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Un chico extraño

— Me alegro que ya estés aquí, siento no haberte ido a recoger. Tuve que salir de emergencia al hospital — dijo mi padre recargado en la mesa, yo me encontraba del otro lado de esta, y a lado mío la rubia.

— Si, no te preocupes. Todo está bien — dije, sabía que era doctor, así que esa fue su emergencia, tuvo que atender a algún paciente.

— ¡Oh! Cierto. Te presento a Martha
— dijo mi padre sonriente. Refiriéndose a la rubia.

— Bueno, ella es mi hija Alicia
— dijo dirigiendose a Martha. Ella me regaló una cálida sonrisa, mi padre se había tardado en presentarla.

— Un gusto — pronunció, me parecía una buena persona, tal vez era la nueva pareja de mi padre.

— ¿Que son? — pregunté de manera curiosa, moviendo mis pies. Me sentía nerviosa ante la respuesta, había convivido con mi padre, lo adoraba. Y si ella fuese algo más de el no me enojaría, el tenía el derecho de reiniciar su vida después de mi madre.

— Es una amiga cercana, la conocía cuando yo era más joven — dijo mi padre. Dude un poco, pero asentí.

— Creo que debo instalarme, ya es un poco noche. Espero no haberlos interrumpido — dije levantándome de mi asiento, tomando mis maletas para subir a mi habitación.

— Te ayudaré, sirve y te digo dónde está tu habitación — dijo mi padre, tomo las maletas, y subió con ellas.

— No soy nada sentimental de tu padre, por si te angustiaba — dijo la rubia, yo me sentí confusa ante lo que dijo. Asentí, un alivio se instalo en mi. Pero también un vacío, yo quería que mi padre fuese feliz nuevamente.

— Si llegarán a tener algo, ten por seguro que no me metería, es la felicidad de mi padre — dije, la chica asintió.

Subí las escaleras deprisa para alcanzar a mi padre, me dirigí hasta a el. Frente de mi se encontraba una puerta de madera, con mi nombre marcado.

— ¿Lo afirmaste por dentro? — dije emocionada, sonreí tontamente al imaginarme a mi padre adornando el cuarto. El me miró sonriente y asintió.

Entre, busque el interruptor para encender la luz. En cuanto me acostumbré a la luz del cuarto, las paredes estaban pintadas de rosa palo, se encontraban cuadros tanto de mi madre conmigo, yo sola, con mis amigos más cercanos, y no podía faltar una con el. Mi cama se encontraba enmedio, cubierta por una manta transparente, mi padre sabía cuánto me gustaban ese tipo de cosas. Mi escritorio se encontraba a un costado con mis pertenencias, mi maquillaje, mis cremas corporales, perfumes, etc. Visualice mi espejo colgando de la pared, y mi armario.

— ¿Te gusta? — pregunto nervioso.

— No me gusta, me encanta. Es muy bonito, gracias — abrace a mi padre, el me correspondió. El calor paternal me había hecho falta.

— Me alegro, será mejor que duermas.
Es muy tarde, debes estar cansada — dijo mi padre, yo asentí y lo ví desaparecer en el pasillo, dejé mis maletas a un lado, cerré la puerta con seguro. Retire mi ropa, y coloque un camisón negro. El frío se colo por la ventana, me dirigí hasta esta para cerrarla, por medio de está se podía ver el bosque, el bosque de Veerffy. Que transmitía un aire escalofriante. Cuando empecé a cerrar la puerta, una fuerza ajena me empujó.

Caí al suelo aturdida, y un hombre empezó a entrar. Pensé que entraría en pánico, pero no lo hize me sentí normal.

— ¡Shhh! No hagas ruido — murmuró, era un chico, su voz era ronca. Extendió su mano, y me ayudó a levantarme. Vi pasar una sombra frente a la ventana, el tapo mi boca, apegandome a su pecho.

ALICIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora