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[Flashback]

—¿Qué son? —preguntó Taehyung, con casi cinco años de edad, asomándose por el hombro de su abuela que yacía sentada en un amplio sofá marrón.

La mujer detuvo con cuidado sus acciones para tomar al pequeño en brazos y sentarlo a su lado, ligeramente sonrojada por el impacto en su corazón de la ternura del pequeño niño: a quien le brillaban los ojos por la curiosidad, y tenía los rizos mal peinados y algo alborotados, aumentando el volumen de su pequeña cabeza. Para ser coreano, el pequeño sin duda tenía los ojos muy grandes, claros en su hermoso color almendra, tan puros y transparentes que fácilmente dejaba pasar sus emociones, —que para su edad, lastimosamente mostraban mucho— y adornaban su pulcro rostro junto a sus lindos lunares adornando su mejilla izquierda y uno de los orificios de su nariz. Ojalá su belleza tuviera límites, pero no la tenía, incluso su piel acanelada y sensible como la porcelana se encontraba algo rosada por el rayo de sol que se colaba por la ventana, seguramente en el desespero de tocar al niño con apariencia de angelito, mientras de vuelta en el mundo real, el niño miraba atento a su abuela, aún en espera de una respuesta.

La mujer buscó entre los hilos y agujas —sin dejar que el castaño le viera, ya que habían tenido algunos inconvenientes fuertes gracias a las agujas— y palpó con cuidado hasta dar con su pequeño y viejo dedal. Tomó con cuidado el objeto dorado al cual se refería el niño y volviéndose hacia él, lo puso en su dedo, mostrando así su finalidad. 

El niño amplió sus adorables luceros, y abrió un poco su pequeña y rosadita boca, mostrando su sorpresa.

—¿Entonces los pones en tus dedos para adornarlos? ¿Cómo con los árboles de navidad? —preguntó, acercando sus manitas con cuidado para tocar el objeto. Su abuela asintió con amabilidad, aunque después el niño no tardara en quejarse cuando el objeto no cupo con exactitud en sus pequeños dedos.

—No, Taehyung. —respondió su abuela, sonriendo con dulzura mientras le acariciaba el mentón—. Estas pequeñas cositas sirven para que no te lastimes los dedos mientras coses. Se llaman Dedales.

Taehyung frunció el ceño, procesando la información. Sacó el objeto de su dedo y lo palpó, con su frente arrugada. 

—¿Por qué tiene huequitos? —preguntó entonces. 

—Para evitar que el objeto se perjudique, también.

—¿Perjuquedije?

—Perjudique. —repitió la mujer, ahora riendo.

—¿Qué es perjuquedije? —preguntó, siendo aún demasiado pequeño como para lograr corregir la palabra. La sonrisa cuadrada de su abuela se hizo más amplia.

—Que se dañe, hijo. —respondió, y el niño soltó un "Oh..." suave, comprendiendo al fin.

—¿Entonces si lo usas no te lastimas y el dedal no se daña?

—Exacto, TaeTae.

—¡Me encantan! ¡Abuela, quiero uno! ¿Puedo tener uno?

—Pero cariño, tú no saber coser, y dudo que quieras.

—P-Pero... —abultó su boquita en un puchero—. Los quiero para jugar.

Su abuela ahogó una risa, acercando al pequeño para darle un abrazo fuerte, al cual el niño no se negó.

—Te daré uno, entonces. — respondió, rindiéndose. No pensó que existiera un ser humano en la tierra que le dijera que no a su pequeña carita angelical. 

—¿Muchos?

La mujer sintió ganas de rodar los ojos por los caprichos en los que era inducida.

—Está bien, muchos. —dijo, estrujando al niño aún en sus brazos, que se quejó riendo—. Pero ten cuidado, no te los vayas a meter a la boca. Son demasiado pequeños y puedes ahogarte, ¿Entendido?

Dedal «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora