Leela Clausen se encontraba tomando un café en las instancias del jardín de su casa, viendo el verde pasto y sol brillante; pensativa y malévola, siempre calculadora. Se sabía buena actriz, ella sólo actuaba para Heska, pero ese intruso en su casa, su casa porque ella era la dueña y señora de Lyserød; aquel intruso no era nada más que una piedra en el camino para ella y como buena estratega que era lo sacaría del camino.Al principio era un juego de seducción, un placer estar con dos hombres en la cama para ella, pero Barnaba era gay y aunque se besaban, acariciaban y demás en el sexo triple; aquello era sólo por Heska y no tanto por diversión, en realidad no era muy divertido ver a su esposo montar al chiquillo y hacerle de todo. Leela pensaba al principio que iba a funcionar, pero luego el sexo entre ella y su esposo simplemente desapareció, todo era con Barnaba y cuando lo metió a vivir con ellos, simplemente enloqueció en silencio.
Todo lo que había hecho por ese hombre, esperar a que se dignara a comprometerse, someterse a las especulaciones de la indecisión de Heska para su matrimonio, luego convertirse prácticamente en ama de casa, ahora también le había metido a un joven de temprana edad a sus sábanas, a su vida. No recordaba haber tenido una conversación a solas con el de ojos grises, no sabía si era bisexual o qué coño, porque solo estaban a solas luego de la cena y eso si es que él no iba a la habitación de Barnaba un rato largo.
Bebiendo su taza de café, pensando, con rabia en su mirada y su cuerpo tenso de impotencia, se dijo a sí misma que las cosas que aguantaban las mujeres eran increíbles, por amor y por estatus; pero era lo único en lo que no le podía fallar a sus padres, perder el apellido y a su esposo, eso jamás. Pero estaba llena de odio, odio hacia Heska y al otro, sin embargo ya estaba cansada de aquello; quería su matrimonio y a su esposo de vuelta.
—Hola —escuchó al joven atrás de ella, sonrió sínica y habló.
—Hey, acompañame —le invitó y le sirvió café.
Ahora estaban los dos sólos, no por mucho antes de que el pelinegro bajara, pero ella no necesitaba mucho, sería clara en sus palabras.
—Ese beso, nuestro beso en el parque —comenzó a decir—. No significó nada, sólo lo hice por Heska. Me das asco niño y sé que tú no me soportas como yo a ti, así que dejemonos de juegos.
Barnaba estaba tomando su café tratando de actuar normal, la verdad aquello no le sorprendía de Leela, así que calló.
—Necesito que te vayas de mi casa hoy, ya, necesito a mi esposo de vuelta —golpeó la mesa y lo miró, llena de rabia e ímpetu—. Quiero mi vida de vuelta Barnaba, sino te juro que te arrepentirás si no te vas de mi casa; no me conoces y no sabes lo que una mujer puede hacer para mantener su posición.
—Entonces, ¿no lo amas? ¿sólo quieres su dinero? —le preguntó Barnaba apoyando sus codos sobre la mesa.
Leela, lo miró con furia, pensando en como ese niño se atrevía a hablarle así.
—Sí, eso es lo único que te importa de él —él la miró y bebió un trago—. Él me ama a mí, no pienso irme.
—Acabas de cavar tu tumba, maldito imbécil —se levantó de su silla y divisó como Heska venía hacia ellos.
Fue corriendo hacia él tratando de sacar lágrimas de sus ojos, montando su acto principal, el comienzo para destruir a Barnaba; se aferró a su cuerpo llorando ahora sí, temblando y con cara de damisela en apuros.
—¿Qué pasa? —le preguntó su esposo cariñoso.
—No puedo seguir más con esto, amor —dejó salir su cólera—. Barnaba me ha dicho que me aleje de ti, que tú no me amas y simplemente ya no puedo seguir con esto, amor.
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Huellas de Amor Traicionado.
Ficção AdolescenteHistoria con temática LG(B)T, situada en la ciudad de Copenhague, Dinamarca. Creada y terminada (año 2020). Obra de mi autoría, no se aceptan copias ni adaptaciones.