La brisa aquella noche definitivamente tenía algo de mágica y no tenía nada que ver con el hecho de que faltara tan poco para su aniversario de matrimonio número 32. ¡32! Eso era toda una vida, si uno se ponía a pensar en lo siete hermosos hijos que la vida le había dado, pero apenas un abrir y cerrar de ojos para un hombre tan enamorado como lo era él.
Era un verdadero privilegiado. Haberse casado enamorado, y haber tenido una buena vida, a pesar de nunca haber sentido ni un solo indicio de su destinado. Aunque había días como ese en el que no podía dejar de pensar en por qué la vida había sido tan injusta con él. Se había revisado su cuerpo hasta el cansancio buscando una señal, la más mínima, pero no, nunca había encontrado nada. Ni el más leve indicio de esa persona que lo haría inmensamente feliz con tan solo pensar en su nombre. Respiro profundo rascándose el pecho, justo a la altura de la tetilla izquierda- No te preocupes – dijo Molly abrazándolo por la espalda –, la cena será perfecta
- Por supuesto que lo será – dijo Arthur –, lo estas organizando tú
- Me tienes demasiada fe – dijo la mujer regordeta
- Te amo demasiado – dijo besándola dulcemente
- Arthur – dijo sonrojada – eres el hombre más maravilloso del planetaComo cada domingo, la familia estaba reunida en La Madriguera, las vacaciones les regalaban esos momentos. Arthur conversaba animadamente con Harry y Hermione que le prometieron llevarlo a uno de los partidos de futbol muggle del Liverpool. Molly pasó a la cocina seguida de los gemelos que llevaban grandes cestos con verduras de la huerta
- Vamos, vamos – decía Molly – ya es tardísimo
- Pero mujer – decía Arthur mientras se rascaba el pecho – aún podemos pedir algo, no es necesario que cocines
- Es domingo – dijo Molly – y solamente yo cocino los domingos
- Igual que los otros días – dijo Charlie sonriendo
- Podrías... – dijo Fred
- Al menos... – dijo George
- Descansar... – dijo Fred
- Hoy... – dijo George
- Yo creo que son otros los que quieren descansar – dijo Billy sonriendo
- ¡Cállate! – sisearon los gemelos antes de entrar a la cocina
- ¿Por qué no cocinamos todos juntos? – dijo Charlie abriendo la alacena
- La cocina es pequeña – dijo Ron desde la sala
- Igual que tú – dijo Ginny sonriendo
- Yo necesito ir... – dijo Percy girando para salir
- No, jovencito – dijo Charlie deteniéndolo y volviendo a su lugar
- Tal vez Percy prefiera lavar la ropa de todos... – dijo George
- ...Antes de limpiar la casa completa – completo Fred ganándose una mirada casi asesina de su hermano mayor
- Dejen de pelear – dijo Arthur rascándose el pecho –, su madre quiere cocinar y todos le ayudaremos
- ¡Papá! – protestaron todos los chicos
- Nada de papá – dijo este acallando a sus hijos –. Fred, saca la fuente grande de la alacena. George y Percy vayan a la huerta y traigan los vegetales – continuó poniéndose un mandil – Ron lava la vajilla sucia y Ginny sacara
- ¿Y ellos? – acusaron los gemelos
- Mientras, Charlie y Billy – ordenó Arthur –, denle una limpieza rápida a la sala – Todos los miraron sorprendido – ¿Qué?
- ¿Desde cuándo tú administras la casa? – pregunto Ron intrigado
- Ya dije, todos ayudaremos a su madre – ordenó Arthur volviendo a rascarse
- Ponte alguna pomada en esa picada – dijo Molly
- Sí, iré a ver que tengo – dijo Arturo – cuando regrese los quiero ver trabajando – dijo antes de salirSubió la escalera pensando que hacía días que se sentía raro, como un vacío en su pecho, como si algo le faltara pero no sabía explicarlo. Por momentos parecía que le faltaba el aire. Apoyó su mano en la pared y cerró los ojos ante el mareo repentino que le llegó, tenía ganas de gritar, todo le daba vuelta, sentía como algo le quemaba el pecho. Como pudo llego al baño y se encerró en este, se sentó en el retrete y desesperado se abrió la camisa para examinarse el lugar donde tanto le escocia. Estaba completamente rojo debido a la manera en se había rascado, e incluso se arañado un poco.
Después de un rato regreso a la sala pero seguía sintiéndose extraño
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Destinados
FanfictionAl no ser destinados Arthur sabía que no había ninguna garantía de fidelidad a pesar de tener siete hijos en común, pero jamás imagino el giro que su vida daría