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—Primer pistón, luego cuarto con apoyo en el segundo, y una muy buena proyección del aire. Eso es lo necesario para hacer bien ese pasaje. —explicó con cuidado Hyeri, la maestra de instrumento de Taehyung. El castaño sentado bajo ella concentró toda su atención en la ubicación de sus dedos en los pistones de aquel Corno Francés, intentando que su boca no hiciera mucha presión en la boquilla para que el sonido saliera limpio y pudiera culminar su primer obra. Su maestra, atenta a sus movimientos, recogió su cabello cobrizo en una coleta y acomodó sus lentes en el puente de su nariz. El castaño se distrajo un poco cuando la miró cortamente. Taehyung pensaba mucho en el hecho de que su maestra Hyeri tuviera lentes. ¡Sus ojos eran azules! Era una completa lástima que por problemas visuales tuviera que esconderlos tras unos cristales. Cuando ella los olvidaba, la gente casi podía dudar de su nacionalidad coreana y volverse un gran foco de atención. Su carita delicada y ovalada de nariz respingada y pómulos perfectos lo volvían todo un espectáculo. El castaño le había sugerido más de mil veces que utilizará sólo lentes de contacto para su vista, pero la chica siempre se negó rotundamente, quejándose de que usar esas "mierdillas de plástico" —como solía llamarlas—le provocaban ardor y le irritaban mucho los ojos. Al parecer nunca dejaría sus lentes. Era una lástima.

Aunque solo era su maestra, Park Hyeri se había vuelto algo cercana a él. Las clases eran divertidas y relajantes, y casi siempre charlaban más de lo que estudiaban, pero a Taehyung en realidad le agradaba su compañía. Entre todo lo que hablaban, sabía ahora que la chica estaba finalizando la universidad en su carrera de música y que le apasionaba enseñar, que tenía una hermana y un hermano mayor, y que estaba pronta a cumplir 23. Ambos coincidían, de alguna forma, en ser el foco de mimos en casa. Quizás eso los había unido más.

Y en cuanto a Hyeri, le gustaba enseñarle a Taehyung. Era el más atento de todas sus clases individuales, nunca se quejaba si por accidente llegaba tarde y era divertido hablar con él. Se había sorprendido un poco al saber que el motivo de su aprendizaje era el controlar su Fobia a la Sangre, ya que su doctor le había recomendando ocuparse en algún hobbie para calmar sus crisis leves, pero al mismo tiempo, a ella le agradó ser parte de su terapia.

Siempre le había gustado ser útil.

—Hoy me llamaste temprano, Tae. —comentó ella, cuando guardaban con cuidado el instrumento dorado en el estuche después de hacerle su debida limpieza.

El castaño se limitó a mirarla un momento mientras movía los pies desde aquella silla alta, que no le dejaban tocar el suelo, y solo sonrió con algo de tensión, sintiendo su corazón alterarse un poco al recordar su pequeña polémica por el ataque de pánico el día anterior en la universidad. Se relamió los labios aunque no los tuviera secos, y aferró las manos al borde de la silla, intentando liberar su creciente nerviosismo y poder hablar con normalidad.

No lo logró en los primeros segundos.

—¿No tuviste clases hoy? —preguntó Hyeri, al desconcertarse ligeramente por el silencio del contrario.

Taehyung respiró profundo antes de organizar su boca. —Sí, si tenía... Pero tuve una crisis ayer y me pidieron quedarme en casa y recuperarme. —explicó, casi musitando, sintiéndose de repente pequeño y abrumado por su condición. Dios. Esto era realmente vergonzoso.

—Oh. —exclamó ella, alzando las cejas con sorpresa. No pudo evitarlo.—¿Y ya estás mejor?

Taehyung sacudió su cabeza en asentimiento.

—Así es. Tus clases me relajan, Hyeri.

Ella rió, cerrando el estuche y poniéndolo en su espalda con sus respectivas correas como si de una maleta tratase. Volvió a mirarlo.

Dedal «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora