Izawa y Kisugi regresaron de sus increíbles vacaciones en Alemania y Francia. Ahora están de nuevo en su querido Japón. Sin embargo, cuando vuelven, grandes cambios se interpondrán en sus caminos, como la inminente aparición de una chica nueva con u...
El chico que encontré en la playa me quedó mirando fijamente. ¿Kojiro Hyuga se llama?
Hasta que se reincorporó de golpe y me agarró fuertemente de los hombros. Era un poco más alto que yo, pero si miras su buen físico querrías salir corriendo. Por favor que no me mate. Rezo.
─¿Tienes comida?─ me pregunta.
─S-sí─ una gota de sudor cae por el costado de mi nariz.
Hyuga me suelta y yo me saco la mochila para buscar dentro de ella el bento que guardé. Lo iba a comer pero creo que me vale más dárselo a este chico.
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─T-toma─ se lo doy.
Me lo arrebata de las manos y se lo devora. Yo lo observo a la vez que miro el hermoso océano.
─Mmm, me encanta─ dijo con la boca llena.
─¿E-enserio?─ pregunté, realmente sorprendida.
─Eres muy buena cocinando─ se come un último bocado─. ¿Tú lo hiciste, no?
─Mm sí.
─Me encantó, enserio.
─Pues... gracias─ me pongo un poco roja.
─¿Cómo te llamas?
─Soy Nozomi Katsuki de la ciudad de Nankatsu.
─¿De Nankatsu? Yo soy de Tokio, y vine aquí para seguir entrenando con mi viejo mentor.
─No quiero ser metida, ¿pero para qué entrenas?
─Pues para ser más fuerte. Ya terminó el torneo, pero no puedo dejar de entrenar. Tengo que superar mis límites aún más.
─Está bien, ¿pero por qué tienes la ropa rota?
─Porque ayer un tifón embistió la playa, y yo... pues... entrené con él.
─Wow, debió ser intenso.
─Pero gracias a eso ahora soy más fuerte, y el calor de Tokio o alguna otra ciudad no me hace nada, porque yo estuve entrenando bajo el terrible sol de Okinawa.
─Pues, me alegro, supongo...
─¿Y por qué viniste?
─Es que quería dar una vuelta durante todo el día, ya que no soporto estar en casa.
─¿Por qué?
¿Qué hago? ¿Le digo o no le digo? Recién lo acabo de conocer. No, mejor le digo en otra oportunidad.
─Etto... te lo diré en otra ocasión.
─Está bien─ se sacude la arena de sus piernas y trasero─. ¿Te gustaría caminar un rato por la playa?
─¿Enserio quieres caminar conmigo?
─Por supuesto, ¿por qué no? Me caes bien.
─¿Lo dices enserio? ¿O lo dices por la comida?─ pregunté riendo.
─Ambas─ se ríe.
─Está bien. Si te veo en otra parte te prometo que te traeré más comida, ya que cocino mucho todos los días─ le sonrío, y partimos rumbo a caminar unos kilómetros por la playa.
Hablamos un montón en toda la caminata. Él me dijo que es campeón de Japón. Ganó (bueno, mejor dicho quedó empatado con el Nankatsu, el equipo del hermano de la bebita de Minami) el tercer torneo de secundarias, que yo no pude ver porque ni sabía que existía esos torneos (estaba inconsciente cuando se jugaron). Después me dijo que estudiaba en el colegio Toho, el lugar de los jugadores de alto nivel, y que era el capitán del equipo. Yo si tuviese plata me hubiera ido para ahí, en vez de estar en este mugroso colegio Nankatsu lleno de bebitos inmaduros, pero el punto es que estoy muy pobre. También le hablé un poco de mí, le conté que estaría en tercer año, pero estoy en primero por el accidente que tuve que me dejó inconsciente por dos años.
Cuando recordé a Urabe en medio de ese tema del accidente, me puse a pensar: si el camión no me hubiese arrollado, y hubiese seguido jugando con Urabe..., ¿dónde estaría ahora?
Cuando se estaba haciendo un poco tarde, me despedí de él rápidamente para poder alcanzar el tren, ya que el otro demora siglos en pasar. Agendé su número de celular para estar en contacto con él y así poder salir de nuevo. Al fin hice un amigo verdadero.
─Nos vemos, Hyuga. Tal vez venga a Okinawa mañana.
─Yo seguiré entrenando aquí hasta que sienta que soy más fuerte. Así que aquí me encontrarás.
─Okey─ nos despedimos con un beso en la mejilla─. Adiós─ y fui corriendo a alcanzar el tren.
Dios, Kojiro es hermoso...
KISUGI'S POV
─¡Nggh! ¡I-izawa...!
─Shh─ me pone un dedo en los labios─, calladito te ves más kawaii─ lame mi mejilla.
─¡Teppei! ¡Mamoru! ¡La comida está lista!─ nos grita mamá desde la cocina.
─¡Ya vamos! Rápido, ponte los pantalones─ le susurro.
─¡Es que me quedan muy ajustados!─ se queja.
─Yo te ayudo.
─¡Teppei! ¡Mamoru! ¡Es la última vez que los llamo!─ golpea la puerta. La abre y nos ve sentados en la cama.
─Hola, mami─ le digo con una sonrisa inocente─. Ya bajamos, solamente nos estábamos poniendo los zapatos.
─Oh, pensé que estaban haciendo cuchi cuchi─ nos mira pícara.
─Ya, ya, vamos, Izawa─ los dos bajamos a la cocina.
