CAPÍTULO LV

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Pocos días después de aquella visita, Uzumaki volvió a Longbourn, solo. Su amigo se había ido a Londres por la mañana, pero iba a regresar dentro de diez días. Pasó con ellas una hora, y estuvo de excelente humor. La señora Senju le invitó a comer, Uzumaki dijo que lo sentía, pero que estaba convidado en otro sitio.

—La próxima vez que venga —repuso la señora Senju— espero que tengamos más suerte.

—Tendré mucho gusto —respondió Uzumaki. Y añadió que, si se lo permitían, aprovecharía cualquier oportunidad para visitarles.

—¿Puede usted venir mañana?

Uzumaki dijo que sí, pues no tenía ningún compromiso para el día siguiente.

Llegó tan temprano que ninguna de las señoras estaba vestida, La señora Senju corrió al cuarto de sus hijas, en bata y a medio peinar, exclamando:

—¡Tenten, querida, date prisa y ve abajo! ¡Ha venido el señor Uzumaki! Es él, sin duda. ¡Ven, Sara! Anda en seguida a ayudar a vestirse a la señorita Tenten. No te preocupes del peinado de la señorita Sakura.

—Bajaremos en cuanto podamos —dijo Tenten—, pero me parece que Catherine está más adelantada que nosotras, porque subió hace media hora.

—¡Mira con lo que sales! ¿Qué tiene que ver en esto Catherine? Tú eres la que debe bajar en seguida. ¿Dónde está tu corsé?

Pero cuando su madre había salido, Tenten no quiso bajar sin alguna de sus hermanas.

Por la tarde, la madre volvió a intentar que Uzumaki se quedara a solas con Tenten. Después del té, el señor Senju se retiró a su biblioteca como de costumbre, y Temari subió a tocar el piano. Habiendo desaparecido dos de los cinco obstáculos, la señora Senju se puso a mirar y a hacer señas y guiños a Sakura y a Catherine sin que ellas lo notaran. Catherine lo advirtió antes que Sakura y preguntó con toda inocencia:

—¿Qué pasa, mamá? ¿Por qué me haces señas? ¿Qué quieres que haga?

—Nada, niña, nada. No te hacía ninguna seña.

Siguió sentada cinco minutos más, pero era incapaz de desperdiciar una ocasión tan preciosa. Se levantó de pronto y le dijo a Catherine:

—Ven, cariño. Tengo que hablar contigo.

Y se la llevó de la habitación. Tenten miró al instante a Sakura denotando su pesar por aquella salida tan premeditada y pidiéndole que no se fuera. Pero a los pocos minutos la señora Senju abrió la puerta y le dijo a Sakura:

—Ven, querida. Tengo que hablarte.

Sakura no tuvo más remedio que salir.

—Dejémoslos solos, ¿entiendes? —le dijo su madre en el vestíbulo—. Catherine y yo nos vamos arriba a mi cuarto.

Sakura no se atrevió a discutir con su madre; pero se quedó en el vestíbulo hasta que la vio desaparecer con Catherine, y entonces volvió al salón. Los planes de la señora Senju no se realizaron aquel día. Uzumaki era un modelo de gentileza, pero no el novio declarado de su hija. Su soltura y su alegría contribuyeron en gran parte a la animación de la reunión de la noche; aguantó toda la indiscreción y las impertinencias de la madre y escuchó todas sus necias advertencias con una paciencia y una serenidad que dejaron muy complacida a Tenten. Apenas necesitó que le invitaran para quedarse a cenar y, antes de que se fuera, la señora Senju le hizo una nueva invitación para que viniese a la mañana siguiente a cazar con su marido.

Después de este día, Tenten ya no dijo que Uzumaki le fuese indiferente. Las dos hermanas no hablaron una palabra acerca de él, pero Sakura se acostó con la feliz convicción de que todo se arreglaría pronto, si Uchiha no volvía antes del tiempo indicado. Sin embargo, estaba seriamente convencida de que todo esto habría tenido igualmente lugar sin la ausencia de dicho caballero.

Orgullo y prejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora