Epílogo

67 10 39
                                    

OCHO AÑOS DESPUÉS••••

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

OCHO AÑOS DESPUÉS
••••

Sus ojos finalmente se cierran cuando termino de cantar la canción mientras continúo trazando el corto trayecto desde su frente hasta el puente de su diminuta y respingada nariz ella mientras continúa succionando del chupete rosado en su boca.

La sostengo con fuerza contra mí, mientras su pequeña manita se aferra completamente a mi

pulgar de la manera más adorable posible.

Este es mi momento preferido del día.

Arrullar a mi hija me provee una paz y una satisfacción increíble que nunca cesa y cada que lo hago se siente como  si fuera la primera vez que lo hiciera.

Adoro verla dormir. Me encanta la forma en la que su pequeño pecho se eleva con cada respiración, el movimiento de su barbilla mientras succiona del chupete que cubre casi las mitas de su cara; la manera en la que sus largas y hermosas pestañas descansan sobre sus rosadas mejillas que se elevan como si rogaran por ser besadas mientras su boca emite los tiernos sonidos de bebé que me derriten cada vez que los deja salir y el exquisito aroma de toda ella me hace desear que se quede de este modo por el resto de mi vida.

Te amo muchísimo —susurro besando la punta de su nariz ante lo que ella hace una mueca que casi se transforma en una pequeña sonrisa.

—Y yo te amo mucho más —Dylan agrega haciendo que esta vez, sea yo la que sonría de inmediato.

Lo encuentro en la puerta vestido con su elegante traje y zapatos negros perfectamente lustrados cuando en su boca se dibuja su perfecta sonrisa que luego de ocho años aún consigue volverme loca.

Mi madre también entra en la habitación y no duda en ponerse frente a mí antes de  extender los brazos rogando por sostener a mi hija.

—No quiero soltarla —digo y ella sonríe mirando con una orgullosa sonrisa a su nieta en mis brazos.

—Ella va a seguir aquí esperando cuando vuelvan — responde cuando me pongo de pie y dejo que  el largo vestido plateado que visto caiga como una cascada hasta mis pies y luego, como si ella fuera a romperse, con todo el cuidado del mundo, le entrego a mi bebé que al notar el cambio de brazos me regala un último vistazo a sus hermosos ojos color miel.

—Te veré mañana mi pequeña Ali —le susurro besando una vez más su redonda mejilla antes de que consiga volver a quedarse dormida.

—Oigan, no quiero interrumpir este bello momento, pero llegaremos tarde si no, ya saben... nos largamos —Levy anuncia desde la puerta luciendo tan elegante como una estrella de cine.

EL CÓDIGO QUE NOS ROMPE (LIBRO 2) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora