Capítulo 17

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Capítulo diecisiete 

~¡Mami, volví!

Risas. Risas de bebé.

No eran insoportable, eran... eran reconfortantes.

Sentí esa sensación en el pecho de adoración. Adoré esa risa todo el tiempo que mis ojos permanecieron cerrados.

***

Tenia ganas de orinar, esa fue la razón por la que desperté de aquel sueño donde nada tenía el más mínimo sentido. El cuarto contaba con poca iluminación por lo cual no se me hizo difícil abrir los ojos. Sabia que estaba en el hospital, pues el aire acondicionado comenzaba a causarme molestias por el simple hecho de que la bata no cubría lo suficiente.

Observé el reloj y en el pude visualizar los números 6:37 junto a AM. Fuera de la habitación se escuchaba la conversación que tenían mis padres, escuchando varias veces mi nombre saliendo entrecortado de los labios de mi madre.

Las ganas de usar el baño se esfumaron al tomarme el tiempo de pensar en lo ocurrido. Estaba tirando mi vida por la borda, estaba a un solo empujón de caer, estuve a punto de dejarme consumir por algo que tiene solución. Porque si, tenía solución, di un mal paso y juraba que había arruinado todo cuando no fue así.

Estuve a punto de abandonarlo todo. Iba a renunciar.

—¡Buen día, señores Evenson! — saludó Lehia del otro lado de la puerta.

—Hola, cariño. Esperemos que hoy si sea un buen día. — escuchar eso terminó de romperme.

—No perdemos la esperanza — habló Chad.

Los ojos me ardían. Dolían demasiado, al igual que la presión que había en mi pecho. Sentía las lagrimas correr por mis mejillas y el ardor se hizo inaguantable, ocasionando que frotara mis ojos con brusquedad mientras me recostara nuevamente en la camilla.

Las lágrimas eran inaguantables, mi pecho seguía manteniendo esa presión. Me sentía agotada, con ganas de hacerles saber que ya había vuelto. Los sollozos impedían mi cometido, quería gritar, quería que me hicieran compañía. Ya no quería estar sola. Ya no quería seguir consumiéndome, quería remediar mis errores, necesitaba pedir perdón, necesitaba muchas cosas.

La puerta cuando me había incorporado nuevamente en la cama. Mi madre me observaba, buscando algo, como si estuviese buscando algo que le dijese que era verdad.

—¡Mami, volví! — pude lograr decir entre mi llanto.

Se acercó. La primera lagrima cayó. Sentí ese abrazo como el primero.

—¡Tú nunca te fuiste! — afirmó entre lágrimas, sin intenciones de soltarme. Tampoco quería que lo hiciera.

—Si lo hice, mami. Y tuve mucho miedo. Rogué por volver y poder pedir perdón. — mi voz salió entrecortada — Rogué para que me permitieran amarlos un poco más.

—Mi vida — la voz de mi padre interrumpió. Se acercó, uniendo su frente a la mía. La primera gota cayó.

Estaba llorando. Estaban llorando. No estaba sola.

—¡Papi, ya estoy aquí!

***

Tenido una semana completa en el hospital a base de suero y se me fue imposible el no acatar la orden de ingerir los alimentos que se me suplieron. Y estaba dispuesta a acatar con cada orden que me asignara el doctor, porque estaba dispuesta a mejorar, no pensaba volver a aquel poso donde yo misma me lancé.

Hablé con los gemelos y con Lehia.

Y estaba dispuesta a poner un buen rumbo a mi vida.

Luego de 48 horas de observación me encontraba lista para volver a casa, y aunque mis padres se negaron, a ponerme al corriente con la universidad. Había pedido que trajeran mi laptop para ponerme al corriente de camino a casa,

Las lágrimas abordaron mis ojos nuevamente cuando abrí mi correo. Había muchos correos, varios con archivos con la tarea adjunta y mensajes bastante reconfortantes:

Hola, Robin.

Espero ya te encuentres mejor. Hemos velado por tu salud y ya se nos ha informado que despertaste. Estamos muy feliz de que todo esté yendo a mejor.

Aquí te dejo adjunta la clase del pasado lunes. Tomate todo el tiempo que sea posible, nuestra docente entiende la situación y me informó que querías ponerte al corriente.

Espero vuelvas pronto, con cariño

Luisa Sans.

Y no era el único, todos con mensajes que me sacaron mas de una lagrima. Y mi corazón retumbó, se sentía a tope. Me sentía querida.

Al llegar a casa tomé un baño, para luego vestirme con un pantalón de chándal y un abrigo. Al bajar tome asiento en uno de los taburetes de la barra mientras observaba a mi madre servir algo en un vaso para luego ponerlo frente a mí.

—Todo. De un trago. — dijo mientras me regalaba una sonrisa y acariciaba mi mejilla.

—¿Qué es?

—Después te digo.

Tomé hasta la ultima gota sin siquiera saborearlo, pero fue imposible que el sabor no quedara en mi lengua. No sabia nada bien.

—Remolacha...

—Con ají morrón — completó mientras me daba un pulgar arriba. — El doctor dijo que tenemos que eliminar esa anemia.

—¿Dónde esta mi padre? — pregunté al ver como volvía a la estufa y removía algunas cosas mientras agregaba condimentos.

—Debe estar a punto de regresar. Hoy iba al trabajo solo hasta el mediodía, yo me tomé dos semanas libres. Necesito cuidarte.

—Mamá, no hace falta — dije, pues no me había dicho que había tomado tantos días de su trabajo.

—Pues ya está...

La puerta de la casa fue abierta interrumpiéndola.

—¡Ya estoy en casa! — la voz de mi padre se escuchó desde la sala — Y traje a alguien conmigo.

La carcajada que le siguió me hizo volver a aquel momento en la camilla, aquel momento donde aquella carcajada me reconfortó. Acarició mis sentidos y me pidió que abriera los ojos una vez más.

Esa risa de bebé.

****

Odio los bloqueos. 

-Johanny 

Bajo el mismo Cielo⨇ (BEMC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora