Hasta los hombros

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—Realmente no recuerdas aquella noche?

Deja de observar sus escasas notas en la libreta y mira al pelirrojo, quien está cómodamente recostado sobre un sillón, pasándose los dedos por sus cabellos rojos mientras mira por la ventana. El practicante se muerde el labio y mira su perfecto perfil, así recostado de lado parece un antiguo dios griego, esperando la admiración de los insulsos mortales que sólo pueden apreciarlo de lejos.

Kouki suspira, porque el pelirrojo no tiene intenciones de responder. Ni siquiera para burlarse.

—Con quién estoy hablando ahora?

—Quieres hablar con el otro? —murmura con un tono sugestivo, observa la hora en su muñeca y luego a los iris chocolate. Kouki pega un brinco, como si el oro de aquel reloj se le hubiera pegado al ojo, uno de sus iris se tornó dorado.

—Podrías? Te lo agradecería mucho, Seijurou.

—De seguro se llevarán de maravilla.. Tú y el perdedor.. El miedosito.

—Por qué lo dices?

Seijurou lo mira con una expresión lúgubre como si estuviera viendo a un ingenuo y tonto niño frente a él. Sus ojos con heterocromia se cerraron, tomó un gran respiro y abrió una mirada cereza que rebosa quietud.

Esos ojos que brillan como cerezas marrasquino parecen suspirar apacibles.

—Eres tú. Cómo está tu boca?

Kouki se queda mudo mientras el pelirrojo se pone de pie y se le acerca como si temiera romperlo, alza una mano y lo sujeta de la mejilla para mirar con atención la pequeña herida que aún permanece en su labio. El castaño contiene el aliento, su estómago arde cuando siente la respiración ajena golpearle los labios.

—Se.. Seijurou?

—Mm? Parece que está mejor. Gracias por hacer eso. No se.. Si te agradecí antes. —Su índice le delinea los labios, haciéndolo estremecer cuando acaricia la herida cicatrizada.

—Descuida! —exclamó tomando su mano lejos de él— descuida.. No importa. No fue tu culpa.

—Pero aún así. Mm.. —medita aún de pie— recibiste el golpe por mi..

Kouki se siente incómodo con esta identidad, lo mira con cautela, temiendo que en cualquier momento vuelva a tocarlo.  Ya no sabe cuál es peor, si el ególatra o el de manos largas.

Mas importante aún, podría ser que esta es la identidad asesina?

La vergüenza se convierte en recelo y lo mira atentamente.

—Por favor, Akashi, toma asiento.

—Podría recompensarte?

Sus ojos resplandecen como semillas de granada, y Kouki se reconoce impactado del cambio radical en su apariencia, movimientos y gestos. Si el otro era como un rey intocable, este es como un compañero, un amigo gentil y amable.

—No quiero que te sientas incómodo. —dijo alzando las manos, pero sus palabras sólo le hicieron temblar el pulso— como muestra de agradecimiento te haré un obsequio.. Umm.. Dejame ver.

Echó una mirada alrededor como si buscara algo, se frotó su masculino mentón y luego la piel dónde debería tener barba, pero claramente estaba bien afeitado. Se frotó las manos y se detuvo al chocar con el reloj en su muñeca. Miró aquél oro pero ésta vez no se le pegó en el iris.. Kouki no supo si eso era bueno o malo.

De alguna manera se había acostumbrado al cruel Seijurou, había aprendido a estar a a la defensiva, mentalmente preparado para cualquier ataque. Pero con este pelirrojo amable y de mirada candida.. No sabía a qué atenerse, estaba bajando la guardia, y por eso este es más peligroso que el otro Akashi.

—Ya se! Toma mi reloj.

—Eh? Estas jugando?

—Claro que no, anda, tomalo.

—Ni se te ocurra, Akashi. Pueden despedirme si se enteran de que recibí algo de un paciente.

No supo de donde le salió la voz grave y la mirada firme pero fue suficiente para detener al pelirrojo, quien dejó de pelear con el reloj y se dejó caer penosamente en el sillón, sacando el labio inferior hacia afuera.

—Tengo que compensarte de una manera.

—Claro que no, tu mismo lo dijiste, mi deber es cuidar de los pacientes.. —se interrumpió.

—Yo lo dije? 

—Mejor comencemos con la terapia, Akashi. —Sacudió su cabellera castaña y volvió a mirar la libreta con escasas palabras en ella— dime, cómo fue tu infancia?

—Mm.. fue buena —sonríe como un pequeño al recibir un dulce— fui muy feliz. Mi madre siempre jugaba conmigo, mi padre me leía sobre historia en las noches..

—Leí que fuiste a un colegio pupilo. No fue duro?

—Mis padres lo hicieron por mi bien, aprendí muchas cosas útiles. Incluso latín.

Juntó las manos sobre sus piernas cruzadas con una mirada calma, sus ojos bailan alrededor de la habitación como si recordara momentos felices

—Cuando eres niño todo parece duro pero no lo es. Cuando creces te das cuenta de lo que es duro de verdad..

—Como la muerte?

—Vaya, que cambio de charla —Sonríe, Kouki se siente incómodo, pero de una manera diferente a cuando estaba con el otro Akashi— ya lo sabes, cierto? Eres mi nuevo terapeuta.

—Sobre lo sucedido con tus padres?

Sus iris se llenaron de lágrimas en un segundo. El castaño está perplejo, así que sólo atina a darle un pañuelo que el otro toma agradecido y se seca sus hermosos ojos gentiles.

—Yo no sé lo que pasó.. Si tan sólo pudiera recordar.. —Su voz se quebró.

Pasaron varios años desde aquella noche, pero el pelirrojo parece tan afectado como si acabara de suceder.

Se inclina hacia adelante y llora con fuerza, Kouki no piensa con la cabeza de un psiquiatra al ponerse de pie y sentarse a su lado. Pasa su mano por la espalda ajena, que tiembla y se retuerce, temblando entre lágrimas calientes y pesadas.

De repente Akashi lo abraza en busca de refugio y llora en su pecho, Kouki siente su bata blanca humedecerse pero eso no lo detiene de acariciar aquella fuerte espalda, encantado con su aroma a rosas y la manera en que su cabello resplandece con la luz del atardecer.

—Tranquilo. Estoy contigo.. Respira.

El pelirrojo se endereza y toma un largo respiro. Su mirada está enrojecida por el llanto, sus labios están algo hinchados, seguramente por habérselos mordido.

El corazón del castaño golpea su pecho, aquellos labios están a su alcance, tan apetecibles, con sus mejillas ardiendo de pronto en aquella tersa piel de porcelana.

Kouki ve sus iris dilatados, se refleja en ellos, y es incapaz de mover un sólo cabello cuando el pelirrojo se inclina hacia adelante y lo besa.


 El paciente de la 0412Donde viven las historias. Descúbrelo ahora