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Paul solo quería llorar de miedo, vergüenza y rabia, pero no lo haría, no en público, eso no. Bajó la mirada, intentando protegerse de la risa de los imbeciles que lo habían invitado a sentarse.

La clase siguió su curso y él intentó hacer como si no le importara, lográndolo durante unos segundos, hasta que se dio cuenta de que le comenzaron a llegar bastantes solicitudes de amistad. Las dejó que existieran en silencio.

La clase terminó y todos salieron de la sala, mientras que la profesora ordenaba unas hojas, con la mirada de Paul encima de ella. Él se preguntaba porqué no había hecho nada, las risas no eran fuertes, pero si creaban ruido ambiental. Quizás no se había dado cuenta... ¿Se había dado cuenta o no? ¿Él sentía todo más fuerte o realmente había ocurrido como lo percibió?

Una mano tocó su hombro.

Paul se giró, mirando de mala gana a la chica que se encontraba junto a él. 

— ¿Que quieres?

Los grandes ojos de la joven lo observaron con cautela.

— Nada, solo... solo quería decirte que no les hagas caso. Son unos imbeciles que seguramente no hay visto un cuerpo desnudo en sus vidas.

Paul no pudo evitar reír ante el comentario.

— Perdón, no debí tratarte así, estaba a la defensiva— se disculpó, sintiéndose fuera de riesgo.

— No te preocupes— sonrió—. Soy Elsie, por cierto. Más rato si no tienes con quien más sentarte durante el almuerzo, mi mesa está disponible.

Los ojos del chico brillaron de ilusión.

— ¿En serio?— preguntó intentando esconder su felicidad.

- Sip, nos vemos a la hora de almuerzo.

La chica salió por la puerta luego de despedirse de Paul y desapareció entre todos los jóvenes que caminaban por los pasillos. El pelinegro hizo lo mismo, no sin antes agarrar su mochila y colgarla en sus hombros.

Paul amaba esa mochila. Mucho. La amaba mucho y más ahora que se encontraba lejos de Brighton. Él y sus amigos solían caminar por las calles luego del colegio y casi siempre terminaban metidos en alguna feria de segunda mano. La del jueves era su favorita. Había un puesto chiquito de una señora muy amable, en el que siempre se encontraba la misma mochila azul marino. Al comienzo no le llamaba nada la atención, pero mientras más iba a esa feria con sus amigos, más le gustaba. Antes de irse, la última vez que fueron, decidió comprarla.

***

El día para John había sido como cualquier otro. Clases, clases, clases y más clases. Tuvo de todo un poco, pero como siempre solía pasar John sólo prestó atención a biología. Había algo en la ciencia que le llamaba la atención al castaño, le asombraba todo lo que ocurría en su cuerpo y, sobre todo, que ocurría en aquellas microscópicas celulitas.

Ahora se encontrababa dormitando por la pelicula barata que estaban viendo en filosofía. Era antigua y costaba entenderla, debido a los malos parlantes y su extraña trama.

Cuando toco el timbre todos se levantaron con dificultad como si llevasen una eternidad sentados.

El castaño guardó su lápiz negro en el bolsillo y caminó hacia el casino. Su estómago rugía como nunca antes, pues apenas había comido algo desde el día anterior. Alfred no había vuelto, así que no pudo pedirle dinero para hacer las compras del mes. Un pan con mantequilla y mermeladas, agua y cereales solos era lo único con lo que se había alimentado.

El casino quedaba en un edificio aparte, de dos pisos amplios de puros ventanales. Era la parte más moderna del colegio, ya que el casino antiguo se había quedado chico. A penas se inauguró el nuevo casino, Stuart dijo unas palabras que le quedaron a John hasta aquel día "El estar tan apretados les afectó, ahora quieren estar lo más alejados posible". Claro, lo decía de pretencioso, pero para John fueron palabras certeras.

Al entrar, procuró respirar solo por la boca, pues el aroma de los casinos lo asqueaban demasiado.

La fila para servirse la comida era larguísima, había llegado muy tarde para agarrar un buen puesto, pero no se iba a resignar. Observó toda la fila buscando a alguien conocido y ahí encontró a Pete. Detestaba al carbón, pero era soportable.

— Pete— saludó acercándose a él— ¿Que tal las clases? ¿Muy aburridas?

— No te hagas John, te conozco lo suficiente para saber que no te interesa mi vida.

El castaño suspiró y se apoyó en la pared a su lado.

— Tienes razón, pero hasta que la fila no termine así será.

Pete lo miró cansado, teniendo una sonrisa forzada como respuesta.

A él no le agradaba John, pero si George e incluso Stuart. El colmilludo aseguraba que tenía mucho en común con aquel par de tarados, pero las diferencias eran muchas como para considerar lo demás.

— ¿Y Stuart?

— Creo que ahora le tocaba Ecología. Esa vieja lo odia, siempre lo deja castigado unos cuantos minutos después de clases.

Best asintió, dándole la razón.

Ambos chicos habían llegado a las bandejas. Dios, cuanta hambre tenían. Podían comerse lo que fuese, una pata de cabra, lengua de cerdo, no importaba que fuera con el tal de que se comiera.

Lennon no pudo evitar agarrar los cubiertos con emoción, la cual desapareció de golpe al ver la comida que le esperaba.

— ¿Consomé?— alegó— ¿Toda la espera por un consomé?

Aquí otra frase de Stuart: "Son unos tacaños con un gran casino, pero tacaños al fin y al cabo".

Sin ánimos caminaron hacia la mesa que siempre ocupaban. Era chiquitita y alejada de la cocina. Pete se sentó frente a John y de espaldas a Iván, quién desde allí se podía ver cargajeando junto a otro par de imbeciles a unas mesas de distancia.

— Ahí está Vaughan— le dijo John a Best.

— Si sé.

El castaño se quedó en silencio, mientras el otro llevaba una cuchara del consomé misterioso a su boca.

— Bueno, entonces...

Pete se encogió de hombros.

— Se han pasado todo el día hablando de la foto del confesionario. Es asquerosa y vergonzosa, pero ya cansa el tema.

— ¿Cual foto?— preguntó algo perdido.

— La que envíe al grupo el otro día— respondió con una cara de mierda—, esa en bolas. Resulta que descubrieron quien era el famoso Paul McCartney.

Aquella foto se proyectó en su mente. Él era niño del diente.

Pete lo observaba en silencio, esperando a que hablase, mientras jugaba con su cuchara.

— Te quedaste mudo.

— Es que recién me di cuenta que fue a él que le rompí el diente.

Best se partió de la risa en ese mismo instante.

— ¿En serio?— preguntó entre risas— ¿Como será una foto de él ahora con un diente menos? Que buena— rió.

John solo lo miraba en silencio, pues más que risa sentía un poquitito de culpa.

Unos largos segundos después, Pete se levantó se la silla con los ojos llorosos de tanto reír, agarrando la bandeja con el plato de consomé vacío.

— Me hiciste el día con esa información, Lennon. Nos vemos.

Y se fue para dejar la bandeja junto a las demás antes de salir del casino.

Across de universe. -mclennon-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora