Capítulo 19

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Escondo las manos detrás de mi cuerpo, no estaba haciendo nada malo, solo que no era apropiado. Sacudo la cabeza para borrar de mi mente ese par de ojos color esmeralda.

―¿Qué hace este cuaderno en el suelo?

Lo levanta y lo avienta hacia mi escritorio, ah, nos despertamos bravas ¿eh?

―Maldita sean todos y todas ―avienta la mochila hacia su cama y abre la ventana―. ¡Jódanse!

Grita hacia afuera y vuelve a cerrar la ventana. Se sienta en la silla de su escritorio y comienza a dar vueltas. Espero a que se calma, deje de dar vueltas y se cruce de hombros para preguntarle si todo está bien.

―Son una mierda ―exclama―. Hernán me ha cortado estos últimos días, me dijo que soy una chica irritante mandona. Joan solo se rio y dijo que éramos más dramáticos que el teatro griego ―bufa y ríe amargamente―. Elige bien a tus amigos, Kendra, a veces no son lo que parecen.

Se mete al baño y cierra de un portazo. Creí que era imposible que Giuli se enojara, siempre es tan alegre, animada, platicadora...sí, irritante y mandona, pero nunca podría decírselo de frente, aparte, ha sido buena conmigo. Las peleas con amigos abundan, me he peleado infinidad de veces con Dana, pero la amistad lo sobrepasa, supongo que me libraré de las visitas de los chicos por un par de días, pero seguramente se arreglarán.

Al otro día, llegar a dibujo es un maldito martirio. Tomo la excelente decisión de llegar temprano de forma que pueda refundirme hasta atrás del salón y pasar desapercibida. Saco mis lápices y acomodo el lienzo sobre el caballete, bien, este es mi nuevo comienzo, me la van a pelar.

Marlene Diener entra al salón pavoneándose, trae consigo a Juan Pablo, detrás de ella, como si fuera su perro. Frunzo la nariz y aparto la mirada, estoy en esta clase para cumplir créditos y avanzar en mi licenciatura, no para lamentarme por hombres idiotas.

El profesor nos deja copiar imágenes que trae consigo, reparte una a cada uno de nosotros y nos da una hora para completar la tarea. La siguiente hora será de teoría. Tomo los colores pastel que nos indica tomar y me dispongo a la tarea. Miren, no soy experta, claro, hago mi mejor esfuerzo, se puede decir que mi arte es abstracto, si lo observas el tiempo suficiente, sí se parece a la imagen del profesor.

Finalmente, entregamos el dibujo y tomamos la clase. ¿A quién le importa la técnica de puntilleo? Voy a puntillear su rostro si no se calla de una buena vez.

Justo cuando estoy por quedarme dormida, mi teléfono vibra con fuerza. Se trata de Dalia y esta vez no es una imagen de piolín. En su mensaje pone que es urgente y que necesita verme en la salida de la biblioteca lo más pronto posible. Quedamos en vernos justo fuera de mi salón porque tampoco puedo deslindarme de la clase, todavía tengo que hablar con el profesor.

Cuando veo su rostro asomarse por la ventana de la puerta del salón, salgo. Siento la mirada de Juan Pablo clavada en mi espalda, pero me obligo a no voltear.

―Andrés me quiere ver en la noche ―dice angustiada―. Reservó en un restaurante lujoso.

Tardo un par de segundos en procesar que Andrés es su novio, el profesor. Hago un gesto interrogante, no entiendo su dilema.

―No seas tonta, Kendra ―voltea los ojos―. Tenemos lo del video.

―Pues cancélale.

―No es tan fácil ―se cruza de brazos y hace un puchero―. Hemos mantenido la relación en secreto y por fin estamos avanzando, no quiero arruinarlo.

Por esa razón dudaría mucho en andar con un profesor. Los chismes son jugosos, pero peligrosos, son capaces de arruinarle la vida a alguien.

―Pues ve con él, dijiste que no es necesario estar todos cuando pase lo del video.

Perversa obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora