Capítulo 22

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Ventura me lleva en brazos hasta el segundo piso, reconozco la puerta de la habitación en la que desperté después de que me drogara accidentalmente...mierda, el café. Debe existir una razón en específico por la cual me drogaron; ahora que todo indica que los malditos tres bastardos que jugaron conmigo son los que están detrás del acoso y el asesinato, rememoro los eventos de la tarde, pero fuera de la vez que me separé para seguir a Juan Pablo, no hay otro lapso en el cual, cualquiera de los tres, pudiera entrar al local para manipular nuestras bebidas.

Claro, como ni Giuli ni yo estábamos presentes, decidieron drogarnos a las dos y así no fallar. Lo único que no me explico es el objetivo que tenían con todo lo ocurrido. Si yo armara todo ese plan solo tendría el objetivo de hacer sentir culpable a quien más resultó afectado, o sea yo. Porque me quedé dormida fue que no escuché el mensaje de voz, por eso no me dio tiempo de ir a la policía, obviamente preferí salvar a los chicos antes que entregar la maldita copia del video, por eso me atraparon y me...

Ahí es cuando no cuadra. Dalia no pudo ser la figura encapuchada, es un poco más alta que yo, pero no lo suficientemente fuerte como para someterme. Sé que no fue ni Pavel ni Sebastián porque cuando la figura me atrapó, ellos estaban en la calle, los vi por la ventana. Debió tratarse de una cuarta persona ¿Quién? La verdadera pregunta es si realmente los tres chicos son culpables. Mi mente al principio pensaba que sí, las teorías en mi cabeza encajaron, pero ahora no lo sé. ¿Y si el golpe en la mejilla de Dalia era real? Tal vez sí fue atacada. Pero eso no quita el hecho de que solo ella y Tristán sabían que iría a la mansión. Casualmente le digo y minutos después el acosador ataca.

Tal vez el acosador es Tristán, él pudo ser el asesino. Suponiendo que es un asesino, pudo haberme matado cuando me quedé dormida en su casa, no hay estado más vulnerable que ese; pero no, desperté en una cómoda cama, viva y sin un solo rasguño. Si me quisiera muerta, ya lo estaría. Incluso si Dalia, Pavel y Sebastián me quisieran muerta, ya lo estaría; habría bastado con no sacarme de la tierra.

Hace quince minutos juraba que esos tres trabajaban en conjunto con mi ex novio, pero ahora no estoy tan segura.

Ventura abre una puerta del fondo, a dos puertas de la habitación en la que desperté. Si pudiera hablar, le daría las gracias, pero mi mente divaga entre todos los posibles sospechosos y no logro pensar más allá del porqué el aroma de la sudadera negra es la misma que la de la camioneta de Sebastián. Vamos, no es un aroma único, eso no lo convierte en asesino o sospechoso. Deja de intentar justificar a todos. Es que necesito aferrarme a algo que me haga sentir segura.

Y con ellos una parte de mí se sentía segura.

―No se ve profundo ―argumenta Ventura mientras me coloca sobre la cama―. Pero hay que limpiarla para que no se infecte.

Me lanza una mirada angustiada antes de entrar al baño. Veo la luz encenderse y escucho ruido desde el interior. Me aventuro a echar un vistazo a la herida, el pantalón está manchado de sangre y roto, por supuesto. No recuerdo que la herida fuera tan grande. La sangre seca impide que logre desprender la tela de la piel, maldita sea, va a doler. Busco con la vista un espejo, pero no hay. Sé que mi estado es lamentable, pero pudo ser peor, pude quedarme enterrada.

Ventura regresa con un par de gasas, agua oxigenada y quién sabe cuántas cosas más. Miro mis manos y las noto sucias, manchadas, da asco. De pronto, me da tanta vergüenza estar aquí, frente a él. Todos sus amigos ricos están abajo disfrutando de una velada agradable con alcohol, tabaco y demás y yo aparezco así nada más. Me pregunto si Juan Pablo estará aquí, no lo vi, pero no es como que lo buscara intencionalmente.

―Tengo que cortar el pantalón, ¿está bien?

Asiento rápidamente, solo quiero que todo acabe. Con unas finas tijeras, corta parte del pantalón, antes de separarlo de la tela, lo remoja con agua oxigenada, debido al frío, en un acto reflejo aparto la pierna, pero el la sostiene con fuerza después de asegurarme que todo estará bien.

Perversa obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora