Diez

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— ¿Regresamos juntas hoy Clover?

— No, Sophie, hoy caminaré sola, no te preocupes.

— Entonces me adelantaré. Cuídate Clover, regresa con cuidado.

— Gracias, tú también.

Fui al baño a refrescarme un poco, mis ojos no estaban tan hinchados como pensaba. En ningún momento pensé que me encontraría en una situación así, pensando en que lo mejor sería cambiarme de escuela e iniciar desde cero, porque ya había creado un vínculo con la profesora y yo lo había iniciado todo.

— Entonces así de decepcionante es el primer amor...

Subí a la azotea. Quería ver el cielo, no interesaba si la profesora estaba ahí o no, solo quería ver el cielo, necesitaba una brisa en el rostro, porque sentía que me ahogaba en mis propios sentimientos.

— Ah...

Miraba el atardecer, quería enloquecer, quería ser otra persona porque el dolor que sentía en mi cuerpo no era un recipiente lo suficientemente grande.

Gideon. Miré el cielo y pensé en él.

Llamé a Gideon. Solo quería perderme, ya no interesaba la manera, era viernes debía haber algo para pasarlo bien, para dejar de pensar en el dolor.

— Gideon ¿estas ocupado hoy?

Acordamos en vernos fuera de un bar con música en vivo, definitivamente necesitaba algo así, el éxtasis de hacer y conocer cosas nuevas.

— Bueno, entonces ¿entramos?

Asentí y el ambiente era muy diferente al que parecía haber afuera. Se sentía pesado, había humo, música y estaba lleno.

— Hay mucha gente...

— Bueno es viernes, no te sueltes ¿sí?

Gideon tomó mi mano. La mano de un hombre es diferente, se siente fuerte y que nunca te soltara, meditar todo ese tipo de cosas insignificantes era parte de mí y de cómo veía la corta vida a la que estoy sometida.

— Si no recuerdo mal, me dijiste que tu banda favorita era Franz Ferdinand.

Gideon me miro tiernamente. No era posible eso.

— Bueno, lo que todos han estado esperando esta noche....

El presentador empezó hablar y los dos miramos el escenario.

— ¡Franz Ferdinand!

Y las personas empezaron a gritar y emocionarse, era una sensación de sintonía con el ambiente, una parte de mí se sincronizaba con cada una de las personas que estaba ahí.

— ¡A disfrutar Clover!

Solo bastaba tocar la primera canción para que empiece a gritar, a llorar y a tomar con fuerza la mano de Gideon. Era la catarsis humana que tantas veces había leído en libros y que no pensaba que alguna vez me pasaría.

Este era mi útimo año de secundaria y pronto seria mayor de edad. Dos acontecimientos importantes iban a pasar en mi vida. No debería pedir nada más, este año ha sido fabuloso, conocí a Gideon, me enamore por primera vez, después de mucho tiempo tengo una amiga. Siento que no merezco tanta felicidad.

— ¿Clover?

— No digas nada.

Estaba llorando de felicidad. Sentí a Gideon envolverme en sus brazos como si fuera algo muy delicado y que no quería que se rompa más.

— No diré nada.

Cálido. Esa era la sensación que emitía Gideon.

— Iré al baño, no te preocupes, regresaré rápido.

El espacio entre una persona y otra era casi inexistente, solo me metía donde veía al menos un pequeño espacio, todos seguían gritando y emocionándose, fumando y besándose. Era lo más parecido a un pecado.

— ¿Clover?

No. Sigue andando, tu no oíste nada. Es una alucinación.

— Clover eres tu ¿verdad?

Me tomo por los hombros y me obligo a ver su rostro. Joanne.

— Suélteme. Suélteme.

— Tranquila Clover ¿Qué sucede? ¿Qué haces aquí? Este lugar no permite ingresar menores de edad.

— Yo...

— Vamos afuera, no te escucho bien.

La profesora tomo mi mano y fuimos a donde no habría ruido. Donde solo estaríamos las dos, era lo que menos quería. Todos siguen siendo eventos afortunados. El callejón estaba oscuro, tanto la profesora como yo estábamos sudadas de tanto saltar y gritar. Pero, mi mano segui sujetada a la de ella.

—Su mano...

Dije en voz baja, como si realmente no quisiera que la soltera, en realidad, era así. Ella soltó mi mano.

— Ahora sí ¿Qué haces aquí?

— ¿Usted que hace aquí?

— Yo vine a escuchar a Franz Ferdinand, pero eso no interesa, tu no deberías estar aquí.

La profesora encendió un cigarrillo. Me miraba desconfiadamente.

— Entre gracias a un amigo.

— Bueno ¿era el mismo chico de ese día? Yo recuerdo su rostro.

— Por favor, no haga nada, yo se lo pedí.

Agache mi mirada, arrepentida.

— No te preocupes, no diré nada. Te cubriré, como tú me cubriste.

La profesora sonrió, obviamente era una referencia a como la vi fumar en la azotea de la escuela.

— Usted debería tener más cuidado con sus acciones.

— ¿Porque lo dices?

— Usted tiene enamorada ¿verdad? No debería ir por ahí, sonriendo así.

La profesora me miro y después de unos segundos, el rostro de la profesora estaba completamente rojo. Ambas nos quedamos calladas. Al final ambas estábamos avergonzadas de la situación.

— Yo no tengo enamorada ¿Quién te dijo eso?

— Sophie...

— Ya veo... Te explicaré algo, lo que viste ese día fue no fue a la profesora Joanne, fue a Joanne. Soy adulta, tengo necesidades. En cuanto a Margarett, es una ex novia, lo volvimos a intentar, pero no sucedió nada, no pude volver a sentir lo de antes.

¿Porque me explicaba esto, hace que quiera sonreír?

Mi cabeza estaba llena de esos pensamientos.

— Entonces ¿usted esta sola?

— Si...

No podría pedirle más a la vida. Sentía que podía morir de la felicidad.

Afuera Hace FríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora