Afuera Hace Frío

Once

— ¿Puedo preguntar una cosa más?

— Adelante.

La profesora se veía de una manera erótica al apoyarse en la pared y fumando.

— Ese día ¿cómo usted sabía dónde estaba mi casa?

Era totalmente irrelevante la pregunta, pero solo era para satisfacer mi curiosidad.

— Ah... Yo...

— ¡Clover! Te estaba buscando por todo el bar.

Gideon salió de la puerta trasera y me tomo la mano.

— Por eso te dije que no te soltaras.

La situación era algo inadecuada. Gideon, ni siquiera se había percatado que la profesora estaba al frente de mí. Yo solo tenía la mirada agachada. Gideon, vio a la profesora e hizo una expresión algo indefendible.

— ¿Y esta vieja? ¿Te está molestando?

— ¿Que dijiste de mi mocoso?

La profesora se puso a la defensiva.

— Gideon, no, no, ella es mi profesora. Sera mejor que regresé. Sabe que soy menor de edad. No debería estar aquí.

— Entonces te acompaño.

— No mocoso, la acompañaré yo, puedes regresar a tu madriguera o no querrás que los policías se enteren que eres un dejarle de mala muerte.

¿Gideon era un dealer? Al parecer lo era, porque se había quedado atónito al escuchar las palabras de la profesora.

— Me llamas cuando llegas Clover.

Gideon se fue, claramente molesto.

— Lo haré.

Y su figura desapareció en la oscuridad de la noche. No había entrado al bar, simplemente se había ido.

— Andando Clover.

Asentí y seguí a la profesora.

Había tomado el metro hacia casa, sin embargo, no habíamos hablado nada, seguía sus pasos y así hasta estar cerca de mi hogar, la profesora tenía una expresión de preocupación.

— ¿Sucede algo?

La profesora miraba hacia el cielo, bajo su mirada y me observo por un largo momento o al menos, así se sentía.

— No pasa nada.

Decidí no preguntar más o tener una charla trivial, solo mirábamos las estrellas y llegamos a casa.

— Bueno llegamos.

— Entonces, me voy yendo. No vuelvas a salir con él.

Joanne me miraba algo preocupada al decir esas palabras.

— No lo haré, no sé preocupe. Gracias por acompañarme. ¡Ah!

Estábamos en el umbral de mi casa, pero había olvidado devolverle el libro.

— ¿Paso algo?

— Puede pasar, ya termine el libro, no se preocupe, no va a incomodar, probablemente mi mama ya este dormida.

La profesora pareció dudar por un momento, pero al final termino entrando a mi casa.

— Puede esperar aquí.

Ella se había sentado en el salón, me recordó cuando yo había entrado a su departamento, mirando todo.

— Ya vuelvo.

Había ido a mi habitación, buscaba el libro en todas las partes, pero no lo encontraba ¿estará en mi mochila? Mi mochila estaba en el salón, era una costumbre para mi tirarla e ir a mi cuarto. Volví al salón y miré a la profesa como observa las fotos que estaban en una pequeña mesita. Caminé haciendo el menos ruido posible para asustarla. Pero, no pude, se veía muy concentrada viendo mis fotos de cuando era pequeña.

— Es un foto de cuando tenía ocho años.

La profesora de todas maneras se asustó, porque dio un pequeño salto cuando escuchó mi voz.

— Te ves tierna.

— Todos nos vemos tiernos a esa edad.

Me acerque a mi mochila, que estaba cerca del umbral de la puerta y ahí estaba el libro, lo saque y se lo di a la profesora.

— Muchas gracias, por prestármelo. Realmente, es un gran escritor.

— De nada, si quieres algún otro libro, me lo pides. Bueno, ahora si me voy, ya es tarde.

La acompañe hasta la puerta de mi casa, pero la profesora no parecía querer irse.

— No respondí tu pregunta.

— La escucho.

Se refería a la pregunta de cómo sabía que yo vivía aquí, no era importante ahora pero aun así tenia curiosidad.

— Cuando me mude te vi pasando y veías el cielo, parecía que no tenías otra cosa en la mente, parecía que caminabas sin prestar atención en lo que estaba tu delante, te veías despreocupada y en ese momento desee ser tu...

¿yo? ¿Ser yo?

Mire al suelo al avergonzada. No dije nada, no encontraba alguna palabra u oración que decir, me sentía algo abrumada, porque mi corazón realmente quiere estar con la profesora, tenía tantas ganas de expresar mis sentimientos ¿porque no hacerlo?