CAPÍTULO LXI

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El día en que la señora Senju se separó de sus dos mejores hijas, fue de gran bienaventuranza para todos sus sentimientos maternales. Puede suponerse con qué delicioso orgullo visitó después a la señora Uzumaki y habló de la señora Uchiha. Querría poder decir, en atención a su familia, que el cumplimiento de sus más vivos anhelos al ver colocadas a tantas de sus hijas, surtió el feliz efecto de convertirla en una mujer sensata, amable y juiciosa para toda su vida; pero quizá fue una suerte para su marido (que no habría podido gozar de la dicha del hogar en forma tan desusada) que siguiese ocasionalmente nerviosa e invariablemente mentecata.

El señor Senju echó mucho de menos a su Sakura; su afecto por ella le sacó de casa con una frecuencia que no habría logrado ninguna otra cosa. Le deleitaba ir a Pemberley, especialmente cuando menos le esperaban.

Uzumaki y Tenten sólo estuvieron un año en Netherfield. La proximidad de su madre y de los parientes de Meryton no era deseable ni aun contando con el fácil carácter de Uzumaki y con el cariñoso corazón de Tenten. Entonces se realizó el sueño dorado de las hermanas de Uzumaki; éste compró una posesión en un condado cercano a Derbyshire, y Tenten y Sakura, para colmo de su felicidad, no estuvieron más que a treinta millas de distancia.

Catherine, sólo por su interés material, se pasaba la mayor parte del tiempo con sus dos hermanas mayores; y frecuentando una sociedad tan superior a la que siempre había conocido, progresó notablemente. Su temperamento no era tan indomable como el de Ino, y lejos del influjo de ésta, llegó, gracias a una atención y dirección conveniente, a ser menos irritable, menos ignorante y menos insípida. Como era natural, la apartaron cuidadosamente de las anteriores desventajas de la compañía de Ino, y aunque la señora Sabaku la invitó muchas veces a ir a su casa, con la promesa de bailes y galanes, su padre nunca consintió que fuese.

Temari fue la única que se quedó en la casa y se vio obligada a no despegarse de las faldas de la señora Senju, que no sabía estar sola. Con tal motivo tuvo que mezclarse más con el mundo, pero pudo todavía moralizar acerca de todas las visitas de las mañanas, y como ahora no la mortificaban las comparaciones entre su belleza y la de sus hermanas, su padre sospechó que había aceptado el cambio sin disgusto.

En cuanto a Sabaku e Ino, las bodas de sus hermanas les dejaron tal como estaban. Él aceptaba filosóficamente la convicción de que Sakura sabría ahora todas sus falsedades y toda su ingratitud que antes había ignorado; pero, no obstante, alimentaba aún la esperanza de que Uchiha influiría para labrar su suerte. La carta de felicitación por su matrimonio que Sakura recibió de Ino daba a entender que tal esperanza era acariciada, si no por él mismo, por lo menos por su mujer. Decía textualmente así:

«Mi querida Saku: Te deseo la mayor felicidad. Si quieres al señor Uchiha la mitad de lo que yo quiero a mi adorado Sabaku, serás muy dichosa. Es un gran consuelo pensar que eres tan rica; y cuando no tengas nada más que hacer, acuérdate de nosotros. Estoy segura de que a Sabaku le gustaría muchísimo un destino de la corte, y nunca tendremos bastante dinero para vivir allí sin alguna ayuda. Me refiero a una plaza de trescientas o cuatrocientas libras anuales aproximadamente; pero, de todos modos, no le hables a Uchiha de eso si no lo crees conveniente.»

Y como daba la casualidad de que Sakura lo creía muy inconveniente, en su contestación trató de poner fin a todo ruego y sueño de esa índole. Pero con frecuencia le mandaba todas las ayudas que le permitía su práctica de lo que ella llamaba economía en sus gastos privados.

Siempre se vio que los ingresos administrados por personas tan manirrotas como ellos dos y tan descuidados por el porvenir, habían de ser insuficientes para mantenerse. Cada vez que se mudaban, o Tenten o ella recibían alguna súplica de auxilio para pagar sus cuentas. Su vida, incluso después de que la paz les confinó a un hogar, era extremadamente agitada. Siempre andaban cambiándose de un lado para otro en busca de una casa más barata y siempre gastando más de lo que podían. El afecto de Sabaku por Ino no tardó en convertirse en indiferencia; el de Ino duró un poco más, y a pesar de su juventud y de su aire, conservó todos los derechos a la reputación que su matrimonio le había dado.

Aunque Uchiha nunca recibió a Sabaku en Pemberley, le ayudó a progresar en su carrera por consideración a Sakura. Ino les hizo alguna que otra visita cuando su marido iba a divertirse a Londres o iba a tomar baños. A menudo pasaban temporadas con los Uzumaki, hasta tal punto que lograron acabar con el buen humor de Uzumaki y llegó a insinuarles que se largasen.

La señorita Uzumaki quedó muy resentida con el matrimonio de Uchiha, pero en cuanto se creyó con derecho a visitar Pemberley, se le pasó el resentimiento: estuvo más loca que nunca por Izumi, casi tan atenta con Uchiha como en otro tiempo y tan cortés con Sakura que le pagó sus atrasos de urbanidad.

Izumi se quedó entonces a vivir en Pemberley y se encariñó con su hermana tanto como Uchiha había previsto. Las dos se querían tiernamente. Izumi tenía el más alto concepto de Sakura, aunque al principio se asombrase y casi se asustase al ver lo juguetona que era con su hermano; veía a aquel hombre que siempre le había inspirado un respeto que casi sobrepasaba al cariño, convertido en objeto de francas bromas. Su entendimiento recibió unas luces con las que nunca se había tropezado. Ilustrada por Sakura, empezó a comprender que una mujer puede tomarse con su marido unas libertades que un hermano nunca puede tolerar a una hermana diez años menor que él.

Lady Catherine se puso como una fiera con la boda de su sobrino, y como abrió la esclusa a toda su genuina franqueza al contestar a la carta en la que él le informaba de su compromiso, usó un lenguaje tan inmoderado, especialmente al referirse a Sakura, que sus relaciones quedaron interrumpidas por algún tiempo. Pero, al final, convencido por Sakura, Uchiha accedió a perdonar la ofensa y buscó la reconciliación. Su tía resistió todavía un poquito, pero cedió o a su cariño por él o a su curiosidad por ver cómo se comportaba su esposa, de modo que se dignó visitarles en Pemberley, a pesar de la profanación que habían sufrido sus bosques no sólo por la presencia de semejante dueña, sino también por las visitas de sus tíos de Londres.

Con los Gardiner estuvieron siempre los Uchiha en la más íntima relación. Uchiha, lo mismo que Sakura, les quería de veras; ambos sentían la más ardiente gratitud por las personas que, al llevar a Sakura a Derbyshire, habían sido las causantes de su unión.


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Hola a todos, y aquí termina esta historia, yo me divertí mucho haciendo la adaptación, espero que ustedes la hayan disfrutando, saludos a todos.

Hasta la próxima historia.

Orgullo y prejuicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora