Capítulo 14 | Sin Palabras

96 43 58
                                    

De pie sobre la acera estoy, sujetando un paraguas, mientras escucho las pequeñas gotas de lluvia chocando contra la tela impermeable de éste

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

De pie sobre la acera estoy, sujetando un paraguas, mientras escucho las pequeñas gotas de lluvia chocando contra la tela impermeable de éste. El clima está muy nublado, cualquiera creería que apenas amanece pese a ser ya la una de la tarde. Tal vez no bastó con la fuerte tormenta de esta madrugada, y aún apetece seguir escampando hasta llegar a convertirse en una tempestad, de nuevo. Ya los tiempos lluviosos del año se están revelando. El ligero olor a humedad me relaja, causa en mí esa sensación de paz, de conexión con la madre naturaleza.

El sereno viento sopla con potencia, empujando así las gotas de lluvia hacia mí, mojando levemente pocas zonas de mi rostro. Con mi mano libre, aparto algunas gotitas que cayeron en mis pómulos.

Tras ver esta mañana que aún el clima seguía nublado, un poco frío también -y todavía sigue-, quise vestirme con ropa más cerrada, como un chaquetón, unos jeans, botas para lluvia. Y claro, el paraguas nunca puede faltar.

-Amiga ándale, mueve las piernas -alienta Jeff, dándome una palmada en la espalda.

Después de ello me incorporo, luego de yacer perdida entre las nebulosas.

Me echo andando con mi paraguas en mano, chapoteando con mis botas algunos charcos de agua en el suelo. Jeff camina frente a mí, con un impermeable puesto, acordamos que él lo usaría y yo tendría el paraguas.

Pasamos entre la aglomeración de estudiantes, muchos de éstos traen sus sombrillas e impermeables. Esta vez toca esperar que empiece la jornada dentro de la institución, por la lluvia que poco a poco incrementa, a nadie le gusta empaparse eso está claro. Murmullos y quejidos de alumnos amontonados puedo escuchar, algunos protestan lo lento que van pasando las masas, y otros simplemente se asfixian por el poco espacio, un claro ejemplo de la realidad: yo.

He perdido de vista a mi amigo el castaño de ojos café, no le veo por ningún lado, es probable que haya sido succionando por la muchedumbre desesperada. Por otra parte, tampoco he notado a Paris, quizá no ha llegado. No es hora de preocuparse por posibles secuestros o asesinatos, he aprendido que no se deben sacar especulaciones anticipadas.

Al llegar hasta los peldaños de la entrada, cierro mi paraguas, para meterlo dentro de mi mochila, sin importar que medio palo sobresalga como erección. Me adentro con un grupo de estudiantes hasta el interior del edificio, el cambio de humedad exterior a frío me pega con un escalofrío.

Inspecciono el pasillo principal, hay muchas personas sentadas en el suelo, conversando entre sí, otras simplemente se pasean por el corredor, o hay quienes incluso esperan recargados contra una pared, denotando sus ganas de no estudiar.

Siento una mano en mi hombro, y por acto reflejo doy un respingo.

-¿Ahora qué? -escucho detrás de mí, a un Jeff que le gusta causar paros cardíacos.

Suelto un suspiro, y me volteo a mirarle con hastío.

-¿Qué tienes con asustarme? -siseo con desdén.

FORÁNEO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora