Recorro los pasillos del instituto furiosa. Enzo se ha atrevido a tratarme como una cualquiera en mis narices poniendo ese tono de voz tan cínico y esa mirada deseosa que en este momento empiezo a detestar. Está jugando conmigo, eso lo sé, y en realidad no me importaba demasiado al principio, pero ahora me enfurece. Porque no solo juega conmigo, sino que también es capaz de decírmelo con una tranquilidad sobrehumana. Y lo odio. Odio su absoluto cinismo y odio que aun así me siga atrayendo como el primer día. Maldito estúpido sexy. Juro que lo voy a matar algún día. Si no te mata él antes- pienso resignada.
Me introduzco dentro del coche y conduzco hacia casa. Mi cabreo es notorio debido a la velocidad a la que estoy conduciendo. Siempre que estoy enfadada conduzco tan rápido que me declaro suertuda por no haber tenido ningún accidente. Al menos no todavía. En cinco minutos ya estaba en casa con el coche aparcado y buscando las llaves.
-Mierda, ¿dónde narices habré puesto las llaves?- susurro en voz baja y escucho un sonido detrás de mí que llama mi atención.
-¿Las buscabas?- dice mi madre con las llaves en la mano y una expresión divertida. Yo se las arrebato sin decir nada y abro la puerta.
-¿Se puede saber que hacías con mis llaves? ¿Es qué no tienes las tuyas?- digo elevando la voz.
-Eh, para el carro Valentina- dice mi madre subiendo también los decibelios de su voz. – Si has tenido un mal día no es mi problema, a mí me hablas bien que para eso soy tu madre- dice cerrando la puerta de un portazo y dirigiéndose a la cocina. Lo que me faltaba, como si no tuviese suficiente con convivir conmigo misma, ahora también tendría que hacerlo con mi madre. Estupendo.
Dejo la mochila en la entrada y me dirijo hacia la cocina. Veo a mi madre poniendo en platos la comida que acaba de traer.
-Mm… comida asiática- digo cuando ya estoy a su lado para ayudarla y sonríe.
-¿Vas a decirme que te pasa?- pregunta mientras yo estoy poniendo la mesa y suspiro mientras me siento esperando a que traiga los platos que faltan.
-No he tenido un buen día mamá- intento zafarme del tema pero no lo consigo. Mi madre me lanza su típica mirada la cual no le hace falta seguir preguntado ya que sé perfectamente lo que quiere que le diga.
-Me han castigado por llegar tarde esta mañana- miento aun que no del todo. Es cierto que el castigo consiguió enfadarme esta mañana, pero la verdadera razón por la que estoy así es por el imbécil de Enzo. ¿A caso no podía darme la razón por una vez en su vida? Por Dios, estábamos en el instituto y podrían habernos visto. Pero al parecer no le importa, lo único que le preocupa es la diversión. La adrenalina que se apodera de él cuando hace este tipo de cosas, cuando se involucra con alumnas. Si no fuese mi profesor, podría asegurar tranquilamente que tiene dieciséis años y es uno más del montón con todas esas hormonas revolucionadas. Pero me sigue pareciendo increíble su poco sentido común. Sabe de sobra que lo que ha pasado no está bien y solo le ha faltado publicarlo en el periódico. Es de locos.
-La próxima vez no te quedes durmiendo- dice mi madre interrumpiendo mis pensamientos y la fulmino con la mirada.
-Gracias mamá, tus palabras eran justo lo que me hacían falta hoy- bufo molesta. ¿Por qué narices está todo el mundo insoportable hoy?
-No, no son lo que necesitas escuchar pero es la verdad Valentina- dice y dejo de mirar la comida para mirarla a ella- Últimamente estás muy despistada- añade y pongo los ojos en blanco.
-No quiero hablar de eso- digo y mi madre asiente. Creo que eso es lo que más me gusta de ella, que no se entromete demasiado. Sabe que siempre le cuento las cosas (o al menos normalmente) y nunca me presiona. Me deja espacio para pensar y no me bombardea a preguntas. Y hoy lo que menos necesito es justamente eso. Que la gente empiece a preguntarme qué me pasa porque no puedo explicarlo. Si alguien que no debe se enterase de esto lo descubre, despedirían a Enzo del instituto. Y por mucho que lo odie en este momento, no soy tan mala persona.
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Everything has changed.
RomantizmPrólogo: Nada puede ir peor. O eso dicen. Pero lo cierto es que sí. Si algo va mal y tiene que empeorar, créeme, lo hará. Pero también es cierto que lo bueno, puede ser mejor aún. Y conseguir la felicidad tiene su precio. No todos están dispuestos a...