Capítulo 29

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―¡Ventura! ―grito en un intento por detenerlo―. Espera, por favor.

Seguirlo es sencillo porque la gente, al verlo, se hace a un lado, incluso los que parecen ebrios. Camino entre las personas quienes me miran curiosos, no son todos, pues muchos simplemente se hacen a un lado para seguir bebiendo, pero una chica alza su teléfono y toma una fotografía. Perra chismosa.

Maldito sea Sebastián, el idiota vio a Ventura venir y se aprovechó de la ocasión. Joder, Ventura estuvo en la estación, Ventura seguramente ayudó en su caso, ¿por qué carajo sigue insistiendo en que es culpable? Y ahora logró que se abriera una brecha entre Ventura y yo, el cabrón lo hizo, ahora sí ya no podré "confabular" con el enemigo.

Un mesero se atraviesa cuando llego al límite entre el vestíbulo y la sala, aparece repentinamente por lo que tengo que detenerme en seco para evitar una colisión. Me pide una disculpa, pues sin querer, una copa hasta la mitad casi cae encima de mi vestido.

Para entonces pierdo a Ventura.

No está en la sala, la única persona a la que reconozco es a Renata que baila lascivamente entre dos chicos cuyo rostro no me detengo a ver. Subo las escaleras lo más rápido que puedo, pero en el piso de arriba tampoco lo veo, doy por hecho que está en su habitación, pero al intentar abrirla me doy cuenta de que está trabada. Suelto un quejido de frustración y recargo la frente en la puerta. No fue tu culpa, tú no lo besaste. Pero seguramente pareció que sí.

―No está ahí ―Regina arrastra las palabras―. ¿Sabes? Son como las anfetaminas ―bizquea un poco―. Pruebas un poco y luego no puedes parar ―sigo su mirada hacia Marlene y Juan Pablo quienes entran a una habitación mientras se besan―. Podrás ser miserable infinitamente a cambio de sentir tal éxtasis una vez más.

Se deja caer en un sillón, puedo ver una lágrima en su mejilla, minúscula y traslúcida, podría pasar desapercibida. Regina está en mal estado, puedo verlo, demasiado alcohol, seguramente también consumió alguna pastilla mágica. Tengo que encontrar a Ventura, pero no dejaré aquí a la pobre chica.

―Vamos, te llevaré a un cuarto.

Regina balbucea mientras la ayudo a ponerse en pie, la chica es pesada, pero una vez que se levanta, logra caminar de forma que no tengo que cargar con casi todo su peso. Aunque ciertamente, sus pasos son torpes y más con las zapatillas altísimas. Abro la habitación de la cual robé el sobre hace unas semanas, por suerte esta no está trabada. Una vez en la cama, la ayudo a acomodarse, quitarle los zapatos es toda una odisea debido a la cantidad de cintas, pero lo logro, para cuando termino ella ya está dormida. Encuentro una manta en el armario, la uso para taparla dado que no quiero moverla solo para cubrirla con la sábana.

Antes de salir, hecho un vistazo inconsciente hacia el librero, todo está en la misma posición que la vez pasada, el adorno en forma de torre tal cual lo coloqué la vez pasada; como si no hubiese robado. Casi por accidente, vislumbro una máscara, la que Ventura usaba durante nuestro baile. ¿Estuvo aquí? Me aventuro al sanitario, pero está vacío, ni rastros de él.

Pongo seguro en la puerta antes de salir, más vale evitar malos ratos con gente aprovechada, hay gente que estando ebria saca lo peor de sí, incluso sin estar ebria, la gente es capaz de atrocidades.

En el cuarto de televisión se lleva a cabo un partido de billar (eso no estaba cuando entré por primera vez), una pareja disfruta de las comodidades del sillón, aunque aun conservan la ropa, la televisión está prendida, muestra una película de terror, pero nadie presta atención. Uno de los jugadores es Ulruir, justo cuando llego hace un tiro fenomenal, pero por alguna razón, la bola no entra al hoyo y ahora queda en una difícil posición. Suerte, ojalá gane.

Perversa obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora