-Lexie. ¿Me puedes pasar ese cuaderno?
Abrí mis ojos ante la tierna voz que me llamaba.
Me levanté de la cama donde por fin estaba logrando conciliar el sueño, y le preste atención a la pequeña de ojos azules.
—¿Qué cuaderno mocosa?.
Ada tiro de mi mano para llevarme a dónde se encontraba el cuaderno, supongo. Caminamos sobre los largos y casi coloridos pasillos del que había Sido mi "hogar" durante los últimos cinco años.
—Ese.
Ada señaló la punta de un cuaderno que sobre salía de la parte alta de uno de los muebles que había en el pasillo.
Me estiré un poco para alcanzarlo, claro que no era nada alta, pero haciendo un esfuerzo logré alcanzarlo. A mis 17 años no era alta pero tampoco era una enana.
Lo revise de principio a fin puesto que temía que fuera alguna otra broma pesada de Joana y sus perritas. Hace unos meses está última le jugó una broma pesada a Ada.
Joana terminó con un ojo morado.
Por mi parte estuve dos días encerrada en mi cuarto por mi comportamiento, aunque no me importaba, lo que menos me gustaba era salir de mi habitación.
Una vez que ví que no tenía nada se lo entregué a la mocosa. Si, no soy nada cariñosa pero ella aún sigue aquí conmigo, es una buena niña.
—Ten.
—Gracias Lexie.
Y sin más salió corriendo hacia su cuarto. Negué con la cabeza cuando la ví caerse a lo lejos y casi rio cuando me voltea a ver risueña, levantarse y volver a salir corriendo como si nada hubiera pasado.
Regresé a mi habitación cerrando con seguro y acostándose de nuevo.
Por fin, pude conciliar el sueño.
~∆~
Hace una semana que no he comido nada y muero de hambre.
Si, tal vez el salirme del orfanato un día después de cumplir los 18 no fue buena idea pero ya no quería estar ahí, odiaba ese lugar, la única razón por la que aguanté tanto, fue por la mocosa, Ada.
Quien, tres meses antes de que cumpliera los 18, la adoptaron. Juro que desde que llegué ahí, no había sentido tanta tristeza, así que en cuánto los cumplí preparé mis cosas y me fui.
Lo que estoy a punto de hacer jamás lo haría, pero juro que tengo tanta hambre que ya no se que más hacer.
Caminó discretamente detrás de una mujer de unos cincuenta que carga con dos bolsas de plástico en una mano y una bolsa café colgando de su otro hombro.
Veo de reojo a los lado para saber cuánta gente hay a nuestro alrededor, cuándo veo que prácticamente no hay nadie, decido actuar. Camino rápidamente hacia la señora con la boca haciéndose agua ante la proximidad de la comida.
Estiró mi mano y trato de arrebatarle las bolsa donde hay comida pero como la suerte no estaba de mi lado, está doña tenía más fuerza y considerando que no había comida en una o dos semanas--la verdad es que no recuerdo-- estaba en completa desventaja.
—¿Pero qué haces niña?.
Levantó mi rostro y juro que jamás había visto a una mujer más hermosa.
Su rostro no tenía nada de maquillaje, sus ojos verdes era lo que más había llamado la atención, tenía algunas ojeras y arrugas pero eran mínimas. Su castaño y lacio cabello le llegaba por debajo de los hombros.
Era como un ángel......
Inconscientemente seguía tratando de jalar la bolsa.
La señora no me veía enojada, ni mucho menos con miedo. Me veía..... triste.
Gruñí ante mis inútiles intentos de comer. Genial, ahora me quedaría más tiempo sin comer.
—¿Tienes hambre?.
La miré sorprendida ante su tono. Asentí levemente siguiendo tratando de quitarle la bolsa.
Ella jalo las bolsa y abrió una de ellas de dónde sacó una bolsa de galletas y una leche con sabor a mango, mis ojos brillaron como nunca ante la vista de comida.
Estuve a punto de arrebatársela y echarme a correr pero me detuve de golpe al ver que me los extendía.
Abrí los ojos como platos sorprendida de su acción. Intercalé mi mirada de la comida a sus ojos, casi pidiéndole permiso.
—Ten pequeña, tómalo.
No lo pensé dos veces cuando se los arrebate y me senté en la banqueta dónde alguna gente se me quedaba viendo.
Lágrimas bañaban mis lágrimas al sentir el sabor de las galletas y la leche en mi paladar, metía tantas galletas en mi boca que me costaba masticar.
La señora se sentó a mi lado esperando a que terminará. Una vez que lo hice llore de felicidad, había tenido tanta hambre que iba a robar, el hambre te hace hacer estupideces.
Baje la mirada derramando más lágrimas.
—Lo siento. -Le susurré a la señora que aún se encontraba a mi lado.
—Esta bien. He estado en tu situación así que, no tuviste elección al estar con hambre.
Asentí despacio apenada.
Aún seguia sorprendida por la actitud de la señora, de haber Sido yo me hubiera molestado o incluso asustado de que me quisieran robar.
—¿Quieres seguir pasando hambre?.
Hablo ella después de unos minutos. Negué inmediatamente al tiempo en que mis ojos lagrimeaban de nuevo.
—No.....
—Entonces está decidido. -Dijo poniendose de pie, subi la mirada confundida.
—¿Eh?.
—Ven. -Me tendió su mano y la miré dudosa. -¿No quieres empezar de nuevo?. Vivirás conmigo y jamás pasarás hambre de nuevo, te lo prometo.
Fue en ese entonces que realmente ví algo sobrenatural, ví un ángel.
Un ángel, que cambiaría mi vida para siempre. Que de encargaría de llevarme por el buen camino sin importar cuánto tomara.
Teresa, mi verdadera mamá, me cambio la vida ese día. El día en que miró y hablo por mi, se había convertido en mi todo en este mundo. Mi vida dió un giro inesperadamente hermoso.
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¡Listo Calixto!
Para los que tenían dudas sobre el triste pasado de Lexie 😣.
El próximo capítulo regresará a la normalidad.
La mujer cariñosa y amable que había decidido convertirse, regresó a ser la mujer fría, sin sentimientos y emociones 😱😱.
Esperen el próximo capítulo qué subiré el JUEVES ❤️
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Otra historia de Amor © | PAUSADA
RomanceLexie ha trabajo para la familia Maddox desde hace tres años, donde conoció a Samuel, hijo de sus patrones quien es un chico quien siempre tiene una sonrisa, es amable, caballeroso y respeta a todos por igual incluyendo a las/los empleados. ¿Quiénes...