Capítulo 24

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Giuliana me encuentra a los pies de mi cama recostada en posición fetal. Raquel no me atacó, jamás se lanzó hacia mí porque nunca estuvo ahí. La imagen de mi amiga me ha asaltado una y otra vez desde que tuve la pésima fortuna de hallarla en el baño, su mirada muerta me ha acosado sacando a relucir un sentimiento que durante este tiempo luchaba por ahogar. Es la culpa, esa sensación que nace en mi pecho y se irradia hacia mis extremidades y mi estómago, aquella gélida daga que corta sin piedad y se entierra en lo más profundo de tu mente; como un gusano, se aloja en el interior para ser alimentado, para que crezca y que finalmente te consuma.

Yo no la maté, yo no la obligué a ir a la fiesta, tampoco a beber como si su hígado fuera de acero; la culpa es porque ella murió y yo no. Porque a pesar de estar en la misma fiesta y la misma casa, yo tuve la suerte de abrir los ojos de nuevo mientras que ella terminó de una forma terrible. No quiero morir, agradezco el estar viva, pero una parte de mí se siente tan mal que desearía haberme unido a ella a ellos.

―¡Kendra! ―se acuclilla junto a mí―. ¿Te caíste?

Una y otra vez, tropiezo tras tropiezo. El salir de Sores fue la pieza de dominó que inició esta cascada decadente. Y nadie es más responsable de ello que yo. Necesito una amiga, una confidente; hablar con Dana de mi mierda provocaría una catástrofe porque querría viajar para acá y unirse a mí en apoyo; buscaría una forma de ayudarme y el acosador dejó en claro que si la involucro, él se encargará de deshacerse de ella.

Y me tiene agarrada por todos lados, si no, hace tiempo habría salido de este lugar para nunca regresar. Un secreto es el arma más peligrosa que alguien puede usar en tu contra, pues si lo que escondes es capaz de destruirte, quien lo empuñe contra ti te convertirá en su títere. Me he convertido en una muñeca a merced de un desconocido.

―Necesito ayuda profesional ―y urgente―. Saber que mi ex puede estar cerca me dio pánico ―Giuli me mira con una mezcla de confusión y pena―. Nunca estés en relaciones tóxicas, aun cuando lo dejas, las sombras te persiguen.

Mi noviazgo con Juan Pablo fue sano, el final fue decadente, pero jamás me hizo sentir menos ni me golpeó ni me habló mal ni me humilló; al menos no mientras estuvimos en Sores, sin embargo conocí chicas a quienes tipos malos las envolvieron y les dieron una falsa idea de lo que es el amor; que te engañen, que te humillen, que te digan que eres solo suya y que te controlen, no es romántico. Sea hombre o mujer.

―Ay, Keny ―de pronto me dan ganas de comer tres litros de helado―. Tranquila, seguro que los consejeros universitarios pueden ayudarte ―me tiende la mano mientras se pone de pie―. Ese cabrón dudo que te haga daño, sus acciones son de un cobarde ―una vez que me levanto, me abraza―. ¿Nunca te hizo algún daño físico o emocional comprobable? Podríamos pedir una orden de restricción.

Mi ex tóxico imaginario no puede ayudarme en ese aspecto, además, la policía no puede ayudarme y aunque pudiera, no me atrevo a desafiar al acosador.

¿Qué tan malo sería dejar salir todos los secretos de una vez? A veces uno simplemente retrasa lo inevitable. No seas egoísta, tienes que aguantar, si tu pellejo fuera el único en juego lo entendería. ¿Qué tanta diferencia existe entre egoísmo y amor propia? El límite es tan difuso que lo normal es confundirlo. Quererte a ti mismo, anteponerte ante las circunstancias, ¿es egoísta? Y el amor es lo que frena dicho egoísmo a veces; oh el amor, un arma mortal capaz de equilibrar la balanza de cualquier juego.

―Gracias, solo necesito hablar con el psicólogo ―o el psiquiatra para irme a lo seguro―. Lamento tanto haberte puesto en peligro.

Los enormes ojos de Giuli me miran con un atisbo de gracia, un brillo de despreocupación. A veces la ignorancia es un regalo preciado que pocos saben atesorar. Jamás sería capaz de decirle que durmió con alguien que no era yo. Mi mente vuela al primer sospechoso; Juan Pablo, claro. Eso explicaría su inasistencia a la fiesta celebrada en la mansión, pero tampoco dejo de lado a Dalia, Pavel o Sebastián. Por más que intento verlos como asesinos, mi mente no lo logra, aun cuando las pruebas y sospechas son consistentes. No eran tus amigos, supéralo ya.

Perversa obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora