3 La Vida Cambia

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Ya habían pasado varios días desde esa reunión, y por extraño que pareciera se sentía un poco más ligado al muchacho, a pesar de sentir todavía amor por su mujer. Sin embargo Zabini, "no, Blaise, desde hoy es Blaise" se corrigió a sí mismo, debía acostumbrarse si quería que todo fuese fácil para su hijos. Pero ¿Cómo acostumbrarse a pensar que debía...? Movió negativamente la cabeza de manera instintiva desechando por ahora ese pensamiento.

Durante su primer encuentro, Blaise le había dicho que entendía perfectamente su posición, pero que le daba hasta el fin de semana para hablar con Molly y que iría ese fin de semana a la Madriguera para hablar con sus hijos y afinar detalles de la mudanza, porque los quería cuanto antes en su casa para empezar los trámites de adopción, así como su nueva vida.

A Arthur le preocupaba, y mucho, lo que fueran a decir sus hijos, pero lo enloquecía pensar lo que Molly iba a sufrir ¡Había cargado en su vientre a cada uno! Perderlos, a sus hijos y a él de esa manera, podría desequilibrar no solo su magia, sino también su salud mental. Él la quería, no quería que algo le pasara.

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En la habitación de un hostal de los barrios más pobres del Londres Mágico, una cama de fierro, con colchón viejo y sabanas sucias chirrea al ritmo de dos cuerpos que se entregan a la lujuria y el placer desmedido. "¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!" es todo lo que salía de sus labios mientras una boca hambrienta devoraba su entrepierna abierta y muy bien dispuesta a conceder todo lo que quieran de ella. Las manos acariciaron sus muslos desnudos mientras tenía sus pies muy bien afianzados en la cama

- ¡Ya no me tortures, maldita mortífaga! – gemía con los brazos amarrados a la cabecera de la cama, fue entonces que una cachetada le cruzo el rostro

- Cállate o te juro que recibirás un Cruxius por insolente – siseo la mujer mientras se acostaba sobre ella y tomaba una especie de vara de goma de unos sesenta centímetros con cabezas a ambos lados en forma de pene masculino

- ¡su... su... el... ta... me! – gemía la mujer con los ojos cerrado mientras movía las caderas indefensa a los caprichos de la otra

- Aun no hermosa – dijo la rubia – primero vas desgarrarte la garganta gritando por mi piedad a más no poder – y le succiono los senos arrancándole gemidos descontrolados a la mujer – ¡Más alto! ¡Más alto! – y la mujer obedecía mientras sentía como la otra tomaba algo de la mesita de noche

- ¡Auxilio! ¡Auxilio! – empezó a desgarrarse la garganta gritando cuando sintió que algo entraba entre sus piernas

- ¡Eso mi perrita hermosa! – decía la rubia penetrando a la mujer con una punta del juguete sexual – ¡gime como me gusta!

- ¡Auxilio! ¡Auxilio! – gritaba mientras sentía como el miembro llegaba al punto exacto – ¡Que alguien me ayude! – gritaba llorando – ¡no quiero! ¡Suéltame!

- ¡me... fas... cina... co... co...mo... gri... gri... tas! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! – gemía la rubia marcándole el ritmo

- ¡Su... suel... tame... me...! – gemía la morena mientras sus gritos eran acallado por unos labios voraces, sus pechos eran estrujados como simples pedazos de carne y el vibrador que tenía dentro suyo llegaba al punto exacto donde la hacía estallar de placer confundiéndose con los gemidos de la otra mujer. De pronto sintió una nalgada que la humillaba aún más, pero lo peor llego cuando ese dedo se coló entre sus glúteos como si fuese otro miembro

Dos horas después Molly Weasley estaba acostada boca abajo con las piernas abiertas completamente agotadas, pero sonrió al sentir que le esparcían besos sobre la espalda

DestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora