El despertador vuelve a sonar y cojo el móvil para apagarlo. Entre abro un poco los ojos y me sorprendo al ver que ya son las ocho menos diez y me levanto de la cama de un salto. Entro en el baño y me lavo los dientes a la velocidad del rayo para después lavarme la cara y peinarme. Me visto lo más rápido que puedo y cojo la mochila para bajar hacia mi coche.
-¡Valentina el desayuno!- me grita mi madre cuando estoy abriendo la puerta de casa.
-Llego cinco minutos tarde mamá- digo y salgo dejándola con la palabra en la boca. Arranco el coche y me dirijo hacia el instituto con el acelerador pisado. Mis tripas reclaman comida pero intento ignorarlas y centrarme en la carretera. Mucho antes de lo habitual estoy en el instituto corriendo por los pasillos. Para mi suerte o mi desgracia me toca literatura. Es la segunda vez que llego tarde y solo llevamos dos semanas. Tal vez haga una excepción conmigo después de lo que pasó anoche.
-Siento el retraso, ¿puedo pasar?- digo interrumpiendo la clase y Enzo me mira con el semblante serio.
-Siéntate- me ordena- Pero hoy y mañana te quedarás una hora más después de clases- dice mientras voy de camino hacia el único hueco libre al final de la clase y su comentario me sorprende. -Pero será imbécil. Si he llegado tarde es por su culpa, si no quería que me retrasara que no me hubiese llevado a su casa. – pienso indignada y lo miro de la misma forma. Mis ojos se posan encima de él de forma asesina y evita mirarme. Sigue su explicación como si nada hubiese pasado y eso consigue cabrearme aún más. Su mirada se posa en mí una milésima de segundo y se da cuenta de mi enfado. No debo tener cara de buenos amigos en este momento, pero es lógico. Me he ganado una hora de castigo por su culpa y encima es él quien me la pone. Es demasiado injusto.
-Valentina, ¿puedes venir un segundo?- escucho a Enzo y suspiro. Sigo cabreada y nada va ha hacer que se me pase. Me dirijo a su mesa con paso firme y con una mirada asesina que asustaría a cualquiera, y cuando estoy en frente suyo me sonríe. Juro que voy a matarlo como siga comportándose así.
-¿Qué?- digo cabreada y sonríe más ampliamente.
-¿No has dormido bien?- dice cínico.
-Estaba en ello hasta que me he dado cuenta de que tenía una absurda y aburrida clase de literatura a primera hora.
-Si intentas ofenderme, no lo consigues- dice y opto por morderme la lengua para no decirle todo lo que estoy pensando.
-¿Puedo sentarme ya?- pregunto brusca y sigue sonriendo. Voy a estrangularlo.
-Si estás enfadada por el castigo, tranquila, te va a gustar.- dice relajado y deja de prestarme atención para dársela a uno de sus libros. Yo me dirijo hacia mi sitio desconcertada (como siempre que hablo con él). No sé si esto realmente lo hace porque le gusta o por fastidiarme. Aun que no sé si la palabra fastidiar sería la adecuada, porque pese a que a veces me frustra, no deja de atraerme. Y Dios, como no iba a hacerlo si cada vez que lo miro tiene esa sonrisa pícara puesta en la cara. Así es imposible enfadarse del todo. Nunca voy a poder tomarlo en serio. Pero la verdad es que es bastante difícil tomar en serio a un profesor que quiere acostarse con una alumna. Y mucho menos si esa alumna soy yo.
-Ts- escucho a Juls que me llama y me giro para mirarla. Me lanza una bola de papel que cojo al vuelvo y la deshago.
Dime que lo que me tienes que contar
no tiene nada que ver con lo que acaba
de pasar.
Al terminar de leerla sonrío divertida. –No Juls, lo que tengo que contarte es mucho peor. O mejor, según lo mires.- piensa una parte de mí y evito reírme ante mi pensamiento. Detrás del papel que me ha lanzado le respondo y se lo devuelvo.
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Everything has changed.
RomancePrólogo: Nada puede ir peor. O eso dicen. Pero lo cierto es que sí. Si algo va mal y tiene que empeorar, créeme, lo hará. Pero también es cierto que lo bueno, puede ser mejor aún. Y conseguir la felicidad tiene su precio. No todos están dispuestos a...