Nathaniel Samuel Blair. 30 años. Huérfano. General de la brigada de rescate. Número de muertes: innumerables. Estado: ¿vivo? Lo cierto es que no lo sabía con exactitud, ¿lo estaba? Si lo estaba, ¿por qué no podía moverse? ¿Qué era ese olor? ¿Estaba en el infierno?
De alguna manera logró darse vuelta y se topó con un cielo estrellado; cada estrella titilaba de una manera particular, parecían llamarlo. ¿Qué decían? Estaba interesado en saber qué decían para él, ¿qué corra? ¿Correr a dónde? ¿Por qué debía correr cuando estaba cómodo allí? ¿Cuál era la prisa?
-¡Sam! -vio un rostro, el brillo naranja inusual parecía haberse adueñado de cada facción de aquella mujer. Se encontró más hechizado por ella que por las estrellas en un simple segundo. ¿Era aquello a lo que llamaban magia? ¿Ella era mágica? Mejor, ¿ella era un ángel? -. ¡Sam, ¿me escuchas? Debemos correr!
-¿Quién eres?
*
14 horas antes...
Caminar y ocultarse. Ocultarse y caminar. A eso se había reducido sus vidas; sobrevivir era un tema aparte; sobrevivir había pasado a la larga lista de viejos y nuevos hábitos, como buscar el calor en un fría noche en una fogata, lavarse la cara, separar lo podrido de lo bueno, reducir las raciones de comida, tomar un sorbo de agua al día. Ese tipo de hábitos, después de un apocalípsis de aquella magnitud, eran los más comunes, el resto era un recuerdo vago de los buenos tiempos.
Bien decían los sabios que el ser humano siempre tenía tendencias a errar, su conocimiento innato, sensible a lo sensible, provocaba este tipo de resultados. Razonar, aunque muchos creían que lo hacían, era un ejercicio que demandaba complejas acciones para complejas situaciones. ¿Sí se entiende? Pero, ¿qué sucede en un contexto como en el que vivían? Lo cierto es que como podría desarrollarse otro tipo de conocimiento, aunque primitivo, especializado, como no desarrollarse un carajo.
En lo particular, el ser humano es bruto desde que fue creado, que le importa una mierda los riesgos y que si puede tomar el camino más fácil, mejor. Cree que esa vida es lo que los hace fuerte, invencibles, y que el peligro puede suceder como no. Eran riesgos que debían tomarse, fuera prudente o imprudente, ¿qué más podía perder?
Sam había localizado un campamento, sólo se podía ver desde lo alto. Tal vez, incluso, habían pasado junto a él y no lo habían visto, pero desde la cuesta más alta, Sam lo había divisado. Sombra no logró hacerle entender que podría ser peligroso. Si bien habían pactado separarse, la idea de que se metiera allí le había causa intranquilidad.
-No. Es peligroso, Sam -llamó ella mientras intentaba detenerlo. Derrapó un par de veces por el terreno inclinado del bosque, pero tenía su objetivo fijo en el campamento. A simple vista parecía ser uno decente, la gente se movía a esa distancia de otra manera, no como los perdidos con ese andar nervioso y mucho menos, no como los Zombies con el caminar errático. Parecían personas, humanos y una parte de él ansiaba un poco de eso. Quería saber si algo de esa humanidad aún existía por aquel desolado planeta -. Por favor -pidió en voz baja, ya no siguiéndolo y por supuesto, tampoco intentando detenerlo.
Se quedó atrás, pero él siguió hasta que la distancia del campamento fue nula. Era un fuerte, preparado para contener un pequeño grupo de infectados si así sucedía. El filo de una lanza improvisada rozó su cuello y en un movimiento natural levantó sus manos por encima de su cabeza. Estaba allí para hacer la paz, no la guerra y ellos entendieron a la perfección.
-¿De dónde vienes? Muestra tus dientes.
-Tranquilo. Vengo de la ciudad y no estoy infectado.
-Puedes hablar claramente, eso está más que claro. Pero en días como estos, una mordedura tarda más de un día en mostrar sus síntomas. No podemos confiar en la palabra de nadie.
-Parece que se ha alimentado bien -dijo un hombre pequeño pinchando su estómago con su dedo sucio -. Los infectados se consumen. Déjalo entrar, para que la Corte lo vea y decida qué hacer con él.
¿Corte? ¿Tenían leyes? Tal vez, las cosas no estaban tan mal allí entonces. Si ingresaba, era su oportunidad perfecta para restablecerse al único mundo que conocía.
-¿Vienes solo? -¿qué diría? ¿Lo negaría? La duda lo embargó un par de segundos, la mirada de aquel tipo calvo no le gustó y mucho menos de quién parecía comérselo con la mirada, pero había visto tantas cosas de camino allí que podía tolerar incluso un par de simples guardias. Asintió, si las cosas salían mal ella lo rescataría -. ¡Abran las puertas!
El ruido de bisagras. Podría ser un detalles estúpido, incluso absurdo, pero había extrañado ese ruido. El panorama del campamento sin duda le trajo viejos recuerdos, de aquellos días, de los días normales, comunes y corrientes. Escuchó risas, pasaron un par de niños jugando frente a él, mujeres hablando, ancianos sentados. Era como una ilusión, un mundo que no parecía haber sufrido el despertar...
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Efímero
Science FictionEl "tic-tac" de algunos relojes dejaron de sonar en algunos hogares, pero la Tierra nunca dejó de girar, el sol nunca dejó de salir y la Luna nunca dejó de aparecer. Sin embargo, el mundo de los humanos había acabado un día y todo lo que conocían a...