Prefacio

40.7K 2K 593
                                    

Siempre he pensado que la vida trata de hacer lo que mejor sabes hacer, estando lo mejor posible con la persona que mejor es para ti. Como mi novio quien es lo que siempre soñé. 

Aunque, siendo sincera, nunca me había puesto a pensar en lo que buscaba en un hombre, pero estoy tan a gusto con él que mis expectativas son él. Y está bien porque Juan Pablo es el tipo de chico que estarías feliz de presentar a tu familia; cálido, formal, caballeroso, con metas bien dispuestas en su vida y con un futuro profesional decente, siempre encaja a la perfección en cualquier situación.

Sabe adaptarse y sabe cómo hacer que uno pudiera adaptarse más fácilmente.

Y para mí nuestra relación iba bien, pensaba que éramos esa pareja estable entre el montón de relaciones tóxicas o que iban en picada o que ya eran historia. Sin embargo, el hecho de que llevara tres días sin responder mis mensajes y uno ignorando mis llamadas me decía todo lo contrario.

Al principio atribuí su distancia a los preparativos que hacíamos para la universidad, pues después de mucho papeleo, trámites y nervios, lo aceptaron en la Universidad de Yesca, una universidad privada cuyo renombre era tal, que ni siquiera la llegué a considerar como opción alguna vez. La colegiatura era fuerte, sí, cuando me metí a investigar solo por curiosidad tuve que cerrar la computadora portátil y fingir que no había visto nada.

Pero la mejor parte de todo es que el fue transferido por un semestre, así que le respetarán la cifra de la colegiatura que paga en la humilde Universidad de Sores, la del pueblo en donde vivimos. Su sueño se hizo realidad: Estudiar Arquitectura en la mejor universidad del país, sobre todo en ese ámbito.

Y la cereza del pastel es que yo también quedé. Me considero buena novia, leal, cariñosa y comprensiva; sinceramente y mi mejor amiga me llama ingenua, me veo casada con Juan Pablo, tendremos un perro, tal vez un loro y mientras él diseñaría plazas comerciales, viviendas o parques, yo atendería pacientes en el hospital del pueblo. Un arquitecto y una doctora, desde mi punto de vista todo es rosa.

Así que cuando me insistió para aplicar también en la universidad para ver si podíamos irnos juntos, no tuve que pensar mucho para aceptarlo. Casi al día siguiente dije que sí. Una parte de mí (la más grande) creyó que no sería aceptada, la otra parte tenía la ilusión porque entonces seríamos una hermosa pareja. Me imaginaba a nuestros nuevos amigos celosos de nuestro amor, tal vez algunos deseando tener algo con el otro, pero nosotros demasiado enamorados para ver a alguien más.

Me convencí de que, al regresar, nuestro amor sería más fuerte y entonces sería el momento idóneo para realmente empezar a planear un futuro a largo plazo juntos.

Pero antes del futuro a largo plazo va el futuro mediato y este no se ve muy prometedor. Ya no le adjudicó su distancia a los preparativos, mi instinto ahora dice que todo va mal y aunque las señales son muy obvias, no lo quiero creer.

Recibo un mensaje de texto en el que informa que debe hablar conmigo y pasará en diez minutos a mi casa.

Son los diez minutos más largos de mi vida.

Cuando llega, no puedo evitar sonreír, es casi un reflejo: Lo veo y automáticamente sonrío. Pero esta vez él no me devuelve la sonrisa. La punzada en mi interior amenaza con hacerme llorar. Su rechazo fue palpable, su mirada entre confusa, derrotada y enojada. Todo él es un muro de hielo que me pega tan fuerte, que ni siquiera puedo pensar bien.

—¿Pasa algo? —atino a decir una vez que el silencio se vuelve insoportable—. Me da gusto verte.

—Debemos romper —dice con voz firme—. La universidad será un ambiente nuevo, habrá cambios y también conoceremos a más personas. No es buena idea ir atados a algo... O alguien. 

Perversa obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora