Hasta la cadera

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Akashi está en su mundo. Como si nada existiera más que él y el aro que tiene en frente. Ningún otro quiso jugar así que simplemente tomó la mitad de la cancha (la otra mitad está siendo usada para jugar con dados, o cartas) y practica como cuando iba al instituto.

Está concentrado en su juego, casi sintiendo las voces de sus padres alentándolo desde la tribuna. Él lleva un uniforme celeste y blanco, se prepara para lanzar, toma posición y sus dedos se despegan del balón al tiempo que sufre un estridente dolor en la costilla.

El balón golpea el tablero y cae a un lado, tal como sus rodillas que golpean el pavimento.

El ensueño se corroe bajo la sonrisa diabólica de un platinado.

—Que pasa contigo? —Espetó y mira bajo su remera, notando un tono rojizo que pronto se volverá morado sobre las costillas.

—Que mierda haces a mitad de camino?! Estas estorbando! —gritó él y le dio un empujón que lo tira al piso, Akashi parpadea con sus iris cereza envueltos en confusión.

—Tienes razón, lo siento. —Se levanta pero antes de ponerse de pie el otro lo toma de la camiseta.

—Esto no va a solucionarse con una disculpa, tú pequeño imbécil!

Alzó el puño con los ojos distendidos en rabia, una completa rabia sin sentido. Akashi cierra los ojos, confiando que algún guardia va a detenerlo. Siente una ráfaga de aire pero el golpe nunca llega, parpadea confuso y ve una sombra justo delante: una cabellera castaña sufrió una brusca sacudida antes de girarse a un lado, mostrando un labio partido.

El chico vestido con bata de médico se interpuso en el camino del golpe, recibiéndolo en su lugar.

Akashi lo atrapa antes de que caiga al suelo, sentándolo justo a su lado en el piso.

—Haizaki! Esta no es la forma de lidiar con esa ira —exclama una rubia mientras el platinado era sujetado por dos guardias vestidos de blanco. La rubia fija una horrorizada mirada no en su paciente, sino en el pelirrojo.

—Tiene razón.. —Akashi no entiende nada cuando los ojos del platinado lo miran con sincero arrepentimiento— no debí hacer eso, no volverá a pasar. Doctor.. Lo siento.

El césped se mancha de un escupitajo sanguinolento, Akashi abre los ojos con preocupación y lo sujeta firmemente de los hombros, en un insconciente abrazo protector.

—Mas te vale, ese gancho dolió —dice sonriendo con una mueca dolorida— y soy practicante.

Parpadea asombrado ante la sonrisa en el medico: una sincera sonrisa de ojos brillando. Aunque su labio esta hinchándose como un globo rojo, aunque cae una lágrima de sangre sobre su mentón, el castaño se ve tranquilo. Akashi puede sentir el aroma a mandarina que despide su cabellera alborotada, puede notar de cerca las pecas que le salpican la nariz, ve sus finos labios bajo la hinchazón y el tono chocolate que se vuelve casi rojizo bajo la luz del día en aquellos grandes ojos.

Esos ojos que se fijan en los suyos y casi puede afirmar que el practicante dio un salto al verlo.

—Cuanto llevas aquí? —pregunta la doctora rubia.

—Cuatro días —dice el castaño y ella rueda los ojos.

—Si sigues así vas a terminar en cama antes de lo dos meses. —le echó una mirada lugubre al pelirrojo, entonces se alejó sacudiendo su cabello color maíz.

—Estas bien? —pregunta el pelirrojo, preocupado— vayamos a la enfermería.

—Por esto? Nah, no es necesario.

Le tiende la mano y él duda un segundo antes de ser izado como a una muñeca de trapo. Los iris cereza están curiosos, pues puede notar aquellas mejillas casi infantiles algo sonrojadas y la mezcla de colores cálidos le hacen separar los labios y sonreír.

Ese practicante tenía rasgos finos y agradables, delicado y alegre aún luego de recibir un golpe.

Era fascinante.

Lo tomó de la mano y lo guió con seguridad, pero en cuanto ingresan al edifico el castaño lo suelta. Akashi mira su mano vacía como si le hubieran robado algo.

—Será mejor que vayas a las duchas, debe estar cansado y aún tenemos terapia.

—Terapia? —Sus ojos se abren felices y se cierran despacio, calculando los límites de aquella palabra— de acuerdo. Dónde quieres que lo hagamos?

El castaño se lleva una mano al cabello y lo jala un poco a la altura de la nuca, sus mejillas se ven más rojas que antes.

—Donde gustes, quieres que sea en tu habitación? Como la vez anterior? —Akashi ladea el rostro y asiente no muy convencido.

—Te estaré esperando.

Va corriendo a las escaleras y las sube sin esfuerzo alguno, sonríe abiertamente al girar hacia atrás y encontrarse con la mirada chocolate.

...❤

Pasa cerca de media hora cuando oye los golpes en la puerta. Da un brinco con una sonrisa y abre, pero la sonrisa se desvanece de inmediato.

—Doctora Garcia.

—Tienes un minuto? —Akashi hace un ademán y ella da un paso dentro, sus ojos miran alrededor como si temiera que algo le saltara en la espalda— qué tramas?

—Disculpe?

—Sabes a lo que me refiero —Lo señaló con el índice y lo clavó en su pecho— los tipos como tú no tienen lugar en hospitales como este. Te mantuviste cuatro años calmado y perdiste el temple ayer.. Que pasó con tu anterior médico?

—No sé lo que le sucedió, también estoy sorprendido de que Furihata kun..

—Ni te atrevas —Lo interumpio— conozco a la tipos como tu, prefieren hacerse los locos antes que ir a la prisión.. Pero dame una razón, sólo una.. Y haré que te pudras en la cárcel.

Si las miradas mataran, Akashi estaría agonizando en el piso. La rubia salió de la habitación azotando la puerta tras de si.

—Hah... Que mujer más insulsa.. —murmuró despeinándose el cabello, volvieron a tocar la puerta— adelante.

—Seijurou, estas listo para la terapia?

—Ahh.. Kouki —El nombre es ronroneado desde su garganta— por supuesto. Entra.

El castaño sufre un involuntario estremecimiento y Akashi sonríe encantado.

Aquél chico está en sus manos.

...❤

Me gustan las relaciones que se desarrollan lentamente, se nota? Lol.
Gracias por leer. Saludos! 💙

 El paciente de la 0412Donde viven las historias. Descúbrelo ahora