Hasta los ojos

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Ambos pares de ojos se mantuvieron muy abiertos, chocando entre sí en busca de insinuaciones mudas. El pelirrojo parecía sonreír con la mirada, Kouki estaba sorprendido por las palabras que aún hacían eco en su mente.

Golpeo la mesa con las palmas y la rodeó con los ojos de un león hambriento que arrincona a su presa. Kouki se quedó petrificado en su lugar hasta que fue tomado del cuello e izado con rudeza, los labios le temblaron al sentir el aliento contrario empujar contra su boca.

—Q..q.. Que..? S..Se.. Sei.. Seijurou..

—No es esto lo que hacían cuando los interrumpí?

—B-bueno.. Yo... Sólo.. —El agarre en su cuello fue más fuerte— sólo era un beso!

—Tus manos en mi trasero no decían eso —susurró con voz grave, implacable.

—Es.. Estas enojado?

—Todo lo contrario.

Sonrió con descaro y apretó el trasero de Kouki con fuerza, moviendo el trozo de carne de arriba a abajo, sopesandolo, disfrutandolo.

—Ves?

Se mordió los labios en una sonrisa ladina y descendió a su cuello desnudo, gruñendo al conseguir besar y morder su piel trigueña. Kouki ladeó el rostro avergonzado, se cubrió los labios para evitar gemir bajo aquella excitante caricia. Le temblaban las piernas, aferrándose con una mano al hombro ajeno fue que pudo resistir las lamidas en su sensible piel, pero pronto el pelirrojo decidió cambiar de posición. Lo empujó contra la mesa y ronroneando su nombre en su oído, soltó uno a uno los botones de su camisa con los dedos descendiendo sin detenimiento.

Para cuando el castaño se dio cuenta, Akashi había dejado de respirar en su nuca para bajar conforme dejaba un camino de besos a lo largo de su espina dorsal. Kouki sentía el rubor llegarle a las orejas, estaba medio desnudo ante el que horas atrás había sido su paciente, pero no podía negar que obedecer sus deseos y esperar expectante a ver su siguiente movimiento le llenaban el estómago de una deliciosa inquietud.

Sus pantalones cayeron a los tobillos y contuvo el aire. Tenía miedo de voltear así que sólo esperó, el silencio le estremecía las piernas, sentía frío en todo el cuerpo con la piel erizada cual gallina. Entonces notó los dedos de Seijurou deslizarse desde sus pantorrillas hacia arriba, un escalofrío ascendió por la espalda de Kouki cuando acarició sus muslos y subió aún más.

Esperando el roce de sus manos, lanzó un grito cuando le separó las nalgas y su lengua caliente lo recorrió por dentro.

—S-Seijuro! —reclamó, pero sonó como un gemido mientras trataba de mantenerse en pie, clavando las uñas en la mesa.

—Más?

Se armó de valor y miró sobre su hombro el momento exacto en que ésa golosa lengua rosada se humedecía los labios, lo devoró con unas negras pupilas dilatadas y entonces volvió a perderse en un interior. Sintió un escalofrío de puro placer, suspirando por las invasivas caricias de aquella morbosa lengua.

No conforme con eso, los dedos de porcelana se ciñeron entorno a su miembro, frotándolo en toda su longitud al reemplazar la lengua por un par de dedos que entraban y salían húmedos de su cavidad.

—Haa.. Haa.. Seijurou.. Mmm!!

Le mordió el muslo con lujuria, lo estaba tocando con un arrogante deseo, cual líder de orquesta que ordena a varios instrumentos y descubre un sonido diferente con cada cuerda o botón pulsado. Entonces halló el punto exacto donde gritó y se echó hacia adelante, se giró a verlo con el calor zumbandole en los oídos y notó la sonrisa caníbal que llevaba el pelirrojo.

 El paciente de la 0412Donde viven las historias. Descúbrelo ahora