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Alison no está cuando despierto y en su lugar solo encuentro la cama completamente deshecha frente a mí

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Alison no está cuando despierto y en su lugar solo encuentro la cama completamente deshecha frente a mí.

Suspiro sintiéndome cansada a pesar de haber dormido perfecto toda la noche e intento cerrar los ojos por un momento más antes de que escuché que alguien me acompaña.

-¿Alison? -la llamo, pero en su lugar cuando echo un vistazo al otro lado de mi cama, encuentro a Sean mirándome desde una silla.

Carga con el mi grueso expediente y al encontrarme despierta, antes de decir cualquier cosa, solamente toma notas.

-¿Dónde está Alison? -lo cuestiono.

-¿Cómo te sientes? -pregunta en lugar de darme una respuesta.

-Cansada, siempre estoy cansada -suspiro harta de sus miles de interrogatorios diarios.

-¿Has dormido bien? -me limito a asentir.

-¿Dónde...?

-Voy a asignarte una hora de activación física al día, te ayudará a recuperar energía luego de las pruebas -me interrumpe y ahora pienso que lo hace completamente a propósito.

-¡¿Dónde está Alison?! -repito comenzando a alterarme.

-Ella está bien -contesta.

-Eso no fue lo que pregunté -señalo y él finalmente cierra mi archivo para mirarme a los ojos.

-Está en el salón de estimulación sensorial -responde.

Estuve ahí hace unos días. Es una gigantesca habitación con el poder de hacerte sentir que estás en el exterior. Hay jardín y plantas artificiales, olores, sonidos e incluso animales robóticos que pretenden simular la realidad mientras los científicos estudian cada una de las reacciones de tu cerebro ante todo ello.

-¿Qué está haciendo ahí? Quiero verla -demando.

-No puedes. Tienes una prueba en unos minutos y todos esperan por ti.

-Quiero verla... ahora -insisto-. No iré a ninguna maldita prueba hasta no verla.

-Madison, ¿puedes solo...? -señala la puerta y al ver eso, bufo ante su patético intento por persuadirme.

-¿Que haces aquí? -lo cuestiono-. Tú no encajas en medio de todo esto -me burlo al darme cuenta de que el hombre autoritario y serio que solía creer que era; ahora sólo parece un niño perdido que intenta ponerse unos zapatos que resultan imposibles de llenar-. ¡Quiero ver a Alison!-insisto.

-No lo harás -replica.

-Entonces no iré a ningún lado -anuncio y luego, me vuelvo a recostar en la cama-. Infórmale eso a quien quiera que te mandó a buscarme.

-No hablaría de ese modo si fuera tú... -me muestra el pequeño tubito plateado que en manos de alguien más, ya me hubiera propiciado una fuerte descarga; así que está vez en lugar de obedecer, lo reto estirándole el brazo.

EL CÓDIGO QUE NOS ROMPE (LIBRO 2) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora