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Agarró la rama, que crujió bajo su peso, y se impulsó con todo el cuerpo, balanceándose hasta llegar a lo alto. Sin pensarlo dos veces saltó a otra rama más robusta, justo cuando la primera se desprendía bajo sus pies.

Una vez arriba observó la situación. Todo estaba iluminado debido a las llamas y el árbol sobre el que estaba había empezado también a arder desde su base. Vio desde allí cómo el Sumiko levantaba la mirada y sacudía de nuevo el cuerpo. Esta vez ya sabía lo que iba a pasar. Lobo empezó a saltar con agilidad de rama en rama, buscando las copas cercanas de otros árboles para moverse entre ellos. El ser continuaba rugiendo como si llamase a la muerte con cada exhalación de fuego.

La situación se complicaba. El chico sabía que en poco tiempo tendría que bajar de los árboles para terminar la caza. Volvió a analizar con rapidez el escenario mientras seguía saltando de árbol en árbol en busca de una posición óptima para descender. Tenía las de perder en las distancias largas, pues esquivar fuego era prácticamente imposible desde el suelo. Y en las distancias cortas su adversario también resultaba letal,ya que era al menos tan rápido como el a pesar de su enorme tamaño. Además, el Sumiko parecía aprender con rapidez, por lo que buscarle la espalda no daría resultado. Pero quizá podría utilizar eso en su favor. El empezaba a cansarse, pero la bestia demostraba mucha más resistencia, como si lanzar esas llamaradas no les desgastarse lo más mínimo. No podía alegar más el encuentro, tenía que terminar con aquello como fuese.

Y de pronto lo vió claro: se lo iba a jugar todo a una única carta. Sintió como su cuerpo se calentaba de abajo a arriba mientras la adrenalina le preparaba para el último movimiento: el que le daría la victoria o todo lo contrario. Inmediatamente después de que el ser expulsará otra bola de fuego, Lobo no salto al suelo para evitar que el Sumiko pudiera lanzarle otra llamarada. Se llevó la mano al cinto y agarró una pequeña bola de plata. Nada más aterrizar la lanzó bajo sus pies, lo que desató una densa nube de humo que redujo la visibilidad en aquel claro. El ser, confundido, empezó a moverse con brusquedad, momento que el aprovechó para colocarse a su espalda.

Entonces ocurrió justo lo que había previsto. Estaba lo suficientemente cerca de él para que pudiese olerle, así que el ser se giró ciento ochenta grados para afrontarle, sin saber que el ya no estaba allí, pues Lobo ya había saltado hacia su costado derecho. Lo siguiente que se escuchó fue un leve silbido, un susurro en mitad de la noche, y después un líquido que caía violentamente al suelo. El tiempo pareció congelarse mientras la fría niebla se disipaba para dejar al descubierto la terrible escena. Tres segundos tardó en desplomarse, exhalando su último aliento infernal.

Lobo observó el grotesco espectáculo mientras sacudía la espada para limpiarla de sangre. Ahora debía salir de allí con rapidez, pues la batalla no había sido todo lo discreta que había planeado y los cuervos ya estarían enterados de que en la zona había un valioso botín. Se agachó con gracia para sacar de su bota una pequeña daga de plata con pequeñas piedras del color de sus ojos en la empuñadura. Era demasiado ostentosa para el, pero un regalo es un regalo. Con cuidado para no estropearlos extrajo los ojos incandescentes del Sumiko Infernal: era la prueba para cobrar la recompensa por haberlo matado, pues ningún otro animal o ser tenia unos ojos similares al de esa bestia y no habría duda de que habia cumplido con su parte del trato.

Los introdujo en unos pequeña bolsita de cuero negro, devolvió la daga a su bota y, guardando sus espadas turquesas, se alejó de allí colocandose bien la mascara para no ser reconocido.

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657 palabras!!

Continuación del primer capítulo y todavía queda 😙

Espero que os esté gustando de verdad!!

-Boo💜

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