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La habitación de Jeongin parecía particularmente tranquila esa noche.

Su compañero de cuarto había salido, por lo que su dormitorio compartido se sentía vacío de todos los sonidos. Ni siquiera estaba presente el movimiento habitual de los autos o las bocinas del tráfico de la ciudad, lo que hizo que Jeongin se preguntara cuánto tiempo había estado mirando su techo en silencio. Era evidente que ya era bien de mañana, y todo lo que había sucedido antes se había perdido en la noche de un nuevo día.

Estaba acostumbrado a esto, al silencio. Chan nunca fue realmente alguien amante del ruido (a diferencia de su amigo Jisung, por ejemplo, que parecía estar constantemente a todo volumen). Las noches que pasaba en casa de Chan eran igualmente tranquilas.

Sin embargo, ahora todo lo que Jeongin podía pensar eran los minúsculos momentos de sonido que echaría de menos.

El constante ascenso y descenso del pecho de Chan, con su respiración tan silenciosa y suave que fácilmente se podía pasar por alto. A veces, Chan se removía por la noche y se daba vuelta o se movía bruscamente, tirando de las sábanas y revolviendo la colcha a su alrededor.

Y eso era cuando Chan realmente dormía, ya que la mayoría de las veces, cuando Jeongin se despertaba en la noche para tomar un vaso de agua, se encontraba a Chan sentado en el asiento de la ventana o en el balcón, con el reflejo brillante de las estrellas en sus ojos.

Se quedaba sentado allí, disfrutando de la luz de la luna, completamente en paz con la noche.

Tenía mucho sentido ahora.

Jeongin se giró en su propia cama, acercando una almohada a su pecho mientras recordaba cómo se sentía cuando se acercaba a Chan en esas noches de insomnio. Chan nunca se sorprendía demasiado de verlo y solo abría sus brazos para envolver a Jeongin. Su piel fría chocando con la calidez somnolienta de Jeongin.

A veces simplemente se sentaban allí, silenciosamente debajo del cielo azul marino y ébano, el zumbido del viento al otro lado del cristal de la ventana. A veces hablaban de todo y nada, solo apreciando la voz retumbante del otro. A veces se quedaban dormidos así, encerrados en los brazos del otro, solo para despertarse al día siguiente con horribles dolores de espalda y piernas en ángulos extraños.

Sin saberlo, Jeongin sintió una cálida lágrima salada caer por el rabillo del ojo, viajando por los pliegues de su rostro hasta llegar a su boca. La limpió, aturdido cuando sintió que más lágrimas caían lentamente por su rostro, su boca tenía un sabor amargo.

—Dios, soy patético.— Murmuró para sí mismo, sentándose recto, con la almohada en sus brazos todavía apretada contra su pecho. Los latidos de su corazón corrían a cientos de kilómetros por hora, y Jeongin lo dejó, encontrando que el ritmo acelerado de su pulso era calmante y mundano, casi humillante. Un recordatorio de que era humano.

Le hizo pensar en Chan, o en particular en su falta de humanidad.

Pero... eso no estaba bien. Chan era tan humano como él, solo, un poco más especial.

Aquello le hizo preguntarse como debía haberse sentido Chan cuando escuchaba los latidos de su corazón cuando estaban juntos.

Porque incluso hasta el día de hoy, cada vez que Chan lo besaba, Jeongin sentía que su corazón se aceleraba en nerviosismo y anticipación, pero más en emoción. En contentamiento.

Estaba tan enamorado.

lovers fangs 「chanin」 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora