Regresar?

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A la mañana siguiente, Natalie les relató a Degel y a Shion acerca del encuentro que había tenido con Ásmita, su fantasma o su proyección astral o lo que fuera, haciendo incapié en la información sobre la ubicación del traslador, así como también les reveló que se trataba de un medallón el objeto que estaban buscando. Después de aquello, regresó a sus labores médicas;
realizó el control de salud a Sísifo de Sagitario, que por fin había despertado de su profundo sueño, con ayuda de su amigo El Cid de Capricornio, y luego de que la misma Athena tuviera que ir por él al mundo de los Sueños, donde yacía atrapada su alma. Por la tarde, recibió la visita de su amiga Agasha, quien le trajo un postre que había preparado especialmente para ella, con el objetivo de mejorar un poco su estado de ánimo luego de los últimos acontecimientos.  La florista era la única que desconocía que ella no pertenecía a aquel tiempo; ocultarle ese detalle no le agradaba a la joven médica, ya que era su mejor amiga y además estaba acostumbrada a hablar siempre con la verdad. Pero esta vez consideró que no podía decirle, por lo menos por ahora.

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Era una noche fresca y con el cielo totalmente despejado, que permitía observar sin inconvenientes todas las constelaciones...o mejor dicho, las que quedaban. La pérdida tan repentina de sus compañeros y también de Sage estaba comenzando a afectar a Degel. Se encontraba sentado en el marco del ventanal de su habitación contemplando el firmamento y pensando en sus cavilaciones, en el amor no correspondido... Resignado, se dirigió hasta su cama y se dejó vencer por el sueño; necesitaba descansar puesto que mañana partiría con varios caballeros de plata y con Shion rumbo a la ciudad de Larisa, para traer consigo el traslador que devolvería a su amiga al siglo XXI.
Unos ojos negros contemplaban desde la oscuridad al joven mientras dormía. Poco a poco, fue saliendo de su escondite, desde donde lo había estado observando, y fue acercándose sigilosamente hacia el lecho donde él descansaba. Esa mujer morena que lo había amado en secreto, a pesar de ser un espectro, yendo en contra de su dios; había decidido que esa noche le hablaría sobre sus sentimientos y se entregaría a él. Llevaba un vestido negro casi transparente, que no dejaba nada a la imaginación, el cual había escogido especialmente para la ocasión. Estaba segura que el santo de Acuario no se resistiría a sus encantos; después de todo, era un hombre...joven y con necesidades, que ella estaba dispuesta a satisfacer con todo gusto.
Caminó hacia el lecho donde dormía profundamente el joven, se acercó a su rostro y, luego de aspirar su aroma a menta, lo besó en los labios. No pudo resistir el deseo que consumía su cuerpo desde hacía tanto tiempo. Degel se despertó sobresaltado, y cuando se despabiló, pudo reconocer a la mujer que estaba frente a él:  Katerina, la joven que se desempeñaba como vestal en su templo. Se sorprendió de sobremanera por la forma en que iba vestida, que resaltaba sus atributos, al igual que la manera en que lo observaba y ese andar similar al de un felino con el que lo estaba acechando.

_¿Qué estás haciendo aquí, Katerina? Está prohibido que las vestales ingresen en la habitación de un caballero dorado! ¡Debes irte de aquí en este momento!_ , exclamó el joven Acuariano. 

La mujer no cesó de aproximarse a él, y cuando estuvo exactamente enfrente suyo, dejó caer el vestido que traía puesto, revelando que debajo del mismo no llevaba nada, y quedando de esta manera, totalmente desnuda frente a Degel. El joven apartó la vista hacia un lado por pudor.

_Hace mucho tiempo que deseo hacer esto... He callado suficiente ya; he soportado tu menosprecio y que prefieras a esa chiquilla, pero ya no más. Degel, yo te amo...te he amado siempre, y he venido esta noche a ofrecerte mi cuerpo... Vamos, mírame, soy una mujer completa, ¿es que acaso no me deseas?_, dijo la morena con voz anhelante y seductora mientras obligaba al santo dorado a mirarla.

Luego, abruptamente, y de manera totalmente inesperada para el Acuariano, se abalanzó sobre él y lo besó apasionadamente, pegándose a su cuerpo. Degel forcejeó con la mujer para librarse de su agarre;  tuvo que empujarla bruscamente, con lo cual ella cayó al frío piso de la habitación. En ese momento, la mujer lo contempló desde allí con una profunda tristeza en su mirada, que en unos pocos minutos se transformó en odio puro. 

Dónde estás tú...? (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora