El sol de aquel día estaba realmente quemando a todo lo que podía con sus rayos.
Los chicos apenas se había puesto sus trajes y ya estaban DEMASIADO sudados.
—Chicos, ¿Por qué están tan sudados? Apenas vamos a empezar a cosechar— Preguntó Catarina quien realmente se veía espectacular con su traje, aunque se le podía notar pequeñas gotitas de sudor resbalando por su cuello.
—No te preocupes por nosotros Catarina-sama, haremos nuestro mejor esfuerzo para ayudarte con tu cosecha— dijo Mary tan animada como siempre, no dejaría que los chicos la dejaran atrás.
—Catarina-sama, yo también me esforzaré —menciono la pequeña Sofía, con una voz tan tierna como siempre.
—¡Empecemos! Los vegetales no se cosecharán solos.
Todos tomaron sus puestos y empezaron a recolectar los tomates que se encontraban maduros.
—Catarina, ¿Te encuentras bien?— preguntó Alan quien vio como Catarina no cosechaba tan animada como siempre.
—¡Oh, lo siento Alan! Es solo que hace mucho calor, el sol me está afectando
—Si quieres, puedo refrescarte con mi agua.
¡Oh no, eso realmente había sonado mal!
TODOS voltearon a ver a Alan, quién solo le sonreía a Catarina mientras de sus manos salían pequeñas gotitas frías para refrescar a Catarina.
—¡Wow Alan! Realmente tu magia del
agua es muy útil para este calor. Tal vez te llamé más seguido para que me refresques más.Si, Catarina había cavado la tumba del pobre Alan.
—¡Catarina-sama! Se te olvida que yo también tengo magia de agua y puedo ser mucho más útil que mi prometido—Dijo Mary antes de empujar a Alan a no sé dónde.
—¡Increíble Mary, podrías ayudarme bastante!— Exclamó Catarina, quién simplemente sonreía.
—Nee-san, ¿Por qué no te sientas en esta banca que hice con MI poder de tierra? Mis muñecos te pueden tapar del sol, para que no te quemes y no te pase nada malo— Hablo Keith, quién, sin duda alguna, no quería quedarse atrás.
—¡Catarina-sama, mi hermano y yo podemos darte aire para que te refresques! NO necesitas a nadie más que a mi hermano— Dijo Sofía, quién no dejaría que su hermano se quedará atrás. ¡Ella sería cuñada de Catarina-sama!
Todos empezaron a decir razones por las cuales Catarina debería de escogerlos, pero ella solo estaba feliz de que todos se llevarán bien.
—Bueno, al menos no tengo magia de fuego, esa magia no me serviría PARA NADA— Mencionó Keith, logrando que la tercera guerra mundial empezara.
—¿Eh? ¿Acaso dijiste algo Keith?— Preguntó Gerald, quién se había mantenido fuera de la discusión hasta ese momento.
—¡Oh, no es nada Gerald! Solo dije lo que es obvio.
Si, Keith cavo su propia tumba.
Una venita se podía apreciar en la frente de Gerald.
—Bueno, mi magia de fuego puede ayudarle a Catarina en la temporada de invierno.
—Si, pero no sirve de nada ahora—Dijo Mary, quien vio su oportunidad de molestar a Gerald.
—¡Vamos chicos! No peleen, todos somos útiles para Catarina-sama— dijo María, buscando calmar aquella guerra.
—No hasta que Keith diga que mi magia de fuego es superior a la suya.
—¿Superior? No lo creo, primero muerto a decir que tu magia es superior a la mía.
Keith y Gerald se lanzaban miradas con pequeños rayos.
—¿Y Catarina?—Pregunto Alan.
Todos voltearon, buscando con la mirada a Catarina. ¡Catarina no estaba!
—¡Chicos! Miren lo que me dió Raphael—gritó Catarina a lo lejos mientras corría hacia ellos.
—¡Catarina! ¿Dónde estabas?—preguntó Gerald.
—Lo siento, es que recordé que Raphael me iba a dar unas bolsas de semillas, además me dió unas botellas de agua fría y unos bocadillos.— Catarina tomo uno de los bocadillos y se lo llevó a la boca— ¡Está delicioso!
Gerald se quedó viendo a Catarina, ¿Acaso su prometida había ido a la sala del consejo y había estado a SOLAS con Raphael?
Bueno, Gerald tenía que encargarse de ciertas personas.
¡Catarina es solo mía! Pensó Gerald mientras miraba como todos le sonreían a SU prometida.
¿Por quién empezará?
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¿Quién es? |Bakarina| Trilogía (1/3)
Fanfiction-Me parece que no has aprendido cuál es tu lugar. -Príncipe Gerald, por favor, no me haga nada. -Tú no estás en posición de pedirme algo ¿Lo entiendes, escoria?- El príncipe se acercó sigilosamente a mí y me miró con aquella mirada que puede atraves...