Hace cinco minutos que ha empezado la clase de literatura. Y exactamente ese mismo tiempo es el que llevo esperando a entrar. De repente no encuentro valor suficiente para entrar a clase, porque sé que ya no es simplemente mi profesor. Es el chico con el que he intentado coquetear y que (si el alcohol no me jugó una mala pasada), también lo intentó conmigo. Pero es algo que aunque me gustaría, no debería haber pasado, o por lo menos, no debería repetirse. Pero es imposible resistirse a esa sonrisa picarona y a esos profundos y misteriosos ojos azules que atormentarían a cualquiera en su sano juicio. Pero tal vez mi problema es que ya no es nada platónico. Porque realmente lo que más desearía en este momento es entrar en esa clase y besarle. Besarle como si no hubiese ninguno de los treinta y cinco alumnos. Besarle como si no fuera mi profesor de literatura. Y besarle como si eso realmente estuviera bien. Pero no lo está, ni lo estará. Y lo peor que podría haber hecho es aceptar que sí. Que ese hombre de verdad me gusta, y que tenemos un problema.
Después de toda una reflexión por mi parte, me decido a entrar. Recojo la poca valentía que tengo en este momento y toco la puerta.
-Siento el retraso, ¿puedo pasar?- digo tímida asomando la mitad de mi cuerpo por la puerta. Enzo me mira interrumpiendo la explicación. Su expresión es seria. Como si nunca nos hubiésemos emborrachado ni hubiese dormido en su cama. Que irónico.
-Siéntate y que no se vuelva a repetir- me ordena y asiento tímida. Antes de que consiga llegar a mi sitio retoma la explicación. Estoy cabreada. No tiene ningún derecho de hablarme así. Bueno, si lo tiene. O por lo menos lo tendría si fuera de estas cuatro paredes no me tratara como si no fuera su alumna. Pero no es el caso, así que no puede quejarse de que llegue tarde a clase.
-Id pasando los comentarios de texto, de atrás hacia delante y por filas. –ordena. Se sienta en la mesa y empieza a escribir algo. Lo miro fijamente. Hacía tiempo que no miraba a alguien con tanta seguridad. Entonces levanta la cabeza levemente para echarle un vistazo a la clase y me sonríe para después seguir escribiendo. Y si antes estaba cabreada, ahora estoy totalmente desconcertada. Me ha sonreído. Y me ha sonreído de verdad, no esa típica sonrisa que regalas a la gente por cumplir. Y ya no sé qué pensar. Hace un rato parecía molesto porque le hubiese interrumpido, y ahora parece que nada de eso ha pasado. Pero el timbre me saca de mis pensamientos. Hora de irse.
La clase empieza a despejarse. Si antes había treinta y cinco personas, ahora con suerte hay diez. Y yo entre ellas. Recojo mis cosas desganada mientras veo a Kate que me espera en la puerta de clase. Así que me apresuro para salir.
-Valentina, ¿te puedes quedar cinco minutos?- escucho a Enzo a mi espalada. Le hago una señal a Kate para que vaya adelantándose y nos quedamos solos.
-Si es por llegar tarde lo siento, estaba en la revisión de un examen- intento justificarme aunque con una mentira.
-Todavía no te he dicho porque quiero que te quedes- dice acercándose sospechosamente.
-¿Cómo estás?
-¿Me ha pedido que me quede solo para preguntarme eso?
-No, en realidad no- dice apoyándose en la mesa relajado- Pero por favor, tutéame, no soy tan mayor- concluye con una sonrisa traviesa.
-Es mi profesor, le debo un respeto
-¿Ni si quiera si yo te pido que lo hagas?- insiste y suspiro agobiada. Esta situación me pone nerviosa.
-¿Eso es todo?- intento finalizar con ese incomodo momento. El sonríe pícaro otra vez. Me gustaría saber qué narices está pasando por su cabeza porque no entiendo absolutamente nada.
-¿Tienes mucha prisa?- pregunta curioso. Definitivamente mis nervios están a flor de piel.
-Vale, vayamos al grano- digo irritada- exactamente ¿para qué me has pedido que me quede?- pregunto y sonríe mientras agacha la cabeza. Entonces se levanta de la mesa donde estaba sentado y se va a acercando a mí a paso lento y sonriendo pícaro. Al mismo tiempo que el avanza yo voy retrocediendo mis pasos hasta que me topo con la pared y no me permite seguir retrocediendo. Pero eso no le impide a él seguir avanzando. Cuando lo tengo a unos pocos centímetros apoya su mano en mi mejilla y hace que lo mire. Su cuerpo cada vez está más cerca del mío y ya casi consigo sentir su aliento. Estoy totalmente paralizada. Pero eso no le impide seguir su camino. Entonces roza mis labios pero no me besa. Me mira e instintivamente asiento. Sus labios chocan contra los míos, y una de sus manos me agarra de la cintura mientras con la otra me agarra el cuello. Es un beso apasionado y efusivo. Probablemente el único beso que ha conseguido dejarme sin aliento y con ganas de más. Se aparta levemente de mis labios para volverlos a juntar segundos después. El ritmo del beso no aminora. Mi excitación es notoria y lo sabe por la forma en que me toca. Sus manos recorren libres mis caderas como si hubiesen estado antes allí. Entonces deja de besarme pero no aparta sus manos de mis caderas. Estoy sin aliento y totalmente pérdida. Acaba de besarme y todavía no me siento capaz de procesarlo. De hecho, no estoy segura de si conseguiré hacerlo algún día.
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Everything has changed.
RomancePrólogo: Nada puede ir peor. O eso dicen. Pero lo cierto es que sí. Si algo va mal y tiene que empeorar, créeme, lo hará. Pero también es cierto que lo bueno, puede ser mejor aún. Y conseguir la felicidad tiene su precio. No todos están dispuestos a...