CAPÍTULO XXV

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Después de una semana, pasada entre promesas de amor y planes de felicidad, Akasuna tuvo que despedirse de su amada Hinata para llegar el sábado a Hunsford. Pero la pena de la separación se aliviaba por parte de Akasuna con los preparativos que tenía que hacer para la recepción de su novia; pues tenía sus razones para creer que a poco de su próximo regreso a Hertfordshire se fijaría el día que habría de hacerle el más feliz de los hombres. Se despidió de sus parientes de Longbourn con la misma solemnidad que la otra vez; deseó de nuevo a sus bellas primas salud y venturas, y prometió al padre otra carta de agradecimiento.

El lunes siguiente, la señora Senju tuvo el placer de recibir a su hermano y a la esposa de éste, que venían, como de costumbre, a pasar las Navidades en Longbourn. El señor Gardiner era un hombre inteligente y caballeroso, muy superior a su hermana por naturaleza y por educación. A las damas de Netherfield se les hubiese hecho difícil creer que aquel hombre que vivía del comercio y se hallaba siempre metido en su almacén, pudiera estar tan bien educado y resultar tan agradable. La señora Gardiner, bastante más joven que la señora Senju y que la señora Philips, era una mujer encantadora y elegante, a la que sus sobrinas de Longbourn adoraban. Especialmente las dos mayores, con las que tenía una particular amistad.

Sakura y Tenten habían estado muchas veces en su casa de la capital. Lo primero que hizo la señora Gardiner al llegar fue distribuir sus regalos y describir las nuevas modas. Una vez hecho esto, dejó de llevar la voz cantante de la conversación; ahora le tocaba escuchar. La señora Senju tenía que contarle sus muchas desdichas y sus muchas quejas. Había sufrido muchas humillaciones desde la última vez que vio a su cuñada. Dos de sus hijas habían estado a punto de casarse, pero luego todo había quedado en nada.

—No culpo a Tenten —continuó—, porque se habría casado con el señor Uzumaki, si hubiese podido; pero Sakura... ¡Ah, hermana mía!, es muy duro pensar que a estas horas podría ser la mujer de Akasuna si no hubiese sido por su testarudez. Le hizo una proposición de matrimonio en esta misma habitación y lo rechazó. A consecuencia de ello lady Hyuga tendrá una hija casada antes que yo, y la herencia de Longbourn pasará a sus manos. Los Hyuga son muy astutos, siempre se aprovechan de lo que pueden. Siento tener que hablar de ellos de esta forma pero es la verdad. Me pone muy nerviosa y enferma que mi propia familia me contraríe de este modo, y tener vecinos que no piensan más que en sí mismos. Menos mal que tenerte a ti aquí en estos precisos momentos, me consuela enormemente; me encanta lo que nos cuentas de las mangas largas.

La señora Gardiner, que ya había tenido noticias del tema por la correspondencia que mantenía con Tenten y Sakura, dio una respuesta breve, y por compasión a sus sobrinas, cambió de conversación. Cuando estuvo a solas luego con Sakura, volvió a hablar del asunto:

—Parece ser que habría sido un buen partido para Tenten —dijo—. Siento que se haya estropeado. ¡Pero estas cosas ocurren tan a menudo! Un joven como Uzumaki, tal y como tú me lo describes, se enamora con facilidad de una chica bonita por unas cuantas semanas y, si por casualidad se separan, la olvida con la misma facilidad. Esas inconstancias son muy frecuentes.

—Si hubiera sido así, sería un gran consuelo —dijo Sakura—, pero lo nuestro es diferente. Lo que nos ha pasado no ha sido casualidad. No es tan frecuente que unos amigos se interpongan y convenzan a un joven independiente de que deje de pensar en una muchacha de la que estaba locamente enamorado unos días antes.

—Pero esa expresión, «locamente enamorado», está tan manida, es tan ambigua y tan indefinida, que no me dice nada. Lo mismo se aplica a sentimientos nacidos a la media hora de haberse conocido, que a un cariño fuerte y verdadero. Explícame cómo era el amor del señor Uzumaki.

—Nunca vi una atracción más prometedora. Cuando estaba con Tenten no prestaba atención a nadie más, se dedicaba por entero a ella. Cada vez que se veían era más cierto y evidente. En su propio baile desairó a dos o tres señoritas al no sacarlas a bailar y yo le dirigí dos veces la palabra sin obtener respuesta. ¿Puede haber síntomas más claros? ¿No es la descortesía con todos los demás, la esencia misma del amor?

—De esa clase de amor que me figuro que sentía Uzumaki, sí. ¡Pobre Tenten! Lo siento por ella, pues dado su modo de ser, no olvidará tan fácilmente. Habría sido mejor que te hubiese ocurrido a ti, Saku; tú te habrías resignado más pronto. Pero, ¿crees que podremos convencerla de que venga con nosotros a Londres? Le conviene un cambio de aires, y puede que descansar un poco de su casa le vendría mejor que ninguna otra cosa.

A Sakura le pareció estupenda esta proposición y no dudó de que su hermana la aceptaría.

—Supongo —añadió— que no la detendrá el pensar que pueda encontrarse con ese joven. Vivimos en zonas de la ciudad opuestas, todas nuestras amistades son tan distintas y, como tú sabes, salimos tan poco, que es muy poco probable que eso suceda, a no ser que él venga expresamente a verla.

—Y eso es imposible, porque ahora se halla bajo la custodia de su amigo, y el señor Uchiha no permitiría que visitase a Tenten en semejante parte de Londres. Querida tía, ¿qué te parece? Puede que Uchiha haya oído hablar de un lugar como la calle Gracechurch, pero creería que ni las abluciones de todo un mes serían suficientes para limpiarle de todas sus impurezas, si es que alguna vez se dignase entrar en esa calle. Y puedes tener por seguro que Uzumaki no daría un paso sin él.

—Mucho mejor. Espero que no se vean nunca. Pero, ¿no se escribe Tenten con la hermana? Entonces, la señorita Uzumaki no tendrá disculpa para no ir a visitarla.

—Romperá su amistad por completo.

Pero, a pesar de que Sakura estuviese tan segura sobre este punto, y, lo que era aún más interesante, a pesar de que a Uzumaki le impidiesen ver a Tenten, la señora Gardiner se convenció, después de examinarlo bien, de que había todavía una esperanza. Era posible, y a veces creía que hasta provechoso, que el cariño de Uzumaki se reanimase y luchara contra la influencia de sus amigos bajo la influencia más natural de los encantos de Tenten.

Tenten aceptó gustosa la invitación de su tía, sin pensar en los Uzumaki, aunque esperaba que, como Karin no vivía en la misma casa que su hermano, podría pasar alguna mañana con ella sin el peligro de encontrarse con él.

Los Gardiner estuvieron en Longbourn una semana; y entre los Philips, los Hyuga y los oficiales, no hubo un día sin que tuviesen un compromiso. La señora Senju se había cuidado tanto de prepararlo todo para que su hermano y su cuñada lo pasaran bien, que ni una sola vez pudieron disfrutar de una comida familiar. Cuando el convite era en casa, siempre concurrían algunos oficiales entre los que Sabaku no podía faltar. En estas ocasiones, la señora Gardiner, que sentía curiosidad por los muchos elogios que Sakura le tributaba, los observó a los dos minuciosamente. Dándose cuenta, por lo que veía, de que no estaban seriamente enamorados; su recíproca preferencia era demasiado evidente. No se quedó muy tranquila, de modo que antes de irse de Hertfordshire decidió hablar con Sakura del asunto advirtiéndole de su imprudencia por alentar aquella relación.

Sabaku, aparte de sus cualidades, sabía cómo agradar a la señora Gardiner. Antes de casarse, diez o doce años atrás, ella había pasado bastante tiempo en el mismo lugar de Derbyshire donde Sabaku había nacido. Poseían, por lo tanto, muchas amistades en común; y aunque Sabaku se marchó poco después del fallecimiento del padre de Uchiha, ocurrido hacía cinco años, todavía podía contarle cosas de sus antiguos amigos, más recientes que las que ella sabía.

La señora Gardiner había estado en Pemberley y había conocido al último señor Uchiha a la perfección. Éste era, por consiguiente, un tema de conversación inagotable. Comparaba sus recuerdos de Pemberley con la detallada descripción que Sabaku hacía, y elogiando el carácter de su último dueño, se deleitaban los dos. Al enterarse del comportamiento de Uchiha con Sabaku, la señora Gardiner creía recordar algo de la mala fama que tenía cuando era aún muchacho, lo que encajaba en este caso; por fin, confesó que se acordaba que ya entonces se hablaba del joven Sasuke Uchiha como de un chico malo y orgulloso.

Orgullo y prejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora