Sakura estaba ahora convencida de que la antipatía que por ella sentía la señorita Uzumaki provenía de los celos. Comprendía, pues, lo desagradable que había de ser para aquella el verla aparecer en Pemberley y pensaba con curiosidad en cuánta cortesía pondría por su parte para reanudar sus relaciones. Al llegar a la casa atravesaron el vestíbulo y entraron en el salón cuya orientación al norte lo hacía delicioso en verano. Las ventanas abiertas de par en par brindaban una vista refrigerante de las altas colinas pobladas de bosque que estaban detrás del edificio, y de los hermosos robles y castaños de España dispersados por la pradera que se extendía delante de la casa. En aquella pieza fueron recibidas por la señorita Uchiha que las esperaba junto con la señora Hurst, la señorita Uzumaki y su dama de compañía.
La acogida de Izumi fue muy cortés, pero dominada por aquella cortedad debida a su timidez y al temor de hacer las cosas mal, que le había dado fama de orgullosa y reservada entre sus inferiores. Pero la señora Gardiner y su sobrina la comprendían y compadecían. La señora Hurst y la señorita Uzumaki les hicieron una simple reverencia y se sentaron. Se estableció un silencio molestísimo que duró unos instantes. Fue interrumpido por la señora Annesley, persona gentil y agradable que, al intentar romper el hielo, mostró mejor educación que ninguna de las otras señoras. La charla continuó entre ella y la señora Gardiner, con algunas intervenciones de Sakura. La señorita Uchiha parecía desear tener la decisión suficiente para tomar parte en la conversación, y de vez en cuando aventuraba alguna corta frase, cuando menos peligro había de que la oyesen.
Salura se dio cuenta en seguida de que la señorita Uzumaki la vigilaba estrechamente y que no podía decir una palabra, especialmente a la señorita Uchiha, sin que la otra agudizase el oído. No obstante, su tenaz observación no le habría impedido hablar con Izumi si no hubiesen estado tan distantes la una de la otra; pero no le afligió el no poder hablar mucho, así podía pensar más libremente. Deseaba y temía a la vez que el dueño de la casa llegase, y apenas podía aclarar si lo temía más que lo deseaba. Después de estar así un cuarto de hora sin oír la voz de la señorita Uzumaki, Sakura se sonrojó al preguntarle aquella qué tal estaba su familia. Contestó con la misma indiferencia y brevedad y la otra no dijo más.
La primera variedad de la visita consistió en la aparición de unos criados que traían fiambres, pasteles y algunas de las mejores frutas de la estación, pero esto aconteció después de muchas miradas significativas de la señora Annesley a Izumi con el fin de recordarle sus deberes. Esto distrajo a la reunión, pues, aunque no todas las señoras pudiesen hablar, por lo menos todas podrían comer. Las hermosas pirámides de uvas, albérchigos y melocotones las congregaron en seguida alrededor de la mesa.
Mientras estaban en esto, Sakura se dedicó a pensar si temía o si deseaba que llegase Uchiha por el efecto que había de causarle su presencia; y aunque un momento antes creyó que más bien lo deseaba, ahora empezaba a pensar lo contrario.
Uchiha había estado con el señor Gardiner, que pescaba en el río con otros dos o tres caballeros, pero al saber que las señoras de su familia pensaban visitar a Izumi aquella misma mañana, se fue a casa. Al verle entrar, Sakura resolvió aparentar la mayor naturalidad, cosa necesaria pero difícil de lograr, pues le constaba que toda la reunión estaba pendiente de ellos, y en cuanto Uchiha llegó todos los ojos se pusieron a examinarle. Pero en ningún rostro asomaba la curiosidad con tanta fuerza como en el de la señorita Uzumaki, a pesar de las sonrisas que prodigaba al hablar con cualquiera; sin embargo, sus celos no habían llegado hasta hacerla desistir de sus atenciones a Uchiha. Izumi, en cuanto entró su hermano, se esforzó más en hablar, y Sakura comprendió que Uchiha quería que las dos intimasen, para lo cual favorecía todas las tentativas de conversación por ambas partes. La señorita Uzumaki también lo veía y con la imprudencia propia de su ira, aprovechó la primera oportunidad para decir con burlona finura:
—Dígame, señorita Sakura, ¿es cierto que la guarnición de Meryton ha sido trasladada? Ha debido de ser una gran pérdida para su familia.
En presencia de Uchiha no se atrevió a pronunciar el nombre de Sabaku, pero Sakura adivinó que tenía aquel nombre en su pensamiento; los diversos recuerdos que le despertó la afligieron durante un momento, pero se sobrepuso con entereza para repeler aquel descarado ataque y respondió a la pregunta en tono despreocupado. Al hacerlo, una mirada involuntaria le hizo ver a Uchiha con el color encendido, que la observaba atentamente, y a su hermana completamente confusa e incapaz de levantar los ojos. Si la señorita Uzumaki hubiese podido sospechar cuánto apenaba a su amado, se habría refrenado, indudablemente; pero sólo había intentado descomponer a Sakura sacando a relucir algo relacionado con un hombre por el que ella había sido parcial y para provocar en ella algún movimiento en falso que la perjudicase a los ojos de Uchiha y que, de paso, recordase a éste los absurdos y las locuras de la familia Senju. No sabía una palabra de la fuga de la señorita Uchiha, pues se había mantenido estrictamente en secreto, y Sakura era la única persona a quien había sido revelada. Uchiha quería ocultarla a todos los parientes de Uzumaki por aquel mismo deseo, que Sakura le atribuyó tanto tiempo, de llegar a formar parte de su familia. Uchiha, en efecto, tenía este propósito, y aunque no fue por esto por lo que pretendió separar a su amigo de Tenten, es probable que se sumara a su vivo interés por la felicidad de Uzumaki.
Pero la actitud de Sakura le tranquilizó. La señorita Uzumaki, humillada y decepcionada, no volvió a atreverse a aludir a nada relativo a Sabaku. Izumi se fue recobrando, pero ya se quedó definitivamente callada, sin osar afrontar las miradas de su hermano. Uchiha no se ocupó más de lo sucedido, pero en vez de apartar su pensamiento de Sakura, la insinuación de la señorita Uzumaki pareció excitar más aún su pasión.
Después de la pregunta y contestación referidas, la visita no se prolongó mucho más y mientras Uchiha acompañaba a las señoras al coche, la señorita Uzumaki se desahogó criticando la conducta y la indumentaria de Sakura. Pero Izumi no le hizo ningún caso. El interés de su hermano por la señorita Senju era más que suficiente para asegurar su beneplácito; su juicio era infalible, y le había hablado de Sakura en tales términos que Izumi tenía que encontrarla por fuerza amable y atrayente. Cuando Uchiha volvió al salón, la señorita Uzumaki no pudo contenerse y tuvo que repetir algo de lo que ya le había dicho a su hermana:
—¡Qué mal estaba Sakura Senju, señor Uchiha! —exclamó—. ¡Qué cambiada la he encontrado desde el invierno! ¡Qué morena y qué poco fina se ha puesto! Ni Louisa ni yo la habríamos reconocido.
La observación le hizo a Uchiha muy poca gracia, pero se contuvo y contestó fríamente que no le había notado más variación que la de estar tostada por el sol, cosa muy natural viajando en verano.
—Por mi parte —prosiguió la señorita Uzumaki— confieso que nunca me ha parecido guapa. Tiene la cara demasiado delgada, su color es apagado y sus facciones no son nada bonitas; su nariz no tiene ningún carácter y no hay nada notable en sus líneas; tiene unos dientes pasables, pero no son nada fuera de lo común, y en cuanto a sus ojos tan alabados, yo no veo que tengan nada extraordinario, miran de un modo penetrante y adusto muy desagradable; y en todo su aire, en fin, hay tanta pretensión y una falta de buen tono que resulta intolerable.
Sabiendo como sabía la señorita Uzumaki que Uchiha admiraba a Sakura, ése no era en absoluto el mejor modo de agradarle, pero la gente irritada no suele actuar con sabiduría; y al ver que lo estaba provocando, ella consiguió el éxito que esperaba. Sin embargo, él se quedó callado, pero la señorita Uzumaki tomó la determinación de hacerle hablar y prosiguió:
—Recuerdo que la primera vez que la vimos en Hertfordshire nos extrañó que tuviese fama de guapa; y recuerdo especialmente que una noche en que habían cenado en Netherfield, usted dijo: «¡Si ella es una belleza, su madre es un genio!» Pero después pareció que le iba gustando y creo que la llegó a considerar bonita en algún tiempo.
—Sí —replicó Uchiha, sin poder contenerse por más tiempo—, pero eso fue cuando empecé a conocerla, porque hace ya muchos meses que la considero como una de las mujeres más bellas que he visto.
Dicho esto, se fue y la señorita Uzumaki se quedó muy satisfecha de haberle obligado a decir lo que sólo a ella le dolía.
Camino de Lambton, la señora Gardiner y Sakura comentarontodo lo ocurrido en la visita, menos lo que más les interesaba a las dos.Discutieron el aspecto y la conducta de todos, sin referirse a la persona a laque más atención habían dedicado. Hablaron de su hermana, de sus amigos, de sucasa, de sus frutas, de todo menos de él mismo, a pesar del deseo de Sakura desaber lo que la señora Gardiner pensaba de Uchiha, y de lo mucho que ésta sehabría alegrado de que su sobrina entrase en materia.
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Orgullo y prejuicio
Historical FictionCon la llegada del rico y apuesto Mr. Uchiha a su región, las vidas de los Senju y sus cinco hijas se vuelven del revés. El orgullo y la distancia social, la astucia y la hipocresía, los malentendidos y los juicios apresurados abocan a sus personaje...