Capítulo único

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Gustav estaba horrorizado, sin embargo no tenía alternativa, o tal vez sí, el asesinato. En un principio la idea de matar a alguien por el bien de la ciencia le parecía anti-ética, pero ahora, a un paso del experimento más monstruoso de su vida, ya no estaba tan seguro.

—¿Estás seguro de querer hacer esto? —Preguntó a su joven colega.

—Por supuesto. Se lo debo, le dije que siempre estaríamos juntos. Y ahora lo confirmo, ni siquiera la muerte será capaz de separarnos —respondió al chico de cabello trenzado.

—Pero... si no resulta...  —Insistió el rubio de gafas.

—Estoy muy consciente de los riesgos, Gustav. —El joven se volteó y encaró al otro—. ¿Qué pasa contigo? Ya hemos discutido este tema.

—Lo sé, Tom, pero...

—En nuestra profesión no existen los "peros", Gustav, solo riesgos que debemos aceptar.

El rubio asintió y bajó la cabeza. Él lo sabía tan bien como Tom, pero saberlo no le quitaba la extraña inquietud que sentía en el pecho.

—Esta noche será entonces —afirmó Tom y dejó el laboratorio.

Gustav soltó un suspiro de resignación y emprendió el rumbo a su casa. Esto podría significar éxito en su futuro, dinero y fama, pero también un peso en la conciencia que ya estaba haciéndose presente.

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Al anochecer, envuelto en un gran abrigo negro, Gustav llegó al laboratorio, la lluvia caía abundantemente y por el ruido de los relámpagos, la tormenta se desataría en breve.

—¡Gustav!  —Exclamó Tom, con un brillo de locura en los ojos—. ¡Justo a tiempo!

El rubio dejó su abrigo y sombrero y procedió a vestir su traje quirúrgico, sin embargo, antes de entrar al cuarto de lavado, caminó directa y decididamente hacia Tom y le dio un fuerte abrazo.

—No te mueras. —Fue su súplica suave.

Las palabras soltaron el caudal de emociones que el trenzado había suprimido desde el accidente. Correspondió el abrazo y con la voz temblorosa dijo—. Solo quiero verlo otra vez. La vida ha sido un infierno sin él y si esto no resulta, pues... no importará si muero.

Todo el orgullo y el deseo de jugar a Dios desapareció de la fachada de su colega. Gustav lo observó y solo vio a un chico triste y desolado por la muerte de su más grande amor.

Le dio un apretón de manos y afirmó—. Haré mi mejor esfuerzo.

—Más te vale. —Tom sonrió, la arrogancia regresó y con una sonrisa de lado, se tendió en la camilla.

Gustav terminó de limpiarse y procedió a anestesiar el cuerpo de Tom.

Un gran resplandor en la ventana, seguido de cerca por un estruendoso rayo, fue todo lo que Gustav necesitó para proceder a realizar la operación. El hielo entumecía sus dedos, pero era necesario mantener toda la carne en él, para evitar posterior descomposición. Revisó los bordes del corte, todavía era posible rescatar el tejido, al parecer todas las notas de Tom estaban en lo cierto, sería posible revivirlo si el golpe eléctrico no lo mataba antes.

Era una operación extremadamente delicada y de apariencia horrorosa, pero Gustav se apegó al protocolo, rogando al cielo perdón por esta herejía y a la vez, una oportunidad de ayudar a su colega a cumplir con su, quizás, última voluntad.

El corazón de Tom continuaba latiendo, pero no era suficiente para sustentar la vida de ambos seres. Gustav instaló los hisopos y elevó la antena. Un rayo poderoso dio justo en ella y todo el laboratorio quedó a oscuras, el golpe de corriente fue tremendo.

Atados (Tokio Hotel, Twc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora