A su vez, hacía más frío, el viento parecía más húmedo y se te calaba en los huesos.

A Sara todo eso le daba igual. Caminaba con rabia por las oscuras calles, maldiciendo entre dientes a su marido. ¿Quién se creía?, pensó pateando una piedra que se encontró por el camino. Yo no era igual que las demás, oh, no, yo era la mejor, pensó Carolina.

El cuerpo de Sara se estremeció al escuchar la voz de Carolina, debía mantener el control.

Uno, dos, tres... Contó y esa voz desapareció.

Sara sabía perfectamente que ella no fue la que mató al gato de Luis, su marido; pero él insistía en que ella tenía la culpa.

¡Sara! ¡Estate quieta! - dijo Luis desde el coche, había ido a por ella.

¡No! ¡Déjame en paz! - dijo ella enfadada, estaba empezando a alterarse.

Sara, por dios... - la voz de Luis se perdió en cuanto se fue a aparcar.


Sara aceleró el paso, no quería ver a Luis, no al menos hoy.

Sara, joder... - decía Luis mientras se apeaba del coche y corría hacia ella.

M-más te vale que no te acerques a mí. - Sara ardía de rabia.


Pero Luis se acercaba más, no podía dejar que andara sola por ahí. No se lo perdonaría.

Le cogió del brazo y ella lo empujó.

Déjame sola, por favor, Luis. Estoy harta de que me trates como una loca. Eres un machista. ¡Un puto machista! - empezaba a temblar de la impotencia.

Carolina... - musitó Luis.


El cuerpo de Sara se paró en seco. Luis tenía las manos levantadas, sin saber cómo reaccionaría. Estaba cagado, sí, joder, lo estaba.

¿De verdad quieres hablar con Carolina? - la voz de Sara había cambiado.


Todavía seguía de espaldas, sin mover ni un solo músculo.

¿¡De verdad?! - el chillido de Sara resonó por la calle solitaria.


El frío rozó la nuca de Luis, no sabía qué hacer, pero debía actuar.

Carolina, deja a Sara, por favor... - Sara empezó a reírse euforicamente.


Tanto se reía que su cuerpo se sacudía. Luis quería correr. Se acuerda de lo que pasó la última vez que le plantó cara.

¿Sabes? Sara tiene razón. Eres un machista. La controlas a todas horas, quieres que haga todo lo que tú dices, que se arrodille ante ti. ¿Pero sabes qué? Yo no le voy a dejar hacer eso. No, no, no, no... - Luis tragó saliva, vió a una pareja al otro lado de la calle paseando a un perro.

Sube al coche y hablamos tranquilamente. - el cuerpo de Sara se giró lentamente hacia él con una sonrisa cínica.

Oh, claro, mi amor. A tu disposición. - le hace una reverencia y acto seguido le enseña el dedo.

Sara...

¡Que no soy Sara! - se acercó a él tanto que sus narices chocaron.


Luis miró al otro lado de la calle. La pareja ya no estaba.

Vale... Carolina... - ella río y empezó a acariciarle la cara.


Luis sabía que Sara ya había vuelto a perder el control. Eso le daba escalofrios.

Sabes que soy tu preferida... - le susurró al oído para después besarle la mejilla, Luis cerró los ojos al notar sus labios.

Me das asco. - soltó, y, acto seguido la empujó.


La cara de Sara se tornó en una mueca de desprecio, como cuando le torció el cuello a su gato por decirle que estaba jodiendole la vida a Sara.

¿Sabes? Sara no es nadie. No es capaz siquiera de tener el control de su puta vida. ¿Sabes a quién te follabas, Luisito? ¡A mí, no a ella! ¡Yo soy la que tiene el control! ¡Este es mi cuerpo y no el de ella! - le apuntaba a Luis con un dedo.

Sara, te amo. Sé que eres fuerte, no dejes ganar a esta zorra. - Sara volvió a reír frenéticamente.

Súper emotivo, Luis. De verdad, me has llegado al corazón con toda esa parafernalia.


De repente, a Sara le dió una sacudida y cayó al suelo.

Luis lo sabía. Cuando pasaba eso era que Sara volvía a tener el control.

Sara, mi amor. - dijo Luis acercándose para ayudarla.


Lo que pasó, marcó la vida de Luis para siempre.

Los ojos de Sara brillaron por las lágrimas y sacó del bolsillo una navaja. Acto seguido, se la clavó en el corazón. Ella lo sabía perfectamente, sabía lo que Carolina quería hacerle a Luis. Pero esta vez quería tener ella el control.

Sara... ¡Sara! ¡No! - chilló de dolor Luis, abrazándola con fuerza.


Ahora sí, solo estaba Sara. O al menos, un recuerdo de lo que fue.

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